Capítulo Único

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Algo pequeño que escribí anoche mientras no tenía electricidad.

Sé que los fantasmas no sienten, pero no se preocupen mucho por eso así como lo dijo MXTX en una oportunidad. Piensen que el amor lo puede todo.

Espero les agrade, disfruté mucho escribiendo al punto de vista de Hua Hua, y disculpen de antemano los posibles errores y/o incoherencias.

La imagen de portada pertenece a RO78SX1GX0sNBT9 en twitter

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Está oscuro.

Hua Cheng está más acostumbrado que nadie a la oscuridad; a la absoluta soledad, a la expectativa de que nada ocurrirá, al rechazo continuo, a la frustración que no se cansa de agitarlo sin piedad, al silencio que ya no lo daña. Y fue todo eso (incluso mucho más que ninguno puede llegar a imaginar) lo que lo volvió el fuerte, respetado y temido ser que hoy es.

Él es el rey fantasma, una de las cuatro calamidades más poderosas de los tres reinos, y algo como simple oscuridad no es nada... Más bien, la oscuridad ya es parte de él.

Por ello, no le extraña encontrarse sumergido en un mar oscuro que pareciera no acabar, en un silencio puro y desgarrador, en la soledad sin reparo, arropado de nada más que frío que ya no puede hacerle daño... En otras palabras, a sentir nada.

Sin embargo, algo es diferente esta vez.

Empieza por una calidez que los fantasmas no tienen el privilegio de experimentar. Aparece en sus costados y se va acentuando alrededor de su cintura, como un anillo de fuego que lo ata sin brusquedad. De hecho, es acogedor y Hua Cheng no entiende en primera estancia qué está pasando.

Luego... Surgen golpeteos contra su pecho. Uno tras otro, bum bum, constantes y suaves que poco a poco le van resultando familiares. Aún no lo comprende, pero no se niega a las intrusas sensaciones.

No es todo para su fortuna, pues un aroma sin igual se cuela sigilosamente en sus fosas nasales; huele a hiervas, a la mismísima primavera, a inciensos baratos y a telas viejas... Es la sencillez pura y Hua Cheng finalmente comprende qué ocurre.

Y cuando abre su único ojo... Hay una presencia que descansa plácidamente a su lado con los brazos alrededor de su cintura, con el pecho palpitante apegado al suyo, con el cabello suelto que desprende su aroma favorito... Su único Dios, su más grande amor que tiene la gran fortuna de llamar esposo.

La luz de la estancia es tenue, iluminando con ráfagas débiles el santuario que los ha acogido durante años, y Hua Cheng disfruta de la imagen frente a él como si fuera la primera vez, siempre dichoso de compartir un espacio tan acogedor con su persona más preciada.

No se conforma con sólo mirar. Se acerca con delicadeza, incapaz de interrumpir con el sagrado descanso de su alteza, y posiciona sus labios sobre la frente descubierta. Es suave, es dulce, es un tacto íntimo y significativo que produce cosquilleos en sus labios. Gustoso, dejándose llevar por el aleteo de las mariposas en su estómago, Hua Cheng deja un pequeño beso.

Las consecuencias de sus actos ambiciosos se manifiestan con unas risitas escurridizas que son como caricias a los oídos de Hua Cheng... La risa de su alteza es única, más hermosa que cualquier cascabel, y Hua Cheng suplica a su Dios por más ofreciéndole de sus humildes besos; besa la frente, las mejillas ya rosadas, la nariz repinada y hasta se toma el atrevimiento de marcar el expuesto cuello.

(Evita los labios con el deseo de seguir disfrutando de las tiernas melodías)

Y el efecto es más del esperado, no sólo hay risitas sino que también una vocecita soñolienta menciona su nombre con inmenso cariño...

Los fantasmas no sienten, pero Hua Cheng como su rey atravesará todos los límites posibles por su Dios, su esposo encantador que ha jurado amar por toda la eternidad.

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Cinco SentidosWhere stories live. Discover now