(Re) Encuentro

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No quería irse. No quería dejarlo ahora que se habían encontrado por casualidad otra vez. Quería pensar que había sido el destino que hizo que sus caminos se cruzaran.

Su mirada tenía la misma calidez que en su juventud, su sonrisa era igual de radiante. Su voz... su voz sonaba tal cual la recordaba, haciendo que su corazón latiera igual que antes y como nadie lo había hecho latir después. Pudo sentir las mismas mariposas en el estómago cuando sus brazos se fundieron en un largo y necesitado abrazo.

Conversaron sobre sus vidas, sus trabajos, sus familias... y ahí fue cuando la realidad pareció darle un puñetazo en la cara.

Ver el anillo en su pequeña y pálida mano le dolió. Y quiso por un momento fingir que recibía una llamada de emergencia de la oficina para poder irse. Pero no lo hizo. Y sintió como los pequeños fragmentos de su corazón, medio recompuesto, se separaban otra vez; rompiéndolo. Los recuerdos lo invadieron: Las veces que tomados de la mano, se escapaban juntos de clases para ir a besarse a los baños, sin que nadie los viera; las idas al cine; los helados gigantes y las tiernas noches de videojuegos que con el paso del tiempo, dejaron de ser tiernas; los toques insinuantes y obscenos; los besos húmedos y necesitados. Todos los te amo y promesas que se hicieron y nunca se cumplieron.

Él le rompió el corazón con su cobardía al no asumirse. Al ocultarlo tras la fachada de mejor amigo. Al hacerlo a un lado para casarse con una mujer, sólo porque todos le decían que era un buen partido y porque así podía guardar las apariencias.

Él estaba devuelta ahora, con su cabello igual de alborotado y negro, sus lentes gruesos y tomando su café cortado con las mismas 4 cucharadas de azúcar. Acariciando sus dedos con suavidad y sutileza... con miedo, igual que hace 10 años.

Y le dolía. Quería llorar. Y correr de ahí, pero al mismo tiempo, quería quedarse por siempre, lanzarse a sus brazos, darle un beso posesivo y mostrarle al mundo que él era suyo, que siempre lo fue y lo será, pese al anillo en su dedo. Porque ese esa su lugar. Él era su lugar. Pero se contuvo. Y no hizo nada de aquello. Dejó que la tormenta en su interior se quedara ahí, oculta, atrapada y rompiéndolo. Como siempre. Y le sonrió, amable, a todas sus historias, mostrándole el adorable hoyuelo de su mejilla con cada sonrisa.

Al despedirse, prometieron volver a verse e intercambiaron números. Park ChanYeol se fue pensando en lo cruel que era el destino al hacerlos encontrarse así, como si nada entre ellos hubiera pasado. Se fue creyendo que todo había sido una dolorosa casualidad, sin saber que las casualidades no existen y que si se encontraron, fue porque él, KyungSoo, su KyungSoo lo había estado buscando desde hacía un año porque ya no soportaba su vida falsa, su matrimonio y, por sobre todo, su ausencia. 

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Esta historia corta la escribí hace poco, para mi blog de escritura.

PD: la vida (y las historias) no siempre tiene finales felices.

Casualidad / CHANSOO // DrabbleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora