Un año mas, como de costumbre, Jake despertaba con una sonrisa en el rostro, tal vez ese no era su día ¡Pero hey! Era el cumpleaños de su mejor amigo.
La vida de un actor no era fácil, mucho menos últimamente que Heath había estado trabajando en una nueva película de la que todo el mundo hablaba y que millones querían ver ¿Jake? Él también ansiaba verla.
O ansiaba ver a Heath.
Su mañana era rutinaria, se levantaba de la cama, pasaba al baño, cepillado de dientes y un intento de peinado, bricaba hacia la cocina, tomaba una manzana y el guión que por alguna razón dejó ahí la noche anterior y salía volando, pero hoy había algo distinto que hacer, pues si, el cumpleaños de su mejor amigo era un evento que movía catastroficamente su agenda.
En vez de un intento de peinado, arregló perfectamente su cabello, se puso algo decente (que en realidad era esa playera de la que alguna vez Heath le mencionó que se veía lindo) y unos jeans, abrochó sus tenis, ignoró su libreto y vio su celular: ninguna llamada, ningún mensaje.
Salió por la puerta convencido de algo, darle el mejor cumpleaños como hacia cada año.
Pasó de aquí para allá por todo él centro comercial, pastel, velas, decoración (por que sabía que Heath era un ridículo y amaba las sorpresas) uno que otro regalo y demás.
Al volver a su departamento, se puso en marcha, todo se veía muy bien, las serpentinas colgaban del techo ¡incluso rodeaban la lampara y caían como cascada por la puerta de la entrada! El pastel estaba en la mesa y había un par de platos posicionados uno frente al otro.
Una botella reposaba en una pequeña cubeta con hielos y dos copas a cada lado, se puso un gorrito de fiesta para sorprenderlo y se sentó en el sofá a esperarlo, miró su celular una vez más.
0 mensajes.
0 llamadas.
Miró la hora, 10:45 pm.
Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, sabía que se estaba haciendo daño ¡Lo tenía muy presente! Pero ¿Entonces por que lo hacía?
Sus ojos se cristalizaron y bloqueó el celular con suavidad dejando el aparato en la mesa, subió sus piernas al sofá y las abrazó escondiendo en ellas su cabeza.
Sabía que Heath no llegaría ¿no?
Se levantó y caminó a la mesa mirando todo, el pastel, las velas, ese par de copas con la botella intacta, esa con la que solían brindar.
La tomó entre sus manos respirando con leve dificultad a causa de ahogar sus sollozos, como desearía que Heath estuviera ahí.
Sus lágrimas comenzaron entonces a caer por sus mejillas, su mano hacía tanta presión que lo único que pudo oír fueron los vidrios rotos cayendo al piso junto con la espumosa bebida, miró sus palmas, tenía unos cuantos vidrios en ellas y la sangre comenzaba a brotar de las pequeñas grietas.
Se sentía como estar en una película horrible pero no, esta vez no era sangre falsa ni vidrios de utilería. Era la vida real.
Gritó con todas sus fuerzas cerrando sus puños, dejando que los cristales se incrustaran en sus manos, con mucho dolor se acercó a la pared y golpeó su cabeza, quería despertar de esa maldita pesadilla de una buena vez, golpeó una, otra, una vez más... Pero parecía solo empeorarlo.
Tenía un hilo de sangre en el rostro y su cabeza no dejaba de chocar contra la pared, el color carmesí de ese líquido que ahora bajaba por su cuello era profundo, dejaba marca a su paso, le recordaba que estaba vivo. Que él si lo estaba.
Cuando todo pasó, había perdido sus fuerzas, su vista nublada y su falta de equilibrio lo hicieron caer al piso, se recargó en la pared mirando hacia la puerta, pidiendo verlo una última vez, pidiendo sólo una vez mas escuchar su voz y que todo volviera a la normalidad.
Y sí, alguien entró por esa puerta pero no era él. No era su chico.
—¿H-Heath? Heath... —Susurraba.
Michelle corrió hacia él para ayudarlo, tomó su rostro asustada, ese era un día difícil para ambos y aunque ella había sido su esposa, Jake era mas que un simple compañero de trabajo.
La mirada perdida de Jake se posó en los ojos de Michelle, no pudo hacer más que dedicarle una sonrisa, cerrar sus ojos y murmurar.
—Te extrañé, Heath.
Pues sí, a quien Jake veía no era a esa chica, era a ese hombre del que se enamoró, con el que pasó de la ficción a la realidad y con él que ahora podría descansar en paz.