Dos...
Esa era la regla general.
La guerra y el amor se llevaba a cabo entre dos.Dos bandos, dos partidos, dos personas, dos.
¿Acaso no se podía simplificar y hacer todo más sencillo?
Uno.
Guerra y amor para uno.
Fracaso y victoria, bien y mal, odio y perdón para uno.
¿Por qué no?
Al menos eso era lo que pensaba Carla en esos momentos mientras miraba su delicada mano extendida, como si quisiera tocar las estrellas...
Cerró los ojos y empezó por sentir el palpitar de su corazón.
Latía una y otra vez con un suave compás que llegaba a sus oídos como las olas a la arena.
Sentía su respirar y casi podía ver cómo entraba el aire en su cuerpo.
Estaba tan relajada que se sentía flotar...
Posó su dedo índice sobre la frente y empezó a moverlo lentamente hacia sus carnosos labios, haciendo leve escala en sus párpados algo cansados, así como en su algo respingada nariz.
Su pulso empezaba a acelerarse como si fuese al compás de una canción de esas que hacen erizar la piel.
Sus dedos continuaron deslizándose por su cuello, como si bajaran por una pendiente sin vuelta atrás, hasta llegar a un par de colinas color arena.
Ahí la expedición se hizo interesante, pues aunque no tenía frío había tensión en ellas.
Subían y bajaban al son de la respiración.
Carla jugaba con sus sensaciones y las yemas de sus dedos se acercaban sin atreverse a tocar.
- No, aún no... -
Siguió naufragando en su cuerpo, paseando por su sensual abdomen, dando una... dos... tres vueltas por su terso ombligo.
Sus piernas comenzaban a cobrar vida y permitían descubrir el camino a Venus.
Las falanges eran escurridizas...
La música en su cabeza iba subiendo el ritmo y empezaba a sentir un cosquilleo.
Sus labios se separaron levemente para permitir la entrada del aire en forma de deseo.
Carla sentía que el sol se asomaba, haciendo que la tierra en Venus fuese cada vez más cálida.
El agua empezaba a evaporar y el manantial fluía poco a poco humedeciendo todo a su paso.
Vida y muerte escuchaban el llamado pronunciado entre susurros.
El paso abría y cerraba sus misteriosas puertas.
Una luz se acercaba cautelosamente y los ojos de Carla se iban nublando.
Sentía electricidad empezando a subir desde la planta de sus pies hasta su cerebro.
Un volcán, sí, un volcán a punto de estallar era lo que sentía...
En aquellos momentos de éxtasis nada importaba. Se sentía fuera de sí, casi celestial...
"la petite mort..."
.
.
.- ¿Y la pandemia?
- A la mierda la pandemia.