𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐔𝐧𝐢𝐜𝐚

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M A N O S  T R É M U L A S  

.・゜-: ✧ :- Les Misérables de Victor Hugo.

.・゜-: ✧ :- e n j o l t a i r e

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Durante los últimos días, el vino significaba más que nunca un alivio para el alma de Grantaire. En su rincón designado del Café Musain, hacia donde se arrastraba miserablemente cada vez que sus amigos se detenían por un trago, el vaso jamás estaba vacío, y el buen humor no flaqueaba un instante. Desde ahí observaba y bebía hasta que no podía distinguir una silueta de otra, y cantaba y bebía hasta que las letras ya no se entendieran.

Desde ahí bebía para no tener que ver ni escuchar, hasta que sus amigos se convertían en las mismas manchas borrosas de todos los días, y fingir que no había en sus rostros expresiones solemnes y ojos encendidos de convicción.

En su agonizante ánimo de bar, cuyo cuerpo tieso Grantaire cargaba entre caras de funeral con toda irreverencia, apretaría el hombro de Combeferre con más fuerza cada vez que le dirigía la palabra, abrazaría a Coufeyrac con mayor entusiasmo mientras balbuceaba alguna canción. Le ofrecería pelea y vino a Bahorel a cambio de un solo coscorrón amistoso, sonreiría galante y contaría las historias más absurdas de conquista, para que Feuilly saltara a desmentirlo y Jehan riera con ganas. Amenazaba con visitar la casa de Joly y Bossuet y no irse nunca más si le abrían la puerta.

Jamás permitiendo que en su actuar se infiltrara la melodía dramática de una despedida.

Y tras los vapores del vino, lejano, inalcanzable, reflejando la luz de la sala como solo su inmaculada blancura era capaz, contendido únicamente por la luna, estaba Enjolras.

Serio. Ardiente. Brillante. Perfecto Enjolras, atravesando la neblina de su embriaguez con la navaja de sus gélidos ojos azules, clavándola en su espíritu.

Grantaire sonrió y alzó el vaso en su dirección, prosiguiendo a drenar la dulce bebida por su garganta.

Cuando bajó el vaso, su impasible figura se había desvanecido, y por un aterrador instante el pánico se asentó en sus entrañas, seguido de una inusual ira.

¿A dónde pensaba que iba él, la cabecilla de esta caravana de muertos vivientes que se creían más vivos que nunca? ¿Dónde se llevaba su rostro de mármol mientras atrás quedaba su alma desdichada?

El hijo del sol marchando a su fatal destino, sin dudar jamás, sin doblegarse ante nada, llevándose con él a todo su mundo, ¿dónde iba ahora, sin dedicarle otra mirada?

Era un hedor putrefacto alzándose en su mente perdida, de un pensamiento resbaloso como todos sus pensamientos, blasfemo e impuro, indigno de la presencia de Enjolras, surgiendo solo cuando su fuego no estaba cerca para quemarlo.

Qué ganas de gritarle, de pedirle una razón, de estrangularlo con sus propias manos y ver esas mejillas rosadas perder su color por primera vez, cuando ni siquiera la promesa de la muerte, del látigo, de la deshonra podía hacerlo palidecer. De llorar, de suplicar. De mostrarse verdaderamente patético como era y ver misericordia en esos ojos crueles.

¿Por qué haces esto? ¿Por qué te vas definitivamente de mi lado? ¿Estás consciente de que te llevas contigo todo lo que tengo, más lo que siempre quise y jamás tendré? No puedo aferrarme a nada más, Enjolras, ¡no puedo! ¡Si te desvaneces en la noche, yo desapareceré también! ¡Soy incapaz de sujetarme de un fantasma, aun si ese fantasma eres tú! ¿Qué suciedad, qué vacío, qué demonios deberé enfrentar dentro de mí cuando tu luz de haya ido? ¡No existo si no estás tú, por favor...!

𝐬𝐡𝐚𝐤𝐲 𝐡𝐚𝐧𝐝𝐬 ➣  enjoltaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora