Llegamos hasta allí con los bolsillos casi vacíos y como no nos quedaba otra,
nos alojamos en aquel extraño y vetusto hostal apartado de la civilización.
La anciana de la recepción nos entregó las llaves de nuestra habitación
y nos marchamos directos a la cama ya que el día había sido muy largo.
Al entrar en el dormitorio nos dimos cuenta de que allí faltaba algo,
un mueble quizá o un simple accesorio.
Al final optamos por tirarnos en el mohoso y polvoriento colchón
y hacer el amor hasta quedarnos dormidos.
Desde entonces vivimos en aquel hostal,
en aquella misma habitación, porque tampoco nos queda otra.
Solo nos queda el consuelo de recibir a los nuevos huéspedes
y sonreírles mientras ellos no se dan cuenta
ya que mi novia es una silla y yo un escritorio.
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El hostal donde se quedaba todo el mundo
Short StoryUn microrrelato un tanto inquietante para aquellos que les gusta los finales sorpresa.