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—Ni voltees, solo... No Lo hagas. —Dijo jadeantemente su hermano no tan hermano de sangre, en tono amable—. Pórtate mal cuando quieras.... Yo voy a corregirte...

—Para Albert... Por favor pa...

En instante la mano de Albert no la ha dejado terminar. Esta atrás de Isa, meciéndose desnudo, penetrándole con los pantalones abajo en su propia cama. Astrid siente el ardor entre sus piernas, más aun como la quema por dentro, una y otra vez... ¿Y si grita por ayuda? No... no puede, sabe bien que la esperaría después, ¿además a quien le creería? A penas va a cumplir trece años, a esa edad hay que sacar provecho para mentir. Aunque le encantaría que fuera mentira.... Mejor si fuera una cruel pesadilla. Solo que esto no esto no es así, el dolor es demasiado real. Acto seguido la peor parte comienza. Su hermano ha comenzado a besarle el cuello, mientras lo hace con más fuerza, Isa ha cerrado los ojos, los ha apretado con fuerza. No quiere sentir como la lengua de su propio hermano resbala por su cuello, siente asco. Se siente sucia por dentro... hasta le han dado ganas de vomitar. Cerrar los ojos es lo mejor que puede a hacer ahora. Mirarse al espejo que se encuentra al costado de su cama en la pared terminaría arrojando la cena. Y no... no quería observar tal espectáculo. Suficiente era sentirlo.... Si sentir como la violaba. Sentir olor del sudor de su hermano, —a veces muy pocas veces, apoyaba su frente sudorosa en la espalda de Isa—. Sentir su respiración agitada, todo absolutamente todo quedaba grabada en su memoria. Empezó a sollozar ahogadamente, sin embargo la mano de su hermano era gigante, si quería podría taparle la cara y ahogarla con una sola mano. Claro si quisiera... pero era una de las cosas que se encontraba en los miedos de su imaginación pobre de Isa. Las lágrimas empezaron a resbalarle por los ojos, estos recorrieron traspasando la muñeca de su abusador hasta caer en las sabanas. Por lo menos una parte de ella ha podido huir. Huir... huir era un deseo inimaginable desde el primer día en que su hermano la corrigió por primera vez. El muy cabron se ha dado cuenta de sus lágrimas, y desde el espejo ha empezado a reír silenciosamente por un instante. Isa no lo vio, pero lo escucho. Solo quiere parar con esta mierda... ya falta poco.

— ¡Mierda!—musito Albert mientras estremecía todo su cuerpo—. Lo bueno siempre termina rápido, ¿Verdad?

Isa no contesto. Tampoco iba a hacerlo. Solo quería que se largará del cuarto lo antes posible, Ya no soportaba su presencia, su voz, cada palabra que soltaba del momento, su aliento a tabaco. Sus besos en la espalda... sus besos ensalivados en el cuello, necesitaba bañarse. ¡Y urgentemente!

—Bueno...—se interrumpió mientras se subía los pantalones—. Cómo lo de siempre Isa, Tu callada y yo callado... Siempre es bueno evitarse problemas. Y bien sabemos que no te gustan los problemas ¿verdad?—Isa no respondió, se sentía a salvo acurrucándose entre sus brazos, mientras apretaba con más fuerza los ojos, a Albert le daba igual igual, sabía que era su hermana, pensarlo aún, era una situación tentadora a la vez excitante cómo en los vídeos porno que miraba cuando tenía doce años, y sus títulos eran cada vez más provocantes. "Padre reprime a su hija cachonda" "madre se coge al amigo de su hijo" pero ver uno de esos títulos asqueantes para otros, para Albert era una delicia, era como encontrar oro: "Hermano mayor le enseña a jugar a su hermana cachonda". Al notar cómo isa apretaba los ojos, Él se inclinó hacia ella asomando su rostro contra la de Isa y agregó—: Lo bueno siempre termina rápido.

Después de haberse despedido con un beso en la mejilla, Isa intentaba desintegrar el beso húmedo con la palma de la mano, lo hacía con coraje de rencores que sentía en el pecho, sollozó nuevamente arrugando las sábanas, entonces recordó nuevamente su beso amigable, su beso que creaba repulsión en todo su cuerpo, está vez usó las uñas quizá así quitaría su sentir. Pero sabía que era inútil.