Día 5

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Chris me miraba cuando desperté. La habitación seguía estando iluminada. Intentaba disimularlo, pero había llorado. En una esquina Sara dormía, sentada en una silla.

Me dolía muchísimo el cuello y hacía rato que no sentía las manos al completo.

—Lo siento—dijo sin hablar, moviendo los labios.

Chris no tenía nada que sentir.

—¿Por qué? —pregunté igual.

Él negó.

Koldo se movió a mi lado, también estaba despierto.

—¿Te acuerdas del mechero de Caleb? —me susurró mirando a Sara. Asentí—. Lo tengo en el bolsillo, pero si quemo la cuerda lo olerá.

—¿Crees que se irá en algún momento?

—Espero que sí.

Sara se movió en la silla y acabó por despertarse. Paseó la mirada por la sala y sonrió.

—Buenos días—comentó alegre—. Veo que solo falta Fabián en despertar. Bueno, podemos despertarle, tengo que presentaros a alguien.

Repitió lo que había hecho ayer y golpeó a mi hermano hasta que despertó.

—Fabián, Fabián, yo no sabía que eras tan dormilón—rio.

Mi hermano y yo gruñimos a la vez.

—Vaya, tampoco sabía que erais medio perros, por eso de ladrar tanto. Si lo explico pierde la gracia, qué pena—habló rápida—. Bueno, a lo que iba, os tengo que presentar a alguien, esperad aquí—volvió a reír—. Tampoco podríais iros.

No tardó en desaparecer.

—Ayúdame a sacar el mechero—me susurró Koldo.

—No—advirtió Chris—. Va a venir con otra persona.

—Podré con ellos.

—No sabes si están armados. Guárdatelo, lo usaremos más tarde.

Koldo acabó por aceptar, a regañadientes.

De todas formas, tampoco le hubiera dado tiempo ya que Sara abrió la puerta de nuevo.

¿A dónde llevaría esa puerta?

Primero entró ella y detrás lo hizo un chico de aproximadamente veinte años. Vestía con el uniforme de los camareros de piso y su cara estaba llena de cicatrices.

Por favor no me digas que es...

—Chicos, ¿os acordáis de Max?

Los dos sonrieron enseñando los dientes.

Como dos verdaderos psicópatas.

Creo que todos nos habíamos quedado con la boca abierta.

Max había muerto, no podía estar allí. Los chicos habían su cuerpo. Chris le había visto morir incluso. Ese no era Max.

—Veo que sí—continuó—. Bueno, ¿qué? ¿Sorprendidos?

Ese no era Max. Había estado en su entierro.

—Tú no eres Max—murmuré, aún atónita.

—¿Ah no? —dijo él sin quitar la sonrisa, reconocí su voz—. Joder, yo que volvía a sentirme yo mismo.

—Te enterramos—susurró mi hermano.

—Enterrasteis un ataúd vacío, cariño. Yo no morí.

—Pero...yo...te vi morir—balbuceó Chris.

—Ah, sí, eso. Vaya, lo recuerdo de otra forma. Te sentaste a mi lado, mientras perdía las fuerzas y me dejaba morir, sí. ¿Sabes? Eres bastante despistado. Si aunque sea hubieras llamado a alguien quizá hoy no estaríamos aquí.

Riptide ||Completa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora