Mi Puta Favorita

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La hermosura de su inmensa tortura me hizo arrodillarme y esperar al latigazo que merecí durante tanto tiempo. Ayer una niña llamada Pamela me preguntó: “¿Por qué el amor no me ha llegado todavía?” Y yo, con una torpe caricia en su mentón, respondí: “Porque tú, querida, todavía puedes ser feliz” Pasaron décadas y la amé; pero la perdí y luego de milenios que duraron sólo segundos, la encontré nuevamente entre sus mensajes lujuriosos. Perdí contacto con ella durante meses, y cuando la sentí más lejos que nunca; que ningún dios podía unirnos nuevamente, en mis más profundos y llorosos sueños: ella siempre estaba a mi lado.

Pero el tiempo se encargó de asesinar mi añorar por ella. Mi odiada y amada también. Sólo fumar un buen puro de cenizas y una bocanada de soledad lograron curar mi mal de su ausencia. Sonreí, cuando por dentro aquella sonrisa me hacía chillar tanto que ni yo mismo me escuchaba. Chillé en los oídos de tu dios y el silencio fue más fuerte que mi lamento. Ahí fue cuando saboreé a la sordera como una magnífica sinfonía muda: un eterno concierto de ecos que jamás salieron de un labio y explotaron en sus deseos.

Hoy me pregunto lo mismo; pero ya no es la misma respuesta de antes. Ya no son palabras. Son bellos tormentos para mí y para ti. Hoy, aquella respuesta es un perpetuo encadenamiento a su piel, mientras me quemo en su sangre y los gritos de mi puta amada me perforan los ojos hasta cegarme de su hermosura. Le prometí jamás ignorarla. Jamás la ignoraría. No rechazaría sus besos, sus amores, sus llantos, sus felicidades e incluso jamás olvidaría nuestras caminatas por su piel hasta que el sexo se disipara tanto como el humo que inhalamos al mirarnos. Por nada del mundo la ignoraría, era mi promesa y mi palabra.

Numerosas cartas empezaron a llegar a mi buzón. La mayoría basura y demás. Pero siempre una carta de mi puta favorita,

El típico y jodido jueves por la noche. Todo estaba tenue mente iluminado; escudriñé entre mis cartas que hace tanto tiempo no había leído. Sólo encontré una, con un sobre rojo y el título de “Pamela”. Regurgité en mis memorias, y escupiendo grosera y descaradamente a dicha carta; mi saliva se hizo una con su letra. Arrugué el papel y lo tiré al piso, a esperar que la escoba o el viento de los caídos se lo lleven para consolar a un fiel amante sin corazón alguno.

Aquellas cartas sin abrir se habían acumulado tanto que lloré al cortarme el dedo con accidentalmente con dicha hoja. Harto de mí, decidí abrir dicha carta; y nuevamente manchando la letra poco legible con mi sangre, la caligrafía parecía ser de niña y a la vez de una mujer; y leí: “¿Y el juramento?”

Un bello y espantoso dolor en mi pecho me dijo que, rompí mi palabra: olí a su sombra y por un corto minuto lo deduje como un destello poco luminoso y algo retorcido en mi pánico.

Era ella: Pamela en busca de venganza; y ahora me besaría con su carta y mi dolor. Caí ante el inminente suspiro del silencio y; con un filo de acero incrustado en mi pecho; volví a recordarla.

-Dímelo –me dijo, agitando sus cabellos mientras yo intentaba arrodillarme-. ¿Por qué rompiste el juramento de jamás ignorarme ni olvidarme?

-No tengo palabras para decírtelo –esbocé.

-Entonces tu alma me lo dirá.

Se arrodilló a mi derecha, y lamiéndome la carne e incrustando aún más su arma, su sombra. Intenté escapar; pero su fragancia a ella, caótica, me cazó como a una paloma ciega en un cielo envenenado de flechas dispuestas a perforarse a sí mismas.

-¿Me lo dices ahora? –reclamó.

-Mi alma lo sabe. Yo no –me pateó el rostro.

-Entonces mataré a tu alma y te dejaré vivir.

-¿Para qué vivir si ya no estás conmigo?

-Entonces déjate morir para estar yo, por primera vez, contigo.

-Hazlo –murmuré, babeando una risita ingenua.

Cerré los ojos, y su reflejo brilló en mi pesar. Sentí, cómo de un simple beso, me mutiló el alma hasta escupirlo en otra carta que llevaba mi nombre. Mi cuerpo dejó de ser mío y floté en mis oscuras y propias tinieblas. La tomé de la mano, ella me arrastró; y juntos dejamos un delirante camino de amor vengativo que; sin duda alguna, un rastro de amor. Sonreí, y mientras mis heridas se hacían más grandes por el camino de espinas; su mano era mi única cura.

La amé entre mi locura. Y ella me olvidó entre sus propias memorias. Lloré y me ahogué en mí mismo. Mi sombra me abandonó y sólo la luna se apiadó de mí; sin embargo, al ver que dejé mi alma por amor, hasta la misma luna me abandonó.

Me quedé solo. En la oscuridad. En la luz. La vi llegar a mí, con un fuego incoloro entre manos, ella sonrió y yo grité en su propio rostro; pero ella pareció no escuchar mi horrible grito. Se arrodilló ante mí y, acariciando mi cuerpo con aquel fuego incoloro, me dijo una simple palabra:

-Esta es tu condena, por romper tu cadena, por rompernos. Ahora serás algo más que polvo: serás mío nuevamente.

Mi alma volvió a mí. Y dejé de sangrar y de pintar cuadros con mis lágrimas en la noche. Dejé de retratarla con mi sangre. Dejé de llorarla sin suspiros que me quedaron vivos todavía. Dejé de odiarla. Dejé… De amarla y no supe por qué, ni siquiera supe por qué lo hacía e incluso por qué la perdoné; sólo sé que entendí al amor en todo su esplendor. Observé al amor sin piel, sin disfraz y sin color. Incluso el propio amor sufre un desamor por culpa de propia estupidez. Hasta el amor tiene una amada que jamás supo hablarle y mucho menos mirarle. Esa es la historia del amor.

Fui un estúpido tan sólo con conocerla, y mi corazón pensó por mi cerebro. Imbécil, John, imbécil. ¿Por qué no te paras y la empujas para escapar de ti mismo? Oh, lo olvidé: estoy muerto en mi propia vida.

Y luego de un sabroso baño de luz y un ritual de amores furtivos, ahora somos el viento de los caídos, que agitamos tu cabello y tú siempre posas tu mano como tu escudo para evitar tocarnos. Nos odias, ¿verdad?

Pronto será tu carta la mía. Y la tuya será suya. Por mientras, yo estoy con ella: mutilando amores sin corazones y vengando los juramentos que carecen de tormentos.

Y esa fue, la eterna y a la vez cruda historia, de mi puta favorita.

Mi Puta FavoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora