El Títere

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La taza de té recién hecho cayó al suelo acompañada de los gritos de quien la rellenó. El liquido marrón fluyó por el suelo y se enrojeció al contacto de la sangre. Las fuertes pisadas y forcejeo del sospechoso hicieron retumbar a una triste taza que ya jamás sería usada, pues una de sus poseedores yacía muerto en el suelo y el otro pronto moriría en la silla eléctrica.
La sirena del coche de policía frenó su aullido al llegar a la comisaria. Dos policías salieron del automóvil. Uno de ellos sacó a nuestro protagonista del coche. Tenía el rostro palido, marcadas ojeras y ojos enrojecidos de llorar. Lo sentaron  en una sala gris que olía a tristeza y a sufrimiento. Con violencia, hartos de que se resistiera, fue sentado en una silla metalica por los policías. Pronto, las patas de la silla se tiñieron de rojo.
Un uniformado hombre entró en la habitación y se sentó en la silla restante. Echó un vistazo al arrestado: Vestía completamente de negro y llevaba un delantal. Estaba manchado de sangre y de serrín, esta mezcla sorprendió al investigador.
-Yo…-  Susurró el débil acusado- Yo no he hecho nada-
El agente le miró por un segundo, sin mostrar ningun tipo de emoción, y bajó de nuevo a su libreta. Le pidió datos como su nombre, su edad o su DNI. Cuando acabó de recoger sus datos, le pidió que le contara lo sucedido, que cualquier detalle podría ayudar a que le declararan inocente. El apenado acusado le miró a los ojos, con pena y con frustración, se acomodó en la silla, humedeció sus labios y empezó a contar su historia…
No recuerdo la hora, me pierdo en el tiempo cuando trabajo en mi taller. Mi mujer y yo tenemos una tienda de juguetes de madera que hacemos a mano. Está próximo el carnaval y tenemos un alto numero de peticiones así que decidimos trabajar toda la noche para adelantar encargos. En algún momento de la noche, mi mujer decidió irse a dormir, pues ya no aguantaba mas despierta. En su camino tiró sin querer nuestro juguete favorito, un títere al que llamamos Robert y rompió su brazo izquierdo. Se disculpo cientos de veces y le dije que no se preocupara, que más tarde lo arreglaríamos. Cuando subió, el silencio inicio su reinado en la tienda. Solo estábamos yo, Robert y mis herramientas. Al cabo del tiempo, el reloj de cuco sonó y anunció la hora, las 6 de la mañana. Junto con la imitación del piar de un ave, vino también un extraño sonido. Primero se oía muy levemente, era casi imperceptible pero con los minutos se fue acercando. Aumentaba su intensidad, más y más cada vez. Llego un punto que era insoportable. Sonaba como si tuviera una trompeta pegada a la oreja y el usuario quien la tocaba tuviera un tornado en los pulmones. Cuando el ruido llegó a su intensidad máxima, paró. Todo pareció volver a la normalidad hasta que un grito inundo la habitación. Venia de todos lados y de ninguno a la vez. Era agudo y estaba lleno de dolor y angustia. Cuando me quise dar cuenta, un liquido rojo goteaba del brazo roto de Robert. No entendía nada pero menos entendí cuando me guiñó un ojo. Pensé que era mi imaginación pero luego pestañeo varias veces, me sonrió y se zafó de su atadura en la pared. Robert caminó hacia mi. Sus ojos y su boca lloraban aquel liquido rojo. Cuando estuvo a menos de un metro de mi, cogió una de mis herramientas, me miró fijamente durante unos segundos y me sonrió de nuevo. Esta vez, era una sonrisa agradable y bienaventurada, que buscaba sembrar en mi calma. Con un movimiento rápido y sin que me diera cuenta, subió las escaleras con mi herramienta en la mano, ni siquiera recuerdo cual era solo recuerdo el sentimiento de que la vida de mi mujer pudiera peligrar y la adrenalina corriendo por las venas de mi cuerpo. Subí tras el empuñando un destornillador. Cuando llegué a nuestro dormitorio, nada me aseguraba que no estuviera soñando. La habitación parecía no tener fin, sus paredes eran negras y tenía pintados extraños simbolos en blanco. Robert y mi esposa estaban flotando en medio de la habitación. Con delicadeza, Robert la agarraba de la cadera y de la mano y bailaban en el aire un tétrico vals que anunciaba una muerte. El muñeco hizo girar a mi amada, quien seguía dormida. Mientras mi durmiente mujer giraba, el títere sacó mi herramienta y se la clavó en el corazón a la bailarina, quien despertó con una mueca de dolor y cayó al suelo acompañada del eco mas doloroso de mi vida. Corrí hacia ella con toda la fuerza que me quedaba pero la habitación solo parecía hacerse más y más larga. Robert, quien me observaba con una larga sonrisa, descendió hasta el cuerpo de mi esposa y, sin esfuerzo, hizo flotar su sangre, la tejió cual lana y se la puso encima. Su cuerpo de madera se empezó a transformar y le brotaron musculos y piel. Desde la distancia me di cuenta de quien era. Corrí hacia ella, consiguiéndolo esta vez, y nos fundimos en una calido abrazo.
-Dijiste que era el amor de tu vida- masculló tocando mi barbilla- Dijiste, mi amor, que era irremplazable-
-Tu muerte, mi vida- le dije separándome lentamente de ella- me afectó muchísimo. Estuve a punto de morir. Ella me ayudó a recuperarme y a florecer de nuevo y acabe enamorándome de ella- dije observando su frio cadáver.
-Mi amado esposo, me encanta verte feliz- Me giró para que la mirara a los ojos- Pero me juraste amor eterno a mi y has acabado… olvidándome-  Dijo apenada
-No, mi reina, yo…- Me silenció el aullar de una sirena de policía
-A ver como floreces, mi rey, estando encerrado hasta el dia de tu muerte- chilló
Me empujo con sus manos mientras ella desaparecia y la habitación volvia a la normalidad. Choque contra la mesa y tiré una taza de taza. La apuerta se abrió de golpe y unos policías me agarraron de los brazos con fuerza tras ver el cadáver de mi esposa.
Tras contar mi historia, me metieron a un psiquiátrico. Te daría mas detalles pero no recuerdo mucho más. Tomo tantas pastillas que mi mente se ha transformado en un liquido caliente y mucoso que abrasa mi cráneo. Los días duran alrededor de 20 minutos y tengo la misma calidad de vida que un cerdo de granja industrial. A pesar de todo, me las he ingeniado para escapar. Lo haré mañana y solo necesito una sabana.

El títere (Minihistoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora