<<Lo que nuestro preso no sabe es que no es último en esa cárcel, tampoco es el único deseando que sus captores vuelvan o que vengan Los Aliados para liberarlo. Tampoco es el único deseando volver a ver a alguien mientras se aferra a la vida desesperadamente.>>
<<Aunque los seres humanos en muchas ocasiones actúan por el motivo de seguir la corriente y no verse inmiscuidos en problemas que dificulten sus apacibles vidas, cuando están al borde de lo que creen la muerte, encerrados, sin ningún ápice de esperanza , logran, de algún modo, encontrar un hierro incandescente al que aferrarse para no despreciar la vida que hasta hace unos instantes aborrecían. En cuestión de horas, el ser humano es capaz de encontrar motivos más que suficientes para seguir viviendo, siempre y cuando, esté intacta su salud mental y crean tener motivos suficientes para seguir viviendo. >>
<<Una esposa que espera la vuelta de su marido mientras redacta alicaída y dispersa desde la comodidad de su cocina, incapaz de imaginarse por alguna extraña razón a su marido en una celda mientras desfallece de sed y hambre, aunque esta sea la realidad.>>
<<¿Suena cliché cierto? Una esposa más que espera a su marido y, un soldado apaleado que encuentra aliento para la vida en el recuerdo de una esposa. Un preso que, hasta hace unos meros instantes, deseaba recibir un balazo. >>
<<Si no fuera así, ¿Por qué deberían haberse casado? ¿No se describe al amor como aquello que es capaz de romper cualquier barrera e incluso hasta la propia muerte?>>
<<En cierta medida, para nuestro muchacho, lo ha hecho. Ya no quiere morir sin antes volver a verla. Desea poder amarla una última vez. Ha recuperado la vida que el mismo habría estado dispuesto a entregar con tal de no sufrir una tortura como el hambre o la sed.>>
<<Un aletazo de suerte hace despertar a nuestro soldado que, después de perderse en sus recuerdos durante gran parte de la noche, al final había desfallecido a causa del cansancio.>>
<<Era lluvia.>>
<<Lluvia cayendo sobre los barrotes de la ventana produciendo un tintineo metálico y molesto.>>
Me despierta una fuerte lluvia que, estrellándose contra los barrotes del orificio que hace la función de ventana, produce un penetrante sonido metálico. Procedo a levantarme , arrojando los harapos que me tapan lejos de mí.
Era agua. Agua fresca cayendo contra mi celda cuando me estaba muriendo de sed. Era lo que había esperado por ya tres largos días.
Aunque la zona en la que estoy encarcelado es bastante húmeda y tiende a diluviar con facilidad, en verano pasa lo contrario. A pesar de sentir asfixiante el aire por la humedad, suele ser raro que llueva con fuerza, pero no es tan raro encontrarse con que el campo esté como si hubiera llovido a causa del rocío.
Agarro rápido el cuenco en el que días antes me habían dado sopas aguadas y lo pongo junto la ventana. Se llena al cabo de un minuto y puedo beber al fin. Degluto el agua mientras produzco jadeos de satisfacción y vuelvo a dejar el cuenco en el agujero para que se llene.
Después de 5 cuencos, y dejar que la lluvia me riegue para intentar mitigar de forma inefectiva la peste que tengo adherida al cuerpo, procedo a mear por los barrotes que dan a la salida. Por raro que suene era un autentico placer mear después de haber estado tan seco, pero menuda peste producían mis meos , ojalá hubiera algún guardia para poder reírme cuando pasara. Antes de que se desalojara la cárcel había visto a algún que otro preso cagar fuera de la celda cerca de donde se sentaban los guardias para que estos soltaran blasfemias y se fueran. Incluso en algún momento había presenciado como alguno pisaba sin querer la mierda y acto seguido todos los presidiaros cercanos comenzaban a vitorearle y aplaudirle mientras se reían a su costa. Todos hacían sus cosas fuera de la celda ya que no había ningún váter o si quiera un hoyo en el que poder miccionar tranquilo. Era habitual que a los recién llegados que se tensaban ante las miradas de sus compañeros recibieran algún que otro comentario sobre el diminuto tamaño de su miembro o por lo contrario, si este lo tenía como un caballo, decirle sobre ello, ¡Como si el tipo no supiera lo que tenía entre las piernas!
Agito mi miembro complacido o lo guardo. Respiro hondo, intoxicándome ligeramente con la peste que proviene del pasillo.
Alguna que otra vez, los reclusos con los que compartía hospedaje y otros de celdas cercanas se ponían a jugar al veo veo. Siempre tendían a acabar el juego con bromas sobre el aspecto de otro recluso o sobre algún guardia.
-"¡Veo un caballo feo con una minga de lagarto!"
-"Claramente es el carapijo de la 206."-Decía alguno, refiriéndose a un compañero que no solía hablar mucho.
-"Pues a tu puta madre le encantaba"- Contestaba habitualmente este. No era muy original.
Aún puedo escuchar sus cánticos sobre las tetas de la cónyuge de algún guardia o, incluso, alguno que cantaba amargo sobre su hija, la cual no volvería a ver porque Dios sabe cuando le fusilarían. Algún otro lloraba por las noches por la incertidumbre de si sería fusilado mañana, pasado o si se moriría antes por tuberculosis.
Yo pasaba de todo y todos. Me acurrucaba como ahora contra una esquina y dejaba que los días pasaran.
Siempre había tenido la esperanza de que volvería a casa hasta el día que perdimos la batalla en los montes de Rhodas; la misma batalla que me llevó a esta celda. Fue una masacre, los pocos que quedamos vivos fuimos obligados a entregar las armas de rodillas y a ponernos unos grilletes de acero en los tobillos. Os preguntaréis porqué no nos ponían grilletes en las muñecas también, como tendría que ser obvio. Bien, era para tener una excusa y así matarnos ahí mismo. Para tener que transportar menos hombres a la cárcel ¿Que intentabas huir después de noquear a alguien? Tranquilo, los grilletes de los tobillos no te dejarían correr muy lejos, al menos no lo suficiente como para que el fusil de algún soldado no te volara la tapa del cráneo tras recrearse un rato apuntando.
Cayeron un par antes de darnos cuenta que no tenía sentido huir, que si intentábamos algo, aunque fuéramos un grupo entero, no tendrían reparos en dispararnos.
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El último recluso
Short StoryDespués de luchar junto al ejército, luka es encarcelado junto al resto de su pelotón en espera para ser ejecutados. La guerra acaba y Luka es el último que queda abandonado a su suerte en la prisión. Sin agua ni comida, Luka comienza a desvariar, r...