I: Harmatia

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-El mundo no ha sido bueno contigo-. Killian se acerco, con un andar que lastimaba la sensible audición de Walter. La resonancia magnificada por el dolor y el miedo, iba cargada de una advertencia de peligro en cada pisada, lastimaba sus oídos y alertaba su sentidos.

Quiso levantarse del suelo, donde se encontraba contraído de dolor y aterrorizado.

Killian continuo, lúdico. Seria quien le brindara su agnagorisis a este héroe.

-¿Por qué sigues actuando de esa manera?-. Se puso de cuclillas, para poder mirar su herido rostro. Al hombre se le contrajo el pecho. Y el joven puso cara de no comprender lo que salía de su boca.
Lo hizo ponerse de pie, casi cargándolo, y habiendo que sostenerlo para que no cayera de vuelta. Tomo su mentón con una delicadeza que no parecía propia de él, Beckett esperaba brusquedad.

-¿Crees que sacrificarte es suficiente?-.

Al menor le temblaba la mirada, también pudo notar un ligero temblor en su labio inferior, de donde un hilo de sangre caía.

-L- lance... -. Suplico, con una voz ligera y aguda. Era en lo único en lo que podía pensar y clamar por ello.

-Sterling. - Soltó el otro, como escupiendo el nombre. -Se encontró con la ineludible factura de los daños que ha causado, pero tú-.

El menor cerró lo ojos, esperando su sentencia. En cambio, sintió una caricia en sus labios. Abrió los ojos con pánico, encontrando su rostro cercano; La mirada fija, y ese pulgar paseándose por sus labios, limpiando la sangre, pero con sumo interés. Como si al hombre le llamara la atención la herida goteante.

Se tranquilizó un poco, y a penas lo hizo, un impacto en su nuca le nublo la vista. Walter se vio sumido en la inconsciencia, y no fue capaz de escuchar lo que vino, o tal vez no lo recordaría.

-Tú no te mereces esto-.

(...)

El chico nunca fue muy afortunado, él y Sterling volaban a dúo hace muy poco. Coincidía con el hecho de su ataque. ¿Era posible tal casualidad?

Lance Sterling, por otro lado tenía estrella, por si quedaba duda.

Parecía invencible y era imparable. En el sendero de sus victorias, sus enemigos se contaban por montones. Montones que eran desechados de su mente como simples envolturas que servían únicamente como rastro para testificar su hazañas.
Muchos de ellos, o lo que quedaba de ellos, se pudrían en esa cárcel, rencorosos y a la espera.

Algunas cosas del pasado de Sterling regresaban en forma de fantasmas vengativos. Como Killian; La voluntad de toda una organización criminal mermada.
Pero eso no importaba. Eran criminales, y Sterling el héroe. Y era probable que el chico Beckett lo viera igual: Su caballero de dorada armadura, derrotado por el dragón que ahora lo mantendría cautivo.

(...)

Una intensa resequedad en la boca lo despertó; incómodo y adolorido, como si hubiera dormido sobre rocas y baches. La amargura en su boca le impedía despegar el paladar de la lengua. Necesitaba agua, pero al abrir los ojos y no reconocer el lugar en el que estaba, entro en pánico. La sed paso a segundo plano, era la punzada de dolor que le atravesó la cabeza lo que ahora lo aquejaba.

-¿Lance? ¡Lance!

Pero Lance no respondía, no lo haría. Unos pasos que ingresaban se lo recordaron.
Se abrió una línea de luz dorada en la habitación oscura.

Ese fantasma vengativo había vuelto por él, una vez más.

El recuerdo le golpeó, causando estragos a su adolorido cuerpo; un escalofrío recorriendo su espina dorsal, y que al final, se volvió adrenalina.

AbrazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora