Roier abrió la autocaravana y entró.
―¿Papá?
El silencio parecía amenazador, pero las luces estaban encendidas. Entró e hizo una rápida búsqueda en el interior. Su padre no estaba allí, pero su cama había sido hecha. Se detuvo en el área de la cocina, estudiando el arma que estaba asentada sobre la superficie de la mesa.
Por lo general, su padre mantenía sus armas bajo llave. Las persianas de seguridad estaban todas bajadas, bloqueando la luz del sol. Eso era extraño. Un pinchazo de aprehensión lo apuñaló.
Se volvió y se dirigió a la puerta abierta para contemplar el bosque. Era tarde y el sol iba bajando rápido. No había ni rastro de su padre ni de su coche. Cerró la puerta y echó la llave. Podría haber osos u otros animales silvestres que no quería conocer de cerca y personalmente.
Caminó hacia la parte delantera y se sentó en el asiento del conductor.
La mala sensación se multiplicó por diez mientras miraba aquel metal sobre el parabrisas delantero y las ventanillas laterales de las puertas. ¿Por qué estaban bajados? Encendió el radio y se aseguró de que estuviera en el canal que normalmente usaba su padre.
―¿Papá? Vuelve. Soy Roier.
Aguardó, esperando que estuviera a su alcance. Las montañas eran accidentadas y dudaba que la antena en la parte superior de este tanque móvil llegara muy lejos. Podía haber ido a recoger provisiones, pero la estaba esperando. Algo estaba mal.
―¿Roier? ¿Eres tú?
Esa voz no pertenecía a su padre. La habitual irritación se alzó al identificar aquel acento.
―¿Maximus?
―¿Dónde estás?
―En la autocaravana de papá. ¿Dónde está él?
―Cierra las puertas. Hazlo ahora.
―No me des órdenes.
Se inclinó hacia atrás mientras los recuerdos amargos de su infancia brillaban en su mente. Siempre tuvo esa reacción ante el compañero de investigación de su padre.
―¿Dónde está mi padre? ¿Está él contigo?
―¡Escúchame, maldita sea! Bloquea las puertas y... ¿están las persianas bajadas? Por favor, dime que no las has abierto. Estás en grave peligro.
―Cerré la puerta después de entrar.
―¿Están las persianas todavía bajadas?
Él se quedó mirando el grueso metal.
―Sí.
―Bien. No sabíamos el código de tu padre para entrar. Esperábamos que tú fueras allí primero cuando llegases, y que después pudieses alcanzar nuestro campamento antes de que se pusiera el sol.
La voz zumbante de Maximus le crispó los nervios.
―¿Dónde está mi padre?
―Um...
Maximus se quedó en silencio. Él se tensó.
―¿Que está pasando?
―Tienen a tu padre.
Afirmó él suavemente.
―¿De qué estás hablando?
Una lista de razones por las que odiaba a Maximus le llenó la cabeza, empezando por la forma en que nunca podía escupir algo
directamente. Parecía disfrutar de molestar a los demás.
―¿Quién tiene a mi padre? ¿Fue arrestado? ¿Por qué fue esta vez? ¿Volvió a invadir una propiedad privada?
―¿Puedes ver su tablet? Ábrela y hablemos en vivo.
―¡Dime qué diablos está pasando y dónde está mi padre!
Su silencio fue deliberado. Se negaba a responder. Roier maldijo, colgando el radio y levantándose del asiento. La tablet se estaba cargando en el mostrador de la cocina y la encendió.
En pocos segundos, se recibió una solicitud de chat de video. Aceptó haciendo clic y miró al compañero de investigación de su padre.
Su aspecto lo aturdió. Su pelo estaba salvaje y su rostro generalmente redondeado parecía más delgado. Estaba en lo que parecía ser una sala de metal, y vió a dos personas agachadas detrás de él. Jaiden parecía como si no se hubiera cepillado el pelo en un buen tiempo y la cara normalmente rasurada de Mangel parecía tener varios
días de crecimiento. Ambos hermanos parecían agotados.
―Tienen un aspecto infernal.
Roier levantó la tablet, asegurándose de que el enchufe no se soltaba, y se sentó en la mesa frente al arma. Usó el arma para ayudar a apuntalar el dispositivo.
―Imagino que ese es el interior de ese nuevo tráiler del que mi padre me habló, ¿no? Parece industrial.
―¿Qué te dijo tu padre acerca de por qué estamos aquí?
Maximus se inclinó más cerca. Roier no estaba de humor para jugar.
―La misma mierda que dice siempre. Pensó que finalmente iba a tener pruebas sobre sus teorías. Sólo vine porque estaba muy nervioso. Ya ha tenido un ataque al corazón. Alguien necesitaba hablarle para darle un poco de sentido. Le habría llamado para preguntar cómo encontrarle más rápido, pero mi teléfono móvil no podía captar ninguna señal. Hablando de eso, ¿cómo es que podemos conseguir internet aquí?
―Es una señal de corta distancia que hemos creado.
Jaiden se inclinó más abajo, mirando la cámara por encima del hombro de Mangel.
―¿Estás segura de que las puertas están cerradas con llave y las persianas todavía están bajadas? Es importante.
―Déjame adivinar. Está oscureciendo y esperas visitas. — Roier se enojo más. ―Te voy a decir lo mismo que le dije a mi padre. Nadie en su sano juicio querría vivir aquí... incluyendo a los Vampiros. Teóricamente se aferrarían a las grandes ciudades con mucha gente, ya que se supone que beben sangre humana. Esto que hiciste fue un viaje de mierda. No hay ni un hospital cerca de aquí. ¿Qué van a hacer, genios, si mi padre enferma otra vez? Alguien tiene que cuidarlo porque ninguno de ustedes lo hará.
Mangel se inclinó hacia delante, acaparando la pantalla.
―Lo siento mucho, Roier. Creemos que tu padre está muerto.
El choque se sintió como si le hubieran golpeado el estómago. La negación fue instantánea.
―¿Qué quieres decir con que 'crees' eso? ¿De qué me estás hablando, Mangel?
Maximus lo empujó a un lado, mirándolo atentamente.
―Hemos encontrado 'caminantes nocturnos' (Vampiros) dañados.
Roier estaba a punto de perder la paciencia.
―¡No quiero escuchar esta basura! ¿Está perdido en el bosque o algo así? ¿Has llamado a los de búsqueda y rescate?
―Es cierto. — juró Mangel. ―Fuimos contactados por una fuente confiable a través de nuestro sitio web sobre un avistamiento de Vampiros. También dijo que algunas personas que él conocía habían desaparecido. Estaba seguro de que los Vampiros los estaban capturando.
Roier se resistió a rodar los ojos.
―Oh, ¿alguien de su sitio web se los dijo? Entonces debe haber sido cierto. ¿Cómo sabes que era fiable?
Mangel vaciló.
―Bueno, sonaba sincero y tenía detalles específicos, así que embalamos el equipo y nos dirigimos aquí. Sin embargo, después de
eso perdimos el contacto con él y estábamos preocupados de que le pasara algo. Llegamos hace seis días y fijamos nuestra trampa un día
después. ¡Atrapamos a cuatro de ellos!
―Son Vampiros. — susurró Jaiden temblorosa. —Los verdaderos.
―Eran más animales de lo que esperábamos. — agregó Maximus. ―También parecían mentalmente inestables, pero son alérgicos a la luz del sol. Los quema. Por eso tienes que estar seguro de que estás encerrado y las persianas están puestas. Es demasiado tarde para contactarte. Ya está oscureciendo. Vas a tener que permanecer allí hasta la mañana.
―¡Los Vampiros escaparon! — exclamó Jaiden. ―Tu padre ya te había llamado y dijiste que estabas volando hacia aquí. No estábamos seguros sobre cuando llegarías y no pudimos conseguir cobertura para el móvil, así que no pudimos advertirte de que te quedarás lejos. Ni siquiera sabíamos que habían escapado hasta que nos despertamos hace dos días. Eran demasiado fuertes como para manejarles de noche, así que sólo estábamos realizando pruebas sobre ellos cuando salía el sol. Entonces fue cuando descubrimos que tu padre había desaparecido.
―Nos encerramos dentro cada noche, afortunadamente. De lo contrario todos estaríamos muertos. — Maximus hizo una pausa. ―Lo siento mucho, Roier. Lo atraparon.
―Su coche no está. Debe de haber ido a comprar comida.
Roier se preguntó si el aislamiento extremo les había hecho saltar a las peores conclusiones posibles.
―Lo arrojaron en un barranco. — gimió Jaiden. ―Lo primero que hicieron fue destrozar nuestros coches. Y encontramos huellas donde empujaron al río el enorme aparejo que arrastra este remolque. ¡Nos han bloqueado!
―Está bien. — Roier estaba harto. — Probablemente este tipo que se puso en contacto, tiene amigos y entre todos están jugando seriamente con ustedes.
―¡No! ¡Todo es cierto! — le juró Jaiden. ―Esto no es un engaño.
―La autocaravana está bien.
Él echó un vistazo alrededor.
―El chasis no lo está. Lo comprobamos durante el día, una vez que nos dimos cuenta de que estábamos atrapados. Es imposible para ellos para mover la autocaravana. Había indicios de que se habían arrastrado debajo de él, así que dimos un vistazo. Tu padre había activado los pilares de emergencia en la autocaravana. Son seis patas que se aplanan contra el suelo. Es una medida de precaución contra los fuertes vientos y las grandes tormentas. Las ruedas no rodarán. Tenemos la misma configuración aquí. Es por eso que no han logrado matarnos aún.
Roier estaba oficialmente harto. Sus delirios paranoicos finalmente habían conseguido sacar lo mejor de ellos. A menudo su padre salía a toda velocidad a buscar suministros y su coche, ese
'trozo-de-chatarra-para-el-arrastre', probablemente se había averiado de
nuevo. Se negaba a gastar dinero en ello.
―La autocaravana tiene electricidad. ¿Ves las luces encendidas?
―Son los paneles solares. Te lo estoy diciendo, miramos debajo y arrancaron el cárter de aceite de la autocaravana. No estaba blindado con acero reforzado, tal como está el capó. —Maximus sacudió la cabeza. ―Estamos varados. Se han llevado todos nuestros vehículos.
Roier apretó la mandíbula, listo para empezar a gritarle a aquellos idiotas. Eran demasiado crédulos.
―¿Estuvieron fumando marihuana? ¿Le agregaron un poco de LSD esta vez? ¿Es así? ¿O acaso perdieron por completo sus malditas mentes? Papá probablemente fue a una ciudad más grande porque necesitaba reparar su coche. ¿Recuerdas Nuevo México? Me llamaste para decirme que creías que había sido secuestrado por un ejército de fantasmas. En su lugar, solo estaba esperando que le instalaran una nueva transmisión en un taller de reparaciones fuera de la carretera.
―Espera hasta que caiga la oscuridad. — dijo Maximus, de repente exhausto. ―Anoche intentaron entrar en nuestro remolque durante varias horas.
Jaiden se inclinó, poniendo su rostro cerca de la pantalla.
―¡No los dejes entrar! Sé que no nos crees, pero... ¡maldita sea!, encontramos Vampiros, Ro. ¡Son reales! Matan a sus víctimas rasgándoles la garganta y bebiéndose su sangre.
Una mala sensación se instaló en la boca del estómago de Roier pero no quería creer lo que tenían que decir. Durante décadas de búsqueda, su padre y su equipo nunca habían encontrado nada real. Seguro que no iban a localizar un Nido de Vampiros en medio de los bosques de Alaska.
―Hey, locos investigadores. — les interrumpió Roier. ―Ya he terminado de jugar este juego.
¿Dónde diablos está mi padre?
―Quizá no vayan a la autocaravana puesto que ya se llevaron a Vegetta.
Maximus la ignoró para mirar a Jaiden.
―Es posible que no encuentren tu coche de alquiler si hacemos mucho ruido y los mantenemos ocupados. Con la primera luz, podremos hacerlo juntos.
―¡Eso significa que nos atacarán de nuevo! — gritó Jaiden.
Entonces, Jaiden retrocedió y chocó contra la pared. El terror en su rostro parecía bastante genuino mientras miraba frenéticamente a su alrededor.
―¿Puede aguantarlo el exterior?
Maximus se puso de pie, acercándose a ella con las manos extendidas para agarrarla por los hombros.
―La carcasa del remolque tiene un espesor de cinco centímetros de acero sólido. Estamos a salvo. Mantén la calma. Lo construimos para resistir el ataque de un Pié Grande. Supuestamente son más grandes y más fuertes que los 'caminantes nocturnos'. Lo logramos las
dos últimas noches, ¿verdad?
Roier puso los ojos en blanco.
―¿Pié Grande?
Mangel se dejó caer en el asiento vacío de Maximus.
―Estábamos en la pista de pié grande, y tu padre había diseñado este tráiler después de oír sobre cómo esas criaturas estaban rompiendo algunas cabañas. Quería que estuviéramos a salvo. Es un contenedor de unos tres por ocho metros, equipado con todo nuestro equipo de monitoreo. Incluso tenemos un aseo y dos literas desplegables para tomar siestas.
―¡Oh, Dios mío! ¿Tiene ventanas? Tal vez están experimentando intoxicación por monóxido de carbono o algo así. Abran una puerta y dejen entrar el aire fresco. ¿Cuánto tiempo llevan encerrados allí?
Roier se preguntó si esa podría ser la razón por la que habían perdido la cabeza.
Un fuerte golpe resonó sobre los altavoces y las tres personas de la pantalla miraron hacia arriba, hacia el techo del contenedor de metal dentro del que estaban.
Los ojos de Mangel se abrieron de miedo cuando jadeó:
―¡Están de vuelta!
Jaiden comenzó a sollozar. Maximus la abrazó contra su pecho.
―¡Silencio!
―¿Dónde está el tráiler?
Roier se puso de pie.
―Ahora mismo voy hacia allí para probar que están locos. O su llamada 'fuente' sólo es un pendejo divirtiéndose a su costa. Han enloquecido. Necesitan abrir las puertas y los llevaré a un buen hospital en el que los tratarán de lo que demonios les pasa.
―Conéctalo con los monitores exteriores. — siseó Maximus. ―Muéstrale lo que estamos viendo.
―¿Me han oído? — La frustración de Roier se elevó. ―Dime dónde están en relación con la autocaravana y voy a por ustedes.
Mangel se giró hacia un lado y de repente su vista cambió. Podía decir por las imágenes de tonos grises que estaban usando las cámaras de visión nocturna. Los árboles eran vigorosos y claramente delineados, parecían estar instalados en un pequeño claro sin signos de civilización. La imagen cambió, pasando a otro ángulo de cámara. Un hombre estaba parado en lo alto de lo que parecía ser un remolque de carga, del tipo que generalmente iba enganchado a un aparejo grande. Era una vista desde la parte superior de la azotea mirando hacia abajo.
Roier frunció el ceño, mirando la espalda de aquella persona. Llevaba pantalones y una camisa oscura rasgada. Tenía el pelo largo hasta los hombros y desaliñado. Se dio la vuelta, mirando a la cámara mientras saltaba una vez, pareciendo probar el techo del remolque. La cámara nocturna le daba un aspecto muy pálido, y sus ojos parecían negros mientras examinaba la parte superior del techo.
Roier jadeó cuando, de repente, una segunda figura pareció caer del cielo al lado del primer hombre. El sonido fue fuerte cuando aterrizó y sucedió tan rápido que no lo había esperado. Era otro hombre, con el pelo casi tan blanco como la piel. Llevaba una camiseta oscura y pantalones vaqueros. Roier agarró la tablet con ambas manos y se hundió en el asiento.
La imagen cambió a una vista de la parte posterior del contenedor. Tenía puertas dobles, como cualquier otro remolque de grandes dimensiones que hubiera visto, y una mujer con un largo vestido negro trataba de separarlas con sus propias manos. Tenía el pelo oscuro, colgando hasta el culo, hecho un desastre.
El ángulo era desde arriba, y ella alzó la vista, casi como si estuviera mirando la lente de la cámara. Su boca se abrió, revelando unos colmillos afilados de aspecto retorcido.
―¡A la mierda! — susurró Roier.
El shock mantuvo su mirada pegada a la pantalla.
La mujer se parecía a algo salido de una película de terror con esa aterradora boca abierta. Se puso peor cuando se inclinó, saltando de repente. Su cuerpo pasó sobre la cámara, al menos cuatro metros por encima de ella, sus ropas fueron un borrón. Ella desapareció de la vista en un instante. La vista de la cámara cambió de nuevo a la parte superior del remolque, mostrando a los tres en el techo. Saltaron alrededor, los sonidos fueron fuertes e implacables. Sus movimientos erráticos y extraños le recordaron a Roier aquellas muñecas tipo marioneta siendo tiradas hacia arriba, sólo que no tenían cuerdas adheridas ayudándoles a saltar tan alto.
Cayeron con tanta fuerza que le hizo poner una mueca de dolor cada vez que sus pies golpeaban el metal. Debería haberles dolido, incluso haber roto sus huesos. La imagen cambió de nuevo, mostrando la cara de Mangel muy cerca de la cámara.
―¿Los viste? Sal corriendo ahora. — siseó Mangel ―Mientras ellos estén aquí.
―¡No! Sólo hay tres. El cuarto podría estar cerca de él. — De repente, Maximus estaba allí, arrancando la tablet de las manos de Mangel. ―Corren rápido, ¡maldita sea! Está demasiado silencioso sin el viento soplando y puede que oigan el arranque del motor. El sonido se transmite en estas montañas. Quédate allí hasta que salga el sol. ¡Eres la única esperanza que tenemos!
―¡Cállate! — siseó Jaiden. ―Escucha. Han parado.
Maximus volvió la cabeza, mirando algo a un lado de la cámara. Su boca se abrió.
―Se fueron. No los veo en ninguna de las cámaras.
Miró a Roier.
―Estás encerrado, ¿verdad? ¿No has abierto las persianas?
―¿Crees que nos oyeron hablar con él? — Mangel maldijo.
―¡Mierda!
Abandonó la tablet sobre la mesa.
El puro miedo recorrió a Roier y eso ayudó a ponerlo en pie, moviéndose rápidamente hacia la puerta lateral. La alcanzó y colocó en su lugar los pernos y barras que ayudaban a asegurar la puerta. Miró las ventanas, asegurándose de que todas las persianas de seguridad estaban abajo. Lo estaban.
―¡Roier!
Él volvió a la mesa y sostuvo la olvidada tablet.
―¿Qué?
Los ojos de Mangel estaban abiertos por el miedo.
―¿Estás encerrado con todas las persianas abajo?
―Sí.
―Quédate en silencio y apaga las luces. No quieres atraer su atención, si no saben que estás ahí. — susurró.
―Él dijo que las persianas están abajo. No pueden ver si las luces están encendidas o no. — susurró Jaiden. ―Cállate.
Roier no se movió. De ninguna manera iba a apagar las luces y sentarse en la oscuridad para asustarse con cada sonido.
Recordó aquel viaje de campamento en su duodécimo cumpleaños, cuando le dijeron que los Hombres-Lobo iban a venir, y el equipo de su padre había jugado con algunos aullidos grabados de lobo. Él casi se había hecho pis de miedo, sentándose frente a la fogata hasta que todos se habían reído, señalando los altavoces.
Luego había aquel otro momento en que habían dejado falsas monedas de oro alrededor de su cama cuando él tenía ocho años, diciéndole que los Duendes la habían visitado mientras dormía.
Diciéndole que había sido afortunado por no ser raptada por ellos. Se lo había creído hasta que se dio cuenta de que las monedas estaban hechas de chocolate, cubiertas de papel de aluminio.
Otras bromas que le habían gastado atravesaban ahora su mente, demasiadas. Le hizo pensar que esto tenía que ser otra broma. Podrían haber puesto material de archivo en imágenes de los 'llamados-Vampiros' y escenificado toda esta cosa.
A veces, había apestado ser el hijo de Vegetta, gracias a su padre y a su equipo de investigadores arrastrándolo por todo el mundo cazando criaturas míticas. Sólo se había detenido después de que él le exigió irse a vivir con su abuelo, para tener una cierta apariencia de normalidad.
Roier agarró su corazón martilleante y miró hacia la cámara.
