Éramos diferentes. Todo el mundo lo decía, no teníamos el mismo pelo, ni el mismo color de ojos, mucho menos los mismos gustos.
Discutíamos por todo y más cuando el quería tener razón, nunca nos poníamos de acuerdo. Éramos como el ying y el yang, pero eramos mitades que encajaban perfectamente como piesas de un rompecabezas; Todo de el me gustaba, hasta su nombre me parecía único, encajaba perfecto con el, como todo su ser, como con sus ojos cafés, su mirada, su sonrisa aún que no sonreía seguido, su inteligencia y ese carácter, aún cuando me volvía loca. Una persona que me hacía sentir bien, poco a poco nos fuimos metiendo en la vida del otro y yo... me fui enamorando cada vez más, creo que fueron sus palabras, en la forma que me trataba o solo en la manera que me hacía sentir segura cuando estaba conmigo.
Me perdí en su mirada, esos bonitos ojos café, café que quita el sueño, café de produce desvelos, me enamoré de esos ojos que tal vez no me miraban a mi, pero al verme, brillaban un poco y eso para mi, ya era suficiente. Un día lo tuve acostado sobre mi pecho, sobre mis piernas, acariciandole el pelo, me transmitía tanta tranquilidad comentando cosas que para el son importantes. Aún que todo se estaba yendo al carajo, mi lugar seguía siendo el. Todos tenemos a alguien que nos mueve todo por dentro, para mi, ese alguien era el, nadie más que el.
Y cuando un par de ojos te atrapan, por más que te esfuerces por salir de su encanto, no podrás hacerlo.
Aún cuando yo hable en pasado en esta mini historia, el esta presente en cada uno de mis días, por que sigue conmigo físicamente y sus ojos cafés me tientan a no dejarlo, a no dejar de mirarlos.Sigo diciendo que somos diferentes, pero somos mitades.