Pt 1: Claudia

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Era primera hora de la mañana. La luz entraba por la ventana de la habitación. Claudia abrió los ojos lentamente. Entonces recordó lo que había soñado, y no pudo reprimir una sonrisilla. En su sueño, ella llegaba al instituto, y había una fiesta con globos, tarta y música. Suspiró, pues sabía que no pasaría nunca. Nadie nunca se acordaba del cumpleaños de Claudia. Nadie nunca se acordaba de Claudia.
-¡Claudia! ¿¡Quieres bajar de una maldita vez!?-gritó su madre desde el piso de abajo- ¡como suba te vas a arrepentir!
-¡L-lo siento mamá, ya voy!
Claudia bajo las escaleras. Aún estaba medio dormida, así que tropezó un par de veces. Se comió su tostada lo más rápido que pudo, y al cabo de 10 minutos ya estaba lista. Se miro al espejo por última vez. Llevaba el horrible uniforme del instituto. Por lo menos, a ella se lo parecía. Consistía en un jersey azul marino y una falda cuadros blancos, demasiado corta para su opinión. Claudia era una chica muy bajita, con el cabello largo y oscuro. Ella era heterocromática, tenía un ojo de cada color. Su madre decía que era una enfermedad, pero claudia no estaba muy segura de ello. Sus ojos marrones y azules se escondían tras unas grandes gafas redondas. Su piel era clara, muy clara, y tenía pecas por toda la cara. Suspiro por decimosexta vez en la mañana, cogió sus cosas y se dirigió a la parada del autobús.
-El autobús al infierno- pensó.
Antes de salir de casa, su madre le había dado una hoja de papel escrita. Parecía una lista, pero Claudia no le prestó mucha atención.
-Mírala, te va a servir de mucho, Claudita.- Le había dicho su madre. Claudia la quería, pero esta no parecía parecía sentir lo mismo por la hija. Desde que Claudia tenía memoria, su madre habia preferido a su hermano, Arturo. Arturo era 2 años mayor que Claudia. Según su madre, era más listo, mejor en los deportes, cantaba como los ángeles, y varias cosas más que Claudia no podía recordar.
En ese momento, absorta en sus pensamientos, Claudia se dio cuenta de que el autobús ya había parado. Bajo y atravesó el largo patio hasta llegar a su aula correspondiente.
- Bonjour mes élèves*- dijo alegremente Cristine, la profesora de francés. Por alguna razón, los lunes estaba más animada. Empezó a soltar su rollo incomprensible. Claudia se acordó del papel que le dio su madres. Lo sacó y lo empezó a leer. Se sorprendió al ver que era una larga lista de nombres. Nombres que conocía.
Se leía lo siguiente:
María Ruiz Alameda
Thomas del Val Castillos
Paula Cuenca Puertos
Ivan Leal Pérez
Pablo Esteban Martin
...
Claudia creyó que era una lista de los niños de su clase, pero desde luego no conocía a ningún Ivan. Pensó que al llegar a casa lo investigaria más a fondo...

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