La Última Vela

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—Ese era el último invitado — suspiró la madre del cumpleañero —, Kakashi, Iruka, lleven todos los juguetes a la habitación y prepárense para dormir.

Mientras la mujer caminaba a la cocina, el padre de Kakashi veía el futbol por la televisión a unos metros de los niños. Iruka parecía bastante entusiasmado juntando los autos, guantes, aviones y camiones que había ocupado junto a los invitados para celebrar el cumpleaños de Kakashi.

— ¡Iru-chaaan! — Llamó Kakashi, quien permanecía sentado en el suelo —, recuerda que hoy dormirás conmigo — dijo atrevidamente mientras movía las cejas.

—Baka — pronunció Iruka al lanzarle un auto al torso.

Obviamente el rostro del niño moreno se coloreó, pero para evitar al tarado de su amigo se dirigió a la escalera llevando los juguetes al dormitorio, y así evitar la molestia de la madre de Kakashi, o los reprendería a ambos.

— ¡Pero dijiste que lo harías! — reclamaba siguiéndole los pasos hacía el segundo piso —. Además es mi cumpleaños, no me has dado mi regalo, y no hay más habitaciones, ni más camas.

—Dormiré con el perro.

—Los delfines no se llevan con los perros — le debatió.

Las objeciones de Kakashi persistían efusivamente siguiendo a Iruka, apoyándose en una promesa que le hiciera hacía ya un mes, cuando se enteraran de que los padres de Iruka no estarían para la festividad. Kakashi, pidiendo hablar con el padre de Iruka, como si tuviera 25 años, olvidando sus siete años, que le permitiera a su hijo quedarse en su casa, que si era necesario le dejaría su cama solo para él, sin mencionar el trozo de pastel más grande. Por supuesto que se avergonzó al escuchar la estrepitosa risa del padre de Iruka, que hasta lágrimas le sacó, aunque de todas maneras el señor Umino aceptó. El mismo Kakashi le contó a Iruka sobre aquello, pero Iruka le dijo que compartirían la cama, ya que, no concebía verlo dormir en el sofá, menos si él era el invitado.

—P-pero, sólo los casados pueden dormir juntos — habló Kakashi con vergüenza, rascándose la cabeza y mirando al suelo al simplemente imaginar la escena —, además... tu... yo... juntos...

— ¡No pienses estupideces, bakashi! — gritó Iruka golpeándolo en la cabeza.

De verdad le palpitaba fuerte el corazón. Mientras se cepillaban los dientes, después de que le dieran un golpe por querer ver al moreno mientras se colocaba el pijama, no dejaba de ilusionarse por la emoción de dormir juntos. Qué haría Iruka, qué haría él, qué es lo que se debía hacer cuando se está en la misma cama con alguien que te gusta.

—Me gustas... — murmuró con vergüenza Kakashi aún con el cepillo en la boca.

—No empieces eso... me recuerda a la vez que lo dijiste en frente de toda la clase

— ¡No iba a permitir que Anko bailara contigo! — alegó con rabia al recordar la escena.

— ¿Qué parte de que los hombres no pueden bailar juntos no te quedó claro? Naruto-sensei, el maestro, te lo dijo, pero tú seguías tan obstinado... como siempre —suspiró.

—Él es sólo un idiota que habla como Sannin.

En tanto caminaban al dormitorio de Kakashi iban discutiendo de aquello y de cuando no se opuso a que su nuevo compañero de banco fuera Itachi. Llegando al dormitorio, tras recorrer un pasillo de no más de tres metros, Iruka no le dirigía la palabra a Kakashi. Cómo se le ocurría decirle que le coqueteaba a Itachi. A caso no era el mismo Kakashi quien no se despegaba de Gai durante la clase de taijutsu con tal de simplemente ver quién era el mejor en ello, eso le parecía peor traición. Viendo su situación, el pequeño de hebras de plata, y de lo hundido que estaba, se disculpó. Lo que menos quería es que Iruka se molestara con él, menos al conocer que el moreno también poseía una terquedad y memoria del demonio.

Tomando la iniciativa, agarró la morena mano y la condujo hasta la cama. Ambos se sentaron sobre la cama, estaban como paralizados, las miradas fijas, las mejillas rosadas, las murallas como observando el espectáculo. Iruka hizo el primer movimiento, se inclinó poniendo sus manos en el cobertor y gateando se le acercó lentamente a Kakashi, para que estando frente a frente con el de alba faz dirigirle desde lo más profundo de su corazón, las únicas palabras que podían expresar aquello, y que en medio de su ignorancia en lo que los mayores llamaban amor, echó al vuelo palabras sencillas y tiernas.

—Feliz cumpleaños, Kakashi. Me gustas.

Mediante lentos movimientos se acercó a Kakashi, queriendo imitar algo que hacía su madre y que a su padre le hacía muy feliz, que sin importar lo cansado que llegara, ello le devolvía la vida; le besó en los labios.

Sin saber tampoco Kakashi que decir, escarbaron ambos entre las sabanas y se acomodaron, al mismo tiempo que unos centímetros de distancia los separaban. A Kakashi le consumía la vergüenza, sentía tan fuerte su corazón que tenía miedo de que Iruka escuchara por los latidos lo nervioso que estaba. Pero pese a todo estaba feliz, quizás más que nunca, era la primera vez que Iruka se atrevía a decírselo, y era el primer beso de su vida. Olvidó al instante los juguetes, los invitados, el pastel, los globos, la piñata, para guardarle la última vela que se consumiera en la inocencia de su corazón.

La Última VelaWhere stories live. Discover now