Dan los encontró esperando al pie de la escalera. Una llamada de sus padres casi había logrado que llegara tarde, pero cuando les aseguró a Paul y a Sandy que había llegado bien y que sus amigos Jordan y Abby lo estaban esperando abajo, su madre lo había dejado ir con una pequeña exclamación de felicidad. Detrás de Jordan y Abby, algunas de las luces del vestíbulo titilaban. Jordan estaba apoyado sobre una de las grandes columnas blancas que sostenían el arco. Saludó a Dan desde lejos con una mano cuando lo vio acercarse, mientras balanceaba una linterna en la otra. Abby traía una sudadera de color turquesa y se había atado el cabello en una cola de caballo. —Hola —susurró, mirando alrededor—. Vimos pasar a un prefecto hace unos minutos, pero a nadie más desde entonces. ¿Estás listo? Dan asintió y se sumó a sus amigos bajo el arco. Jordan probó la linterna, dirigiendo la luz hacia cada uno de ellos. —Última oportunidad para regresar y hacer algo sensato. Como beber en mi habitación y mirar Thundercats. Abby arrugó la nariz y lo golpeó suavemente en el hombro. —No vas a echarte atrás ahora. Además, podemos hacer eso después. —Te tomo la palabra —murmuró Jordan, siguiéndolos hacia el pasillo sombrío y silencioso— porque definitivamente voy a necesitar un trago después de esto. Dan entendía a qué se refería. Ahora que estaba ahí, sentía tantos nervios que casi estaba mareado. No era una sensación precisamente agradable, pero era mucho mejor que el tipo de ansiedad a la que estaba acostumbrado. Caminaron sigilosamente por el pasillo desierto, pasando frente a una cartelera de corcho con avisos y actividades, máquinas expendedoras y un elevador desvencijado que no funcionