Estaba tumbada sobre la cama, repasando todas las cosas que, probablemente, olvidaría más tarde. Ya me había quejado a mi madre de que no quería cambiarme de insti, alejarme de mis amigos y de mi familia y que por supuesto iba a extrañar a todos los compañeros que había tenido.
-Karol, baja ya, es hora de desayunar - escuché la voz de mi madre en el piso de abajo, ese sería el último día que vería a mis amigas, Sofía y Natasha las mejores chicas del mundo, las que habían estado conmigo desde que nos conocimos hacía seis años, cuando teníamos siete.
Mis padres habían dicho días atrás que nos mudaríamos, aún no lo creía y lo que menos me esperaba es que nos fuésemos a otra ciudad, pensé que nos moveríamos unas cuantas casas, pero no. Ese día era sábado, yo estaba completamente segura de que al día siguiente ya no estaríamos en esa morada, bajé a desayunar adentrándome en mis pensamientos. Me senté y mi madre me sacó unas tostadas con mermelada, puse una cara larga y ella se extrañó
-Que pasa cielo, ¿no te gustan las tostadas? - la miré, molesta
-Mamá, sabes exactamente lo que pasa. - ella me miró sin entender y yo resoplé - ¡Es por la mudanza! Estoy cansada de que siempre pase lo mismo, nos hemos mudado tres veces ya, esta es la cuarta, llevó aquí desde los seis años, ya he hecho amigas y además ¡aquí estamos prácticamente al lado de los abuelos y los tíos!
-Escucha, Karol, sé que es difícil, pero la vida es así cariño, a tu padre le han trasladado el trabajo y ya sabes que él se lo toma muy enserio por que yo no trabajo, debemos aguantar cielo, si no no podremos pagar la comida, el agua, el gas y más cosas que usamos a diario, ¿o acaso crees que el dinero cae de los árboles?
Unté un poco de mermelada mientras mi madre me soltaba ese discursito que había escuchado miles de veces, mordí la tostada y la saboreé mientras Amanda se puso a recoger un poco la cocina. Bebí un trago de mi zumo de naranja y encendí el móvil, miré las fotografías que nos habíamos hecho mis amigas y yo.
Esa era mi imagen favorita, nos la hicimos hace unos meses, antes de que me derrumbaran por completo mi ilusión, miré una foto de ellas dos solas, Sofía estaba con su habitual peinado, un moño alto y Natasha tenía el pelo suelto, las dos éramos morenas con ojos verdes, mientras que Sofi era rubia de ojos azules, siempre estábamos juntas y les iba a echar mucho de menos. Sin darme cuenta una lágrima resbaló por mi mejilla y me la sequé rápidamente.
Cuando acabé de desayunar salí al jardín y tomé un poco el sol, después volví a entrar y me vestí, me puse un mono morado y fui a dar un paseo por el parque. Me senté en un banco y admiré a los niños jugar en los columpios y las barras, se notaba que eran felices, por un momento pensé en invitar a mis amigas, pero supe que después me dolería más irme. Me levanté y a mis pies llegó una pelota
-Perdona, ¿me la pasas? - alcé la vista y vi a una niña delante de mi, asentí, me agaché, cogí la pelota y se la dí - gracias, ¿como te llamas? - me agaché un poco para estar a su altura
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Nuestros colores
FantasyKarol se va a mudar a una nueva ciudad, va a dejar atrás todos los buenos recuerdos con sus amigos y familiares para empezar de cero en un nuevo instituto, donde no conoce a nadie y no sabe nada sobre nadie, pero... a lo mejor no es tan malo como lo...