Cᴜᴀᴛʀᴏ.

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Luna.
Me desperté de golpe y mire para todos lados, agarré mi garganta acariciándola y solté un chillido de dolor, me ardía y sentía un nudo, lo cual significaba que me estaba enfermando. Limpie los rastros de gotas secas que tenía en el rostro y me gire para volver a dormir, cosa que habría hecho de no ser que escuche algo caer al piso.

Me levanté asustada y como supuse se trataba de mí celular, me dolió hasta lo profundo de mí alma.

La puta madre. —Me queje en voz baja. —Por suerte ayer le puse la funda. —Lo levante y verifique, no tenía ningún rayón nuevo.

Lo prendí y me quede anonadada, eran las 8 a.m., toda la pereza se fue y en un instante ya tenía el uniforme puesto. Fui corriendo al baño y me arregle lo más que pude, agarre mí mochila y salí de la casa dando un puertazo. Corrí hasta la parada con las llaves en mí mano por prevención, por otra parte, tuve que ir con mí cara hecha un desastre.

La última vez que sacrifico mí salud mental y física por hacer una puta investigación de mierda sobre la historia del teatro, al último momento lo pide el viejardo ese, dios.

Por suerte el colectivo vino rápido y siguió así, en menos de 10 minutos ya estaba en el colegio, sorprendentemente entre sin que nadie me notará. Teníamos la primera hora libre por lo que muy seguramente nadie se dio cuenta de mí ausencia, por primera vez tener un colegio público con falta de profesores servía para algo.

Me senté colocando mí mochila en la mesa y luego apoye mí cabeza en ella, me había quedado hasta las 4 de la madrugada haciendo la tarea. Valentín se había ido a las 9 de la noche y yo como toda adolescente con falta de neuronas centradas en cosas más importantes, me quede pensando en él y en la curiosa atracción que me generaba.

Tal vez eran sus ojos azules, su cabello castaño claro, su risa muy única o la forma tan amistosa y amigable en la que habla. Solo a mí me podían pasar estas cosas tan rápido, solo a mí. Y ni se bien que es este sentimiento, solo sé que me transmitió un tipo de estabilidad mental en el momento en el que llegó. Momento en el que estaba a punto de escapar de mí casa para no verle nunca más la cara a mí papá, la motivación había llegado después de hacerme una pregunta que resonaba en mí cabeza desde hace tiempo: ¿De que sirve tener un padre si no te ama?.

No es que me este quejando de mí situación económica, pero estoy harta de vivir en un infierno. Cada vez que me habla me hace sentir culpable de lo que soy, de lo que hice, y de lo que no hago. Simplemente quiero un día de paz, un día en el que no me sienta una mierda.

Llegue a ese deseado momento cuando llego Valentín. Quién diría que ese borracho irritante me ayudaría.

-Igual no es para tanto. -Susurré inconscientemente, de pronto sentí un aura depresiva rodearme y me fue inevitable cerrar los ojos. Sin embargo esa maligna y negativa paz se fue como mis ganas de vivir, en esta aula no hay ni un minuto de silencio.

Se escucho un portazo y levante la mirada, ya había llegado el profesor de Teatro con el que teníamos en el segundo módulo. El tipo era demasiado estricto y dramático, me generaba rechazo. Además le tenía bronca porque nunca me devolvió un poema que había hecho para el día de la mujer, según él se lo quería mostrar a la vice, yo acepte porque la admiraba pero bueno. Capaz es mí culpa por nunca habérselo reclamado, seguro se lo olvido en algún lado y ya ni se acuerda de su existencia.

—Bien, agarren sus mochilas, nos vamos al patio. —Ordenó con su potente voz de siempre. Suspiré con mal humor y me colgué la mochila en el hombro para luego seguirlo.

Al llegar todos nos sentamos en el piso en forma de indio alrededor de él, desde el primer día nos enseñó a hacer eso, creo que siente cierta superioridad al tenernos así, un tipo de fetiche, pero por otra parte también podría ser para vigilarnos mejor.

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⏰ Última actualización: Jun 05, 2020 ⏰

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