Avefenixazul
Te puedo ver, estás radiante dentro de tu vestido de luz; acunas en tus brazos a ese hijo que no llegó a nacer. Un halo de luz resplandeciente emana de tu cuerpo.
Acaricias etéreamente esa mano que se confunde con el albor de las sábanas del hospital. No puedo quitar mis ojos de tu querida presencia y te llamo; vuelves tus ojos hacia mi y sonríes, me miras y una ola de amor se agranda en mi pecho; tus ojos están llenos de dulzura. En mis ojos titilan los cristales de mi pena cuando te miro con esa expresión de paz y sosiego. Extiendo mi mano hacia tu presencia pero no te alcanzo. Tus brazos se estiran hacia mi y traspasan mi piel. Quiero sentir tu calor, besarte, y tu abrazo se diluye en el infinito tiempo de tu ausencia.
Te pido perdón sin hablar, solo pienso, ¡perdóname hijita! y tu manita se posa en mis labios cerrándolos;tus ojos me miran llenos de amor. Te pregunto por el niño, quiero saber como se llamará, pero no me contestas, sólo tomas la mano de Roberto que cada vez está más fría y yerta.
Su respiración se agita y el aire parece que entra a empujones atropellando los bronquios y oprimiendo los pulmones, silba al salir. Un sonido estentóreo llena la habitación. Miras con amor ese cuerpo que es ya un cofre del cual se está desprendiendo su postrer esencia, pasas tu mano por su pelo, él parece sentirlo y una ligera sonrisa se pasea por sus labios de los cuales ha huido el color, lo besas y al ver la ternura de tu gesto, de tu entrega, siento que algo muere en mi, y repito,
¡Perdóname, perdóname Magaly!
Vuelves a mirarme y en tus ojos descifro los recuerdos. Te miro con tu uniforme de colegiala. Tu falda a cuadros plisada y tu blusita blanca; te miro saliendo del colegio junto a tu mejor amiga y allí, en la calle, están dos muchachos, uno de ellos es tu hermano y junto a él, acompañándolo, está Roberto, el hijo del carpintero que hizo los muebles de la casa. Es alto y delgado, y he de reconocer que es bien parecido, tiene el pelo y los ojos negros. Tú lo miras con tus curiosos ojos color miel, y comienzas a caminar junto a tu hermano y al muchacho, que de refilón te mira arrobado.
Un frío de eternidad se esparce por toda la habitación, las manos de Roberto se van tornando azuladas, y en su rostro, su nariz se afila al igual que sus pómulos que parecen de porcelana. Su respiración se torna más angustiosa aún. Su madre tiene una de sus manos en la suya y lo abriga contra su pecho. Al pie de la cama su padre ahoga en silencio su derrota. Tu aprietas su mano y lo llamas, le dices que lo estás esperando. Su madre le pide que no se vaya, que luche, aún cuando sabe que del otro lado de la vida tú lo estás esperando. Te miro y mi dolor crece inconmesurablemente.
Pongo mi mano sobre la tuya que aprieta su mano que ha perdido el calor y el color. Sin palabras, invadida por la vergüenza le pido perdón, le digo que deje de luchar, y se entregue en tus brazos, pero siento el dolor de su madre y aunque sé que es imposible esperar un milagro, la humilde mujer lo espera mientras le anima a seguir luchando.
¡No te vayas hijito, -le dice-, no nos dejes solos!
El marido la abraza y me dirige una mirada de reproche que recibo en silencio, avergonzada; busco refugio en tu perdón y al mirar tus ojos sigo leyendo en ellos el resto de la historia.
Te veo feliz tomada de su brazo, caminan a la salida del colegio, entran a una tienda donde él compra un helado y te lo da, lo comparten, caminan y cuando faltan dos cuadras para llegar a la casa te besa con ternura, te envuelve en sus brazos y escucho su voz diciéndote que te ama. Tu voz musical le responde con la misma pasión. Lo besas en los ojos, te empinas en la punta de tus pies y besas la punta de su nariz, hundes tus dedos en su pelo, lo despeinas y te ríes mientras escapas, el corre atrás tuyo y te alcanza y nuevamente se besan. Se despiden y tú avanzas hacia la casa, él mira como te alejas y el brillo de sus ojos de desvanece dejando en su lugar una mirada de preocupación.
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EL ADIÓS...
Paranormal¿Hasta donde puede llegar el orgullo mal fundamentado y la arrogancia? ¿Nos es posible despedirnos de nuestros seres queridos que parten al más allá? ¡Descúbralo en esta apasionante historia!