Prólogo

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¿Hubo alguna vez magia en el mundo? Fue lo que me preguntó la primera vez que leyó un cuento de hadas. La respuesta que he de darle es compleja, mi señor, créame que lo es, pues le estoy a punto de decir que no sólo hubo magia en el mundo, sino que aún quedan vestigios de ella.

Su familia es la perfecta prueba de aquello.

Es usted tal vez muy joven para entenderlo, pero en su sangre lleva lo que es tanto una bendición y un regalo, como el peor castigo que un hombre puede recibir. Sus ojos grises, al igual que los de su padre, lo acompañarán toda la vida, y a sus hijos, y a sus nietos, así como lo hicieron los de sus ancestros, y son sus ojos, señor, los que lo condenarán o lo salvarán.

Puede que al crecer no recuerde nada de esto, pero estoy en la obligación, como el mayordomo que permanecerá a su lado hasta que deje de estar presente en este mundo, de dejárselo saber, para que está información esté con usted, así no sea consciente de ello. Así no pueda hacer nada con ella. Así, de todos modos, esté destinado a sufrir.

Los Angevin son increíblemente privilegiados. Hace muchos cientos de años sus ancestros llevaron a su familia a lo más alto de la pirámide social, pero eso solo les costó la alegría, solo les costó el amor; eso solo les costó el don otorgado por un trato mágico en los orígenes de su apellido.

Aquel era el trato con las hadas, que les daba a sus ojos las propiedades de mariposa iridiscente ante el sol, y así se aseguraban de siempre hallar el verdadero amor, aquel amor que iluminaría su alma. Cuando se le dio caza a estas criaturas hasta llevarlas a la extinción, sus ancestros se negaron a participar o apoyar, pero no hicieron nada para impedirlo. Y el hada que les dio los ojos grises supo que su éxito solo los llevaría a la miseria.

Usted nunca será feliz, Charles Angevin, porque su padre no encontró el amor, y ya se aseguró que usted tampoco lo encuentre. Y solo con cinco años, su destino ya está sellado. El sufrimiento, mi señor, es inevitable.

Cuando la magia se extinguió en el mundo, solo quedó lo que en las personas dejaron quienes poseían los dones mágicos. Hechizos abandonados en anfitriones humanos. Hechizos y encantamientos que puede que transmitan a sus hijos, o puede que se lleven a la otra vida.

Sí, mi señor, la magia existió, y usted experimenta lo que quedó de ella de primera mano, tanto lo bueno como lo malo, y no dejará de hacerlo nunca, así como su padre lo hace, así como su abuelo lo hizo, y todos antes de ellos. La alegría de los primeros que portaron el don de la iridiscencia se convierte en la agonía del corazón de las nuevas generaciones, pero no es su culpa, es solo culpa del sistema, culpa de las reglas que ahora deben seguir, de los matrimonios arreglados y, sobretodo, de la avaricia de su familia.

Vivirá cual mariposa de alas grises que nunca verá la luz del sol. Sus ojos son las alas que nunca brillarán con los colores del amor.

Si su madre se enterara, mataría a su padre y lo sacaría a usted al mundo para encontrar a su alma gemela, pero el estatus se lo impide, el miedo la inhibe, la tristeza la aprisiona, y la impotencia la encadena. Lo ama, más que a nada en este mundo, pero entiende cuál es su misión, señor, entiende que usted no está aquí para amar, entiende que ella tampoco lo está, esa pobre mujer que merece amor más que nadie, no está en este casa para ser amada. Su única tarea era dar a luz al heredero de la fortuna y, después de eso, verse bien junto a su padre.

Entienda señor, que a nadie puede decirle lo que le he dicho; entiérrelo en lo más profundo de su mente y guárdelo solo para usted. Cuando salga al mundo, téngalo en cuenta, tenga a su sangre en cuenta, pero como parte de usted, no como algo que perteneció al pasado.

No cometa los mismos errores de su familia, el dinero en realidad no importa.

Lo único que se llevará su alma al morir son los recuerdos, los sentimientos.

Si lo logra, su alma será la mariposa más bella de la tierra.

Si lo logra, la iridiscencia será de nuevo una bendición.

Si lo logra, la magia permanecerá en el mundo.

La magia permanecerá en usted.

Y los ciegos volverán a creer.

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