-¿Compraste lo que te pedí?- Me pregunta mi madre, levantando la voz desde el baño.
-¡Si, lo dejé en la cocina!-
Si mi padre aún estuviera aquí, algo tan absurdo como hablarnos a gritos desde distintas habitaciones le habría crispado los nervios. Dentro del conflicto de Emociones que siento, la libertad de poder expresarme agusto sin miedo cae hacia el lado positivo.Me acerco hasta la puerta del baño justo cuando mi madre sale al rellano. Está visiblemente cansada, pero hace lo posible por descimularlo. Sin venir a cuento, se acerca, me da un beso en la cabeza y sigue hacia su habitación. Es decir, la de invitados, que ahora cumple las funciones de habitación de soltera.
Lo de 《soltera》 es un oxímoron en si mismo. Digamos que el estado civil de mi madre está desde meses en un limbo burocrático. No puede ser viuda de alguien que no ha muerto, pero tampoco le es posible divorciarse de alguien que ha desaparecido.
Mi madre ha pasado 5 meses adaptándose a la rutina de tener dos trabajos para poder pagar las facturas, mis estudios y nuestros gastos habituales. Por las mañanas trabaja en el hospital, donde consiguió que le establecieran un turno fijo en enfermería después de varios años alternando horarios inhumanos, y las tardes las pasa organizando actividades en la residencia de mayores Baezley.
Mientras tanto, yo intento sobrellevar esa Soledad que otros chicos de mi edad verían como un privilegio.-No entiendo por qué tienes que hacerle magdalenas a esa gente- le digo a mi madre mientras la sigo escaleras abajo. Echo un ojo a mi reloj. -¿No tienes que estar en la residencia en media hora?-
-Se llama educación, Milo.
Pongo los ojos en blanco a su espalda mientras murmuro con una mueca lo mismo que acaba de decir.-Se llama modelo del espacio-tiempo- replico cuando llegamos a la cocina. -Tardas 10 minutos en llegar hasta allí, lo que significa que tienes que preparar, hornear y decorar las magdalenas en 20 minutos.
Mi madre rebusca en la bolsa que he traído y extrae la harina y los huevos que he comprado. Abre un armario y coge el azúcar y la levadura. Después saca la leche y la mantequilla de la nevera. Todo ello ignorando mis lógicas dudas respecto a que pueda cumplir su propósito sin llegar tarde al trabajo.
Escucho de fondo la música que tiene en la televisión que he dejado encendida, así que me dispongo a ir a apagarla justo cuando mi madre parece lista para revelarle su secreto.
-Tengo un as bajo la manga- me dice.
Yo me pregunto si ese as es una varita mágica y dónde la ha tenido escondida estos 14 años. -No las voy a decorar.
-Sigue sin darte tiempo a...-Y las vas a hornear tú- me interrumpe, desvelando lo que no parece un as sino una temeraria fe incondicional en mi capacidad para no convertir su buena acción en un incendio que arrase Shea Terrace y salgamos todos en las noticias de las 9.
Cierro los ojos con paciencia, esperando a ver si se da cuenta de los fallos que tiene su plan. Como no responde, comienzo a negar ligeramente con la cabeza, después más rápido y finalmente se escapa un sonoro 《no》de entre mis labios.
-Milo, tengo muchos fallos como madre-
Asiento arqueando las cejas y ella hace un gesto de indignación. -Pero creo que he sido capaz de criar a un chico que puede abrir el horno y sacar un par de bandejas cuando este aparato tan mono que tengo preparando comience a sonar.Quiero llevarle la contraria, pero eso significaría reconocer que soy un inepto. Y si, lo soy. Pero no puedo ir por ahí mancillando mi propio ego si algún día pretendo ser un adulto, si con suerte estoy equivocado y no muero antes.
-Sigo sin entender la función de todo esto- añado, dando por sentado que he perdido la batalla. deberían ser ellos los que nos traigan un pastel o algo a nosotros, ¿no? Son ellos los intrusos que llegan a un territorio desconocido.
Deberían demostrar que vienen en son de paz y que nuestras mujeres y niños están a salvo.
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•𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝑸𝒖𝒆 𝑫𝒆𝒋𝒆 𝑫𝒆 𝑳𝒍𝒐𝒗𝒆𝒓•
RandomMilo es tímido, introvertido y esconde sus heridas al mundo. Alex es atrevido, espontáneo y solo tiene miedo de sí.