Mírame por siempre, Mieli.

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La batalla estaba en su punto más álgido y estábamos rodeados.

¡Silencio, sólo le había pedido silencio a Rakan! Pero claro, ¡el señorito se aburre y se tiene que poner a cantar!

Nada más escuché el primer verso de su canción, sobre una bastaya de nueve colas que seduce a los hombres en el río, le arrojé una pluma a sus pies para alertarle, pero ya era tarde.

Un explorador había dado la voz de alarma, y de entre la penumbra que emergía de la construcción sagrada, surgieron decenas de acólitos de las sombras.

Pese a que no era el plan inicial, me sorprendí al ver a Rakan lanzándose al centro de la sala, provocando que todos los enemigos saltaran contra él.

"Perfecto" pensé. Arrojé mis plumas en arco atravesándoles en la caída, para recogerlas antes de que tocaran el suelo, volviendo a apuñalar a los acólitos, que cayeron alrededor de Rakan como muñecos de trapos.

Observé extrañada, Rakan se revolvía en sus piruetas victoriosas, entre los cadáveres de los acólitos, pero... Había sido demasiado fácil.

Me acerqué con cautela, poniendo todos mis sentidos a trabajar. No había más movimiento.

Moví uno de los cadáveres con el pie, eran jóvenes, casi niños, que habían terminado prematuramente con sus vidas por defender un pacto roto por un demente, maldito Zed. Eso significaba que eran pupilos, no sabían pelear, pero los habían puesto a defender... O tal vez no había nada que resguardar.

Me llevé el dedo a los labios, pidiéndole silencio al ruidoso de mi compañero, quien bajó las orejas y se puso en guardia. Sonreí mientras él miraba alrededor. Me encantaba verlo tan protector, me daban ganas de patearle la rodilla, o saltar sobre él para llenarle de besos. Pero, ¿en qué demonios estaba pensando? ¡Si a penas lo conocía de hacía unas semanas! No era el momento, ni el lugar, para pensar en eso.

Caminamos en sigilo y observamos perplejos el poco movimiento que había por ahí. Vimos a un par de niños practicando con unos maniquíes con sombrero verde y a algunos profesores en actitud relajada dando órdenes y consejos.

Eso era una escuela y debíamos esconder los cuerpos. 

Agarré a Rakan de la capa y lo lleve veloz hasta la sala de nuestra cuestionable batalla. Recogimos los cuerpos y los cargamos hasta el exterior, lo suficientemente escondidos como para que no los encontraran hoy, pero a su vez, no tardaran más de una noche en dar con ellos.

— Aquí no hay nada que nos interese —le dije a Rakan, que descargaba el último cuerpo tras un matorral de frutos rosados.

—Tenían madera del bosque Lhardi, ¿lo viste? —Rakan parecía emocionado, lo miré con cara de pocos amigos—. ¡Esa sí que era una buena madera para un buen trono para un bastaya como yo! —se quedó pensativo y de golpe saltó sobre mí, abrazándome—. O para una reina como tú.

—Ag, Rakan —le dije ruborizada, mientras me zafaba de su abrazo.

Nos habíamos conocido semanas atrás, en ese ruidoso pueblo, desde entonces no había parado de seguirme. Reconozco que al principio me molestaba bastante, una intenta hacer las cosas de la manera más racional posible, pero es muy difícil con alguien que tiene serrín en vez de cerebro. Aunque... he de reconocer que a veces los planes no salen como una quiere, y es entonces cuando la espontaneidad era la salvadora del espectáculo, ¡Ag, ya empezaba a hablar como él!

Me mordí el labio inferior inconscientemente al mirarlo, y él pareció notarlo. Me erguí y hablé con gesto adusto:

—Tendremos que dirigirnos hacia las cascadas, si aquí no está lo que buscamos es porque lo tienen escondido en alguna caverna —le dije, evitando mirarle a los ojos.

Mírame por siempre, Xayah.Where stories live. Discover now