Bramido del Mar

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Un día más con la luz del sol golpeando mis ojos a través de la ventana de la oficina, trabajando o pretendiendo que lo hago desde horas muy tempranas, con el cansancio como acompañante tras muchas noches sin poder conciliar el sueño, lleno de incertidumbres y frustraciones sin saber qué hacer, más que seguir en la monotonía de actividades robóticas a las que yo y mis compañeros estamos acostumbrados. Aparentando con la costumbre un "Buenos días" y una sonrisa vacía que nadie puede comprender.

Largos ratos llenos de silencio, solo interrumpidos por las llamadas telefónicas que llegan de vez en cuando, cerca o lejos. Pocas palabras se cruzan entre los presentes, que viven en un mundo alterno dentro de las imágenes de una pantalla, que consume nuestros minutos, absorbiéndonos desde que inicia la mañana y que nos escupe a la realidad al final de cada jornada.


Yo, tratando de ver un poco de esperanza en los pocos brillos humanos que apenas se distinguen, buscando un nuevo aire que motive mis pies a seguir caminando por el sendero de lo inesperado. Siendo objeto de burla de una lejanía física que codifica nuestros sentimientos en simples líneas translúcidas. Ver como las luces encendidas sobre mí, apagan las ilusiones de un porvenir deseado. Cerrar los ojos e idealizar en despertar en otra realidad, en otra vida.

No poder aislar las emociones controladoras de mi raciocinio y dejar que sea conducido a la vorágine de la insensatez, considerar que las experiencias vividas son sólo la inanidad de mi existencia, dejar que momentos de tranquilidad sean perturbados por el desvarío que va y viene, los aires de un delirio que va creciendo y siendo más concurrente en mis días. La salida parece estar localizada en un punto distante, las soluciones tapadas por nubes de incertidumbre.

Anhelar con escuchar palabras de aliento que sorprendan y calmen un alma en pena, pero saber que nunca llegarán. Amistades remotas y displicentes, de quienes puedo discernir el comportamiento, un reflejo de las circunstancias cotidianas y de las actitudes recibidas. Pocas voces que quieren sacarme de las arenas movedizas, pero que no logró por el fango en mis oídos.

Los últimos días han estado llenos de componentes de negación, aluviones de males inherentes dentro del intersticio del sistema nervioso. Escozor psicológico que afecta la cerviz e incita a la pesadez de la visión, respirar el aire cargado de aromas atormentados por el pasado y escarbar por alivio al reposar el occipucio sobre el soporte plástico superior del asiento.

Llenarme de ideas de que lo único que persiste como resolución definitiva es buscar a una sola persona, la única que puede sacarme de este predicamento, la que siempre me aconseja, pero no escucho por las demás voces que rondan mi sistema auditivo. Entender en el fondo del subconsciente que hay que atacar el fuego con fuego para acabar los días de solitudes.

La única manera de sacar el galeón a flote, fuera de los caudales desenfrenados, es solicitar la asistencia al mejor navegante de tempestades emocionales, escondido en la popa del navío tras la sublevación de los tripulantes, esperando como corsario la aprobación para encauzarse hacia la piratería legalizada, el que ayudará a volver al curso adecuado, ese el capitán, el que tiene el timón, pero en las sombras de los rincones. El que está cada vez que me postro frente al espejo. La persona que necesito soy yo.

Por eso hoy, quiero despedirme de un mundo de mentiras, de la ilusión de una felicidad inalcanzable y dejar pasar al dueño de tiempos pasados. Gobernante de las aguas más frías que el mar del ártico. Con temple fuerte y seguro, rostro serio y con ausencia de empatía. Con la bandera de la lógica como su estandarte y un porvenir visto claro por el sextante.

Hoy ya no quiero seguir en lo mismo, ya me he aburrido de combatir tanta malicia con bondad, ser el alma apacible que deja pasar todo y se ha distanciado de su verdadera naturaleza por querer ver lo que nunca fue real. Hoy acabaré con los sentimientos de soledad, abrazando la soledad, escuchando lo que debo oír, mirando lo qué debo ver, encontrando la mejor vía para continuar. Estando lejos.

Porque hay que trabajar la propia salvación, sin depender de nadie más.

Bramido del MarWhere stories live. Discover now