―Son los peores. Déjame hablar con mi padre ahora. ¿Es esta una venganza por no conducir hasta Arizona para su cumpleaños hace dos meses? Algunos de nosotros tenemos que trabajar en puestos de trabajo reales en lugar de vivir del fondo fiduciario de mi padre, persiguiendo ideas locas de mitos. ¿Cómo fue ese último viaje de trabajo vuestro, de todos modos? ¿Acaso encontraron algún 'Chupacabras' ¿No? ¡Gran sorpresa!
Algo aterrizó en el techo de la autocaravana, lo suficientemente fuerte como para hacer que se meciera entero. Roier alzó la mirada y
abrió la boca.
―Silencio. — respiró Mangel.
Pesados pasos sonaron pisando fuerte por encima de él desde el área de la cocina hacia la parte de atrás, en dirección a la habitación de su padre.
Dejó la tablet, ignorándola, y agarró el arma de su padre.
El mango de la puerta que había utilizado para entrar en el interior se agitó, pero la cerradura se mantuvo. Algo chocó contra ella, sonando mucho como un puñetazo. Siguió un profundo silbido.
―No mames. — murmuró Roier.
Se puso de pie, solamente mirando hacia abajo para asegurarse de que estaba quitado el seguro de la pistola.
El pisoteo cesó por un segundo. Quienquiera que estuviera allí se dio la vuelta, caminando hacia atrás. Cada paso era lo suficientemente fuerte como para que él pudiera seguirle fácilmente.
Deslizó fuera el cargador de la pistola y comprobó la munición. Estaba cargada con munición real, no de fogueo. Había crecido alrededor de armas lo bastante como para reconocer la diferencia a simple vista. Deslizó el cargador de nuevo y revisó la recámara, viendo una ronda ya cargada.
―¿Papá? Esto no es gracioso.
Algo golpeó el cristal detrás de una de las contraventanas. El sonido le aseguró que probablemente hizo suficiente daño a la malla del cristal de seguridad. Eso tuvo que ser con un bate de béisbol o algo igualmente destructivo.
Su padre no le haría daño a su precioso 'Road Warrior', el apodo con el que había bautizado a su autocaravana, solo por gastarle una broma. Le había costado cientos de miles de dólares equiparlo de la manera que él quería.
―¡Guarda silencio! — increpó Maximus, su voz provenía de la tablet olvidada en la mesa.
Se volvió, mirando hacia abajo para ver a los tres miembros del equipo de su padre mirándolo, acurrucados alrededor de su cámara.
Alargó la mano y encontró el volumen, silenciándolos mientras se encontraba en medio del pasillo, con el cuerpo tenso. Un fuerte estruendo provino de la parte superior del techo.
En cuestión de segundos, se repitió, y en su mente, casi podía imaginarse a una de esas cosas haciendo con la autocaravana de su padre lo mismo que habían hecho con el otro remolque, esos saltos raros y extraños en el aire sólo para estrellarse abajo momentos más tarde. Un tercer fuerte estruendo y luego un cuarto, le aseguraron que uno de ellos parecía estar poniendo a prueba la fuerza del techo.
Roier miró el arma en su mano. De repente, La Glock 19 ya no la hizo sentir segura. La mantuvo bien sujeta y avanzó por el corto pasillo, yendo directamente debajo de los fuertes golpes desde arriba hasta llegar al armario del pasillo. Lo abrió de un tirón, apartando los abrigos para llegar al panel trasero oculto. El código de seis dígitos
siempre había sido su cumpleaños.
Abrió la caja fuerte y buscó la cartuchera de muslo. Apenas necesitó alrededor de un minuto para asegurarla y cómodamente deslizó el arma de fuego dentro del soporte, el peso de la misma
resultó reconfortante. Se sintió un poco más seguro agarrando el rifle Bushmaster ACR. Sólo tardó unos segundos en deslizarle dentro un
cargador. Sus manos temblaron mientras empujaba otro cargador por el frente de su camisa. Cerró la puerta del armario pateándola, luego abrazó el arma cerca.
