Prólogo

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Éramos doce.

Doce a punto de correr la mayor aventura de nuestras vidas.

Doce a punto de emborracharnos hasta perder el sentido.

Doce a punto de vivir el mejor viaje que pudiéramos imaginar.

Pero nunca volveríamos a ser doce.

Estaba todo planeado, haríamos un crucero por el Mediterráneo, todos juntos, para despedir el instituto y comenzar con los mejores años de nuestras vidas.

Era una despedida memorable, se lo contaríamos así a nuestros hijos y nietos. Era una idea increíble para la que llevaba ahorrando desde que entré en el instituto.

Al principio iba a viajar yo sola, lo tenía preparado como una semana de relajación antes de comenzar a estudiar Medicina, una forma decente de darme una palmadita en la espalda por tantos años esforzándome para entrar a la universidad con una beca.

Al final encontré amigos y de alguna forma aquello se había convertido en una semana de juerga y desmadre.

Quizá por eso el último día de clase me encontraba tan nerviosa.

Estábamos los doce reunidos en el descanso, en el sitio que ya se nos había vuelto habitual. Hugo, Elisabeth, Han, Julen y mi hermano Fabián estaban sentados en el banco de madera y el resto lo estábamos en el suelo.

Chris jugaba con mi pelo intentando hacerme una trenza cuando mi hermano nos llamó la atención a todos.

—Genial, si ninguno quiere hablar, lo haré yo. Estamos a un par de días de la mejor semana de nuestra maldita vida y ninguno dice nada, ¿qué pasa? ¿No tenéis planes?

Karla saltó enseguida. Aquel día llevaba una falda vaquera corta para realzar sus largas piernas y provocar aquel efecto en mi hermano.

—Yo quiero liarme con un francés. En serio, ¿os imagináis lo que diría en la cama? —mi hermano abrió los ojos como platos, le di un pequeño golpe en la pierna para que se diera cuenta de lo que acababa de hacer.

Sí, mi grupo de amigos era un círculo de amor y desamor.

—No sé, pregúntale a Lea, ella se ha liado con medio mundo—dejó caer Koldo.

Le miré mal antes de que todo el grupo estallara en risas y yo me sonrojase.

—¡Sabéis que no es verdad!

Sí, había salido con chicos... de muchas nacionalidades. ¡Pero no me había acostado con ninguno! Por lo menos no con ninguno que no fuera español.

—Es verdad—rio Julen enfrente mío—. No recordáis que es la virgen Lea.

Gruñí.

—Bueno, ya está—acabó Chris—. Todavía no hemos decidido quién se queda en qué habitación.

Era verdad. Todos teníamos nuestras habitaciones asignadas, cinco en total, pero aún no habíamos decidido quién dormía con quién.

—¿Vamos a hacer habitaciones mixtas? —preguntó Koldo.

—¡Claro! Ni que fuéramos niños pequeños.

Claro, como Elisabeth salía con Hugo, le importaba poco compartir la habitación con un chico, de hecho, seguramente lo estuviera esperando. Pero probablemente, si no estuvieran juntos, habría salido en defensa de todas las chicas con que no podíamos dormir con los chicos porque estos eran muy cochinos.

La visión de Eli había cambiado.

Hugo la pegó más hacia él y le susurró algo al oído que hizo que ella se riese. Últimamente lo hacían mucho.

Riptide ||Completa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora