Un viaje de rutina

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Eran cerca de las 3 de la tarde, pero que importaba eso; después de todo en el espacio todo se ve igual sea la hora que sea, bien podrían ser las 2 de mañana y no habría diferencia, quizás por eso los astronautas son entrenados en monotonía extrema. No solo todo es igual, también es imposible distinguir un día del anterior o el siguiente, ayer se hizo lo mismo que antier o que hoy o lo que se hará mañana.

La nave de transporte tardaría otros 2 meses en llegar a su destino, a pesar de que el nuevo sistema automático tomaba el rumbo más rápido, la espera era eterna. Debido al ahorro de energía todo lugar con personas se encontraba a media iluminación, muchos sectores de la nave totalmente a oscuras. El control ambiental también estaba al mínimo, las zonas habitables tenían una temperatura de 16°C mientras que el resto se encontraba a la temperatura del espacio; de igual modo ocurría con el suministro de oxígeno que no era disponible en todos los compartimentos. Pasillos interminables, con luz apenas suficiente como para no tropezar; sectores donde la gravedad artificial no se consideraba indispensable, hacia común chocar con objetos a varios centímetros les suelo.

El sistema automático estaba aún en fase de prueba, por ello la tripulación tenía que estar siempre presente 5 marineros espaciales que debían encargarse de la nave en caso de que el sistema fallara. Todos los días uno de ellos se colocaba el traje espacial y una a una revisaba todas las capsulas criogénicas, llenas de personas que viajaban en la nave; 5 000 personas en total, tomaba cerca de 8 horas completar el registro de todas las capsulas. Otros 2 tripulantes preparaban las raciones de ese día, siempre los primeros en despertar. Los dos restantes revisaban el sistema de navegación y el control de soporte de vida respectivamente. Ya habían pasado 4 meses así, los chistes se habían terminado, el letargo era inevitable. Ni siquiera la actividad sexual lograba motivarlos, el nuevo sistema quitaba responsabilidad, pero también hacía que su tarea fuese más monótona, Francis, el más joven de todos olvidaba las cosas, ya en repetidas ocasiones lo habían encontrado revisando el soporte de vida hasta 3 veces el mismo día porque decía haber olvidado hacerlo.

Karla y Felipe parecían haber entrado en un brote ninfomano, en cuanto terminaban de hacer las raciones, tomaban las suyas y desaparecían en las habitaciones de uno de los dos. Esteban solo comía una vez por día, cumplía su rutina y después se sentaba en posición fetal en la primera esquina que encontraba, Francis lo encontró varias veces flotando sin rumbo en esta posición en uno alguno de los pasillos. Diana revisaba las capsulas todos los días y después simplemente se acostaba en su cama, a veces sin comer por horas, pero sin dormir.

Así transcurrían los días, hasta que en la última semana del 5 mes, algo golpeo con fuerza el casco de la nave, inmediatamente Francis y Felipe acudieron al lugar del impacto, cuando informaron por comunicador que había un hueco en el casco, solo Diana atendió a reparar el hueco, tomo casi el resto del día, sellar el agujero de casi metro y medio. Cuando los tres se fueron a dormir.

- ¡Rápido, Francis!, ¡Ayúdame! - dijo Felipe al despertar a Francis con brusquedad.

- ¿Qué pasa Felipe? - pregunto Francis.

-Algo entro en la nave y se llevó a Karla, necesito que me ayudes a buscarla- contesto Felipe.

Rápidamente Francis se puso su overol y sus botas. Listo para salir en busca de Karla.

- ¿Donde la viste antes de que desapareciera? - pregunto Francis.

-En su cuarto, estábamos dormidos los dos. Cuando desperté y la busque ella no estaba, fui al baño, a mi cuarto, al comedor, a la sala de descanso, busque en los demás dormitorios y nada, cuando revise el sistema de la nave me indico que ella no estaba a bordo- contesto Felipe.

Un viaje de rutinaWhere stories live. Discover now