―Tengo munición para osos. — gritó él. ―Si irrumpes aquí voy a abrir fuego contra ti. No me importa lo que diablos seas. ¡Tener agujeros rasgando a través de tu cuerpo va a arruinar tu diversión! Tengo bastantes rondas para convertir tu trasero en queso suizo.
Un grito femenino viniendo desde fuera hizo sacudirse a Roier, empujando su espalda apoyada contra el armario.
Tenía miedo de que pudiera disparar por puro pánico y presionó su dedo hacia abajo a lo largo de la parte inferior del arma. Utilizó su mano izquierda para cargar la recámara con una ronda por lo que estaba listo para disparar si la puerta lateral cedía.
Una segunda serie de pasos irrumpió más cerca desde lo alto y depronto sonó lo que parecía ser un cuerpo pesado cayendo de plano.
Él se estremeció, jurando que podía oír algo rascando el techo.
―¿Me escuchaste? — gritó aún más fuerte. ―¡Tengo munición real y te dispararé!
Algo golpeó contra la puerta, pero las cerraduras se sostuvieron.
No había ninguna ventana allí, y las persianas cerradas junto a él no le daban una vista exterior. Levantó las piernas, preocupado de que
sus rodillas pudieran derrumbarse debajo de él. La última cosa que quería hacer era caerse del susto. Oyó otro fuerte ruido sordo desde arriba, cerca de la parte trasera. Eso hizo que pudiera contar tres, ya que los sonidos de arañazos no se
detuvieron y la persona del otro lado de la puerta continuó golpeándola con lo que parecía un objeto pesado.
―¡Pendejos! — gritó Roier.―¡Suficiente! No estoy jugando. Tengo un arsenal en la espalda y estoy agarrando un rifle de asalto. Mi padre es un paranoico fanático de las armas que me hizo aprender cómo disparar cualquier cosa que use balas o cartuchos desde el momento en que pude caminar. No fallaré, y seguiré disparando. Puedo recargar más rápido de lo que puedes decir 'oh mierda'. ¡Llévate tu extraño acto de circo a otro lugar!
El silencio reinaba. Era misterioso y repentino.
Roier aspiró profundamente, soplando hacia fuera lentamente. Era posible que sus amenazas les hicieran reconsiderar la posibilidad de convertirlo en un blanco. Se mordió el labio inferior, relajando su agarre en el rifle. El peso de la pistola contra el exterior de su muslo parecía repentinamente pesado.
―Maldita sea. — dijo él con voz ronca.
Su padre y su escuadrón de frikis realmente habían encontrado un jodido Nido de Vampiros.
¿Qué estarán haciendo en medio de la nada, en Alaska?
No tenía sentido.
―Sal. — canturreó la escalofriante voz de un hombre.
Roier dejó de respirar, atrapando el aire dentro de sus pulmones. Sonaba como si un clavo se deslizara a través de metal por encima de él, desde donde la voz se había originado.
―Queremos jugar. — gritó una voz femenina desde el otro lado de la puerta.
―Y hacerte sangrar. — se rió otro hombre desde arriba.
―¡Y gritar! — agregó la mujer.
Roier se obligó a respirar y apretó el rifle, deslizando el dedo sobre el gatillo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Sonaban trastornados. Estaba tentado de decirles que entraran y averiguaran quién iba a estar sangrando, pero permaneció mudo, esperando para ver qué harían a continuación. Esta autocaravana era un tanque sobre ruedas. Su padre lo había diseñado para resistir contra cualquier cosa que él cazara.
Se movió rápidamente hacia el área de la cabina delantera, llegando hasta el panel de control que estaba montado en el techo justo encima del asiento del conductor. Leyó cada botón y pasó el
dedo sobre el que se llamaba Panic.
Roier dudó. La explosión de la sirena podría asustarlos. Debatió si debía presionarla. Otro escenario apareció en su cabeza.
Alguien puede oírlo y venir. Como los policías.
ESTÁS LEYENDO
𝓐lmas 𝓢alvajes 𓍼 𝓢pider𝓑ear.
Ngẫu nhiênAdaptación sin fines de lucro. VampLycans. ᯓ Todos los créditos a los Autores. ᯓ Artista del fanart: @lysyoco en x. ᯓ Shipp de cubitos.