Cap. 1

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"Querido Joao"

¿Recuerdas el día en que nos conocimos?
Es curioso porque yo estaba sentada hablando con unas amigas y cuando tu entraste me pareciste tan alto que, aún yo siendo de una altura mediana, me sentí chiquita a tu presencia.
Tenías una pinta rebelde pero anónima, como si no te importara llamar la atención de nadie y te sentaste atrás mío después de cruzar miradas por un segundo.
¿Sentiste lo mismo que yo al vernos? Mi cuerpo parecía chiquito, y mis ojos se agrandaron como si se hubieran dilatado.
Tu me miraste un segundo que parecieron eternos que quemaron con gentileza cada parte de mi cuerpo.
Me gusta creer que sentiste lo mismo, y que por ello te acercaste a mi para pedir prestado mi cuaderno de apuntes.
No era la mejor estudiante del salón, pero habías venido con migo, y me habías hablado.

Dejé de escribir y miré al cielo agotada, una sonrisa demasiado débil apareció en mi rostro y amenazaba con gotear en mis ojos.
Pensar en aquel día me ponía sentimental, éramos tan jóvenes que la inocencia de verlo de esa forma me causaba algo de risa y ternura.
Joao era un muchacho inteligente, solía debatir con los profesores sobre los temas y siempre que lo hacía, todos nos volteabamos a verlo y yo usaba aquella excusa para verlo mejor. Al final, cuando terminaba de hablar todos volvían su vista al frente pero Joao me regalaba una sonrisa cómplice antes de dejarme ir.
Joao tenía la sonrisa más hermosa que jamás había visto en mi vida.

Para cuando me di cuenta, tenía los ojos empañados en lágrimas. Lo extrañaba demasiado y verlo de lejos y solo por fotografías que solía subir de vez en cuando no era suficiente.

Quería hablar con el, quería saber cómo estaba, quería saber si estaba estudiando aquello por lo que estaba esforzándose mucho y si aún salía de fiestas o peleaba con sus hermanas.
Quería saberlo todo, de repente me había llegado esa necesidad de necesitarlo de vuelta y no precisamente por curiosidad, por querer averiguar si todavía existía aquel sentimiento.
Si no más bien, porque estaba consciente de que aquel sentimiento jamás se había ido y ahora estaba más vivo que nunca.

Pero no podía hablarle, por cobardía y temor a una respuesta que rompiese mi corazón, como quizá yo lo habría hecho antes con el.

Mis lágrimas continuaron cayendo en silencio, a estas alturas ya no servía para llorar y era seguro que para mañana estarían hinchados y me dolería la cabeza después.

Nunca más, pude conocer a alguien que me robase el corazón de la misma forma en que me lo había robado Joao.
Y quise contárselo todo, quise explicarle el porque había roto aquel hilito que nos conectaba y quería enmendar y reparar nuestra burbuja.

Buscaba entre mis escasos pendientes el más bonito para que me veas cada día, y como no sabía maquillarme recogía mi cabello en dos coletitas para que cuando jugase con ellas tu te rieras de mi y me regalaras un pedacito de tu felicidad.
Quería ser tu amiga más que cualquier otra cosa que cualquier jovencita pudiera soñar, pero nunca supe acercarme a ti, y tú pronto dejaste la escuela dejándome abandonada...

Recordé el último día que lo vi, no hablaba con nadie y su mirada parecía tan perdida que me sentí preocupada por el.
Para cuando me arme de valor y quise preguntar, alguien de secretaria vino por el y dijo que tenía que retirarse por alguna urgencia.
Tomó sus cosas, y con prisa y sin despedirse de nadie, salió del salón sin saber que no volveríamos a vernos al día siguiente, ni el siguiente, ni el resto de los dos últimos años que nos quedaban de escuela.
Dejé de ponerme pendientes en las orejas y dejé de peinar mi cabello en coletitas, es más, mantuve mi cabello suelto desde entonces sin encontrarle gracia a querer arreglarlo nunca más.

UNA VEZ, EN AQUEL LUGAR...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora