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La iridiscencia es la cualidad de un objeto para mostrar distintos colores a la vez, dependiendo del ángulo en que esté con relación a la luz del sol. Para que la iridiscencia se presente, es necesario que haya una fuente de luz que logre reflejarse en las superficies. Existe, sin embargo, un tipo de iridiscencia que solo se presenta con una fuente muy particular de luz. La compatibilidad debe ser tan exacta que no importa cuántos soles brillen sobre el objeto, si aquella luz no es la apropiada, lo que perdurará será un color gris mate.

Todos los bebés nacen con ojos grises; sus iris toman color luego de la exposición a la luz del sol, que es compatible con aquello que necesitan ver. Sus ojos reaccionan a ese tipo de luz, y por eso presentan color. Sus almas reaccionan al mundo exterior y, curiosas, se acercan a los ojos para observar. El color es solo un modo de mostrar que están ahí. Los bebés, que jamás han visto el mundo, no tienen almas desarrolladas que quieran observar el mundo; y las almas ancianas, que ya han visto mucho del mundo, vuelven al fondo del ser, cansadas, dejando de nuevo aquel color gris.

Por esta razón, cuando Charles Angevin nació, en medio de una familia de nobles, con terrenos y títulos desparramados en su camino, que sus ojos fueran grises no fue una sorpresa para nadie. Tampoco fue una sorpresa cuando pasó con su padre, con su abuelo, o con cualquiera de sus ancestros varones hasta el origen de la familia Angevin.

Cuando sus ancestros se volvieron adolescentes y sus ojos continuaban siendo grises, nadie se sorprendió. Cuando en su vida adulta permanecieron grises, nadie hizo pregunta alguna. Cuando ellos murieron, sus ojos siempre fueron grises, y nadie se cuestionó dónde estaban sus almas.

Los otros nobles lo consideraban un rasgo elegante. Los clérigos, una característica angelical. Las hijas de los lores lo veían como una cualidad atractiva de los hombres de la familia. De cualquier miembro de la familia, en realidad, porque desde la aparición de aquel extraño gen de los ojos grises, todo hijo que nacía de un Angevin era un varón.

Rumores entre los trabajadores de las tierras corrían, diciendo que los marqueses eran, en realidad, demonios que se alimentaban de plata, la cual se metía en su sangre y llegaba hasta sus ojos. Los sirvientes de la realeza los escuchaban y reían. Reían por la larga historia de alianza entre los reyes y aquel peculiar linaje que estaba a cargo de una pequeña parte del sureste del Reino Unido, manejando terrenos hidratados por los afluentes del río Medway.

Su sangre no se cultivó allí, pero tuvo que migrar y crecer en ese lugar cuando el bosque de Ashdown empezó a decaer y a ser dividido entre nobles y conquistadores, perdiendo de a poco la magia que la raíces de sus árboles enterraban en todo el Sussex oriental. Nadie se cuestionó por qué fueron tan lejos, cómo escalaron tan rápido o de dónde sacaron los recursos para formar su propio pequeño dominio y ganarse la aprobación de la realeza que venía desde el norte, desde Londres.

Los príncipes reían cuando sus mayordomos personales les contaban los rumores, hirviendo con fervor desde las cocinas de los palacios. Ellos lo comentaban con los duques, sus primos, y ellos reían también, y lo comentaban en fiestas con los marqueses, con los mismos Angevin. Un fulgor blanco aparecía en sus ojos cuando ellos reían también, entendiendo el temor que los vasallos tenían, y el respeto que generaban.

Cuando Charles nació, en medio del alboroto y el ruido de la Revolución industrial, solo fue un indicativo que una tradición de más de quinientos años seguiría en pie. Una tradición arraigada en una característica peculiar que solo pertenecía a los bebés y a los ancianos, pero que podía ser vista a través de toda la vida de un hombre con ese apellido.

¿Dónde estaban sus almas? En el mismo lugar que la de cualquier otro ser humano. En esencia, sus almas no eran distintas, y también se acercaban a sus iris para observar un mundo al que debían reaccionar. Pero no les daban color, no lo hacían porque no eran compatibles, en superficie, con la luz del sol. Requerían de otro tipo de luz, desde un ángulo muy específico, que generaría compatibilidades efímeras.

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⏰ Última actualización: Apr 09, 2021 ⏰

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