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—Nos vemos cuando termines.

Ignoré a Mario por completo y salí del coche cuando terminó de aparcar. Vi como él cogía la bolsa donde llevaba la ropa para cambiarse y se fue por la dirección contraria a la que tenía que ir yo.

No me costó mucho rato encontrar la tienda. Subí la reja y abrí la puerta con las llaves que me habían dado antes. Entré y sentí un mareo debido a todas las rayas blancas y rojas que había por toda la tienda. Encontrar algo de color liso era misión imposible. Miré las indicaciones que me habían dejado escritas, los horarios, como había que reponer las cosas y como funcionaba la caja. No era mucho pero estando yo sola me mantendría ocupada toda la mañana.

Di una vuelta por la sección donde estaban las camisetas para coger una. Las normas me obligaban a llevar una por lo que escogí la de Koke porque no pensaba ponerme una con el nombre de mi hermano.

Durante toda la mañana vino más gente de lo que me esperaba. La mayoría compraban camisetas. Cuando casi era hora de cerrar empecé a ordenar la tienda y a hacer el recuento del día. De repente, oí la puerta abrirse y a alguien entrar. Maldije internamente a la persona a la que se le había ocurrido venir justo en ese momento, cuando ya estaba cerrando.

—Hola—me saludó un chico que iba con gafas de sol—. Sé que estabas a punto de cerrar pero quería comprar una camiseta de Stefan, para mandársela a mi hermana.

—Un momento que te lo miro—busqué entre todas las camisetas una que pusiese Stefan pero no encontré ninguna—.Te tendría que grabar el nombre en una camiseta, no veo ninguna con Stefan.

—Savic, la camiseta tiene que poner Savic.

—Me lo podrías haber dicho antes—me dirigi hacia las camisetas con el dorsal del 15–. Yo que voy a saber si se llama Stefan o no. A éste le conocen en su casa. ¿Modelo de chico o chica?—me acerqué a él con las perchas de las camisetas.

—De chico.

Volví al mostrador y escaneé el código: — Son 79 euros. ¿Aún sigues aquí?—pregunté porque cuando levanté la cabeza no lo vi.

—Si, perdón. Estaba mirando la tienda. Es bonita—dijo rascándose la nuca sin saber bien que decir.

—Si te soy sincera agobia un poco. He empezado a trabajar hoy y cuando he entrado y he visto tantas rayas casi me mareo.

—Es que las rayas son lo que representa al equipo. Pero yo te preguntaba por la camiseta, si te parecía bonita. Pero intuyo que no te debe gustar mucho porque es rojiblanca.

Los dos nos reímos.

—Me gustan más las camisetas lisas, blancas a poder ser—volvimos a reír—. Aquí tienes. Son 79 euros—le entregué la bolsa y él sacó su cartera y cogió la tarjeta de crédito. Le di el datáfono para que pusiese el número y cuando la máquina hizo el ruido volví a mirarlo.

—Me pasaré a verte algún día que haya gente, para ver cómo vendes camisetas a fans del Atlético mientras eres del eterno rival.

—¿No serás algún supervisor o algo de tienda?—él negó mientras se dirigía hacia la salida—. Espera, que te acompaño y así cierro la puerta.

—Por cierto, ¿como te llamas?

—Catalina.

—Bonito nombre. Nos vemos.

Esperé a que saliese y cerré la puerta con llave para poder acabar de recoger con tranquilidad. Media hora después terminé mi jornada, me cambié de camiseta para ponerme la mía y guardé la de Koke en una bolsa para llevármela a casa y lavarla.

Paré las luces de la tienda y la cerré. Me giré y vi a Mario dentro de su coche esperándome mientras miraba alguna cosa en el móvil. Me subí al coche y me miró antes de encender el motor.

—¿Qué tal tu primer día?

—Aceptable.

Llegamos a casa y Ainhoa nos estaba esperando. En cuando crucé la puerta me cogió del brazo para llevarme al jardín con ella para que le contase como me había ido el día. La verdad es que agradezco su esfuerzo porque mi carácter se lo ponía difícil pero ella hacía todo lo posible por mostrarme su mejor sonrisa y ayudarme.

Le conté por encima como había ido mi jornada y se emocionó cuando le comenté sobre el chico.

—¿Pero no sabes su nombre?—preguntó incrédula.

—No, pero tampoco es como si fuera a verlo otro día. Hemos hablado porque no había nadie en la tienda.

—¿Y es guapo?

—No me he fijado mucho la verdad—dije con indiferencia.

—Cata por Dios, si te ha preguntado por tu nombre es porque le has debido parecer guapa. Te estaba tirando la caña. 

—Sabes perfectamente que actualmente no quiero nada.

—Ya sé como ayudarte—parecía muy emocionada.

Intenté replicar pero no me dejó y me dijo que no hiciese planes para el viernes por la tarde. Decidí no negarme más porque lo estaba haciendo con su mejor intención.

Entré a la cocina, me apoyé en la encimera y cerré los ojos.

Sabía perfectamente que Mario estaba detrás mío mirándome. Los dos estábamos en silencio. 

—¿Tenías intención de decírmelo algún día?

—La verdad es que no.

—Veo que has encontrado la felicidad.

—Tengo 26 años, una novia a la que quiero muchísimo y ella me quiere a mi y que me va hacer padre, tengo salud, familia y amigos y juego en el Atlético de Madrid, por lo que se podría decir que he conseguido el éxito. ¿Puedo decir lo mismo de ti a tus 20 años? Eran 20, ¿no?

—Sí, 20 años.

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