Capítulo 47

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Durante mi cortísimo rato a solas y sin ganas de arrepentirme por aquella precipitada decisión, le marqué a mi asistente de la sesión para pedirle que buscara contactos en la ciudad que desearan planificar mi pronta mudanza sin objeciones por el tiempo. De paso me disculpé con él tras dejarle un poco de trabajo en domingo.

Salí de inmediato del hotel y me encontré un poco más temprano con algunos de mis colegas. No deseé rememorar la videollamada de Moon, así que usé todo mi día libre para distraerme con otras personas a las que no estaba del todo acostumbrado. Funcionó, sin ninguna duda.

Seis de nosotros partimos a la calle y anduvimos con tranquilidad para aprovechar que el día resplandecía por lo alto. Algunos tomamos fotos, otros escribieron notas o realizaron múltiples comentarios sobre la pequeña ciudad o el trabajo. Fuimos apasionados con los múltiples temas de conversación; incluso pude ampliar un poco algunos de mis pequeños horizontes y mencionar algunas tendencias de actualidad.

Llevaba rato sin salir con gente de mi edad con las que compartiera gustos. Durante un buen tiempo solo fuimos Jonah y yo.

Debo recordar que existen más personas.

Y era muy divertido y refrescante ser más consciente de eso durante mi estadía en aquella playa. Me dejé llevar por las conversaciones y las actividades grupales. Todas ellas de acuerdo con lo planeado. Más fotos, lugares interesantes por conocer, un par de museos, pláticas en bancas de la calle y más tarde en un buen restaurante.

Todos mis acompañantes mencionaron sus planes a futuro. Algunos querían ser parte oficial de las revistas más prestigiosas del país, otro par más quería volverse tendencia pronto con alguno de sus conceptos. Yo mencioné las galerías y mi pequeño interés por lo documental. Algunos me secundaron en la idea.

Ver tanto entusiasmo me devolvió parte de las esperanzas en mí. Como ellos, también quería ser alguien. Y aunque mi nombre poco a poco estaba viéndose impreso en unos cuantos lugares, seguía sintiéndome como nadie. Los ánimos en nuestra mesa sirvieron para que comenzara a fijarme un poco más en los objetivos que se vieron un tanto interrumpidos desde meses atrás.

Tenía cosas que hacer y para lograrlas, debía estar despejado, estable, acompañado de la gente correcta.

Conversamos durante varias horas sobre una cantidad de temas y anécdotas innumerables, siempre había alguien que tenía algo interesante qué añadir. Reímos, comimos, nos divertimos, bromeamos mucho e incluso apostamos un poco sobre quiénes de nosotros obtendrían sus objetivos más pronto.

Me encogí en la silla cuando la mayoría expresó abiertamente que me veían como uno de los primeros en sobresalir. Llegué a admitir en voz alta que no me esforzaba demasiado —como ellos— y que por ese motivo yo no era tan merecedor como los que trabajaban duro por sus sueños. Me levantaron un poco la autoestima diciéndome que parara con el autodesprecio intencional y que lo que yo hacía tenía una perspectiva bastante interesante.

Cuando nuestras gargantas se secaron un poco y los meseros ya respondían con dificultad a nuestras peticiones de agua, pagamos la cuenta. El sol ya se estaba ocultando y con ello, las ganas de ir a un karaoke a calentarnos la garganta incrementaron. Al estar en una zona céntrica solo tuvimos que caminar unas cuantas cuadras, guiados por Google Maps y un par de compañeros que habían estado ahí antes.

Una de las chicas quería bailar. La otra quería cantar y la secundó un tipo con el que se veía cercana. Yo pedí que la conversación continuara mientras ellos ambientaban, pero los últimos dos querían hacerlo mientras bebíamos. Con una risa forzada acepté, aunque les expresé que no bebería mucho. Ellos estuvieron de acuerdo conmigo y prometieron hacer lo mismo, puesto que a tempranas horas de la mañana todos tendríamos que estar en la playa, fotografiando, supervisando o confeccionando.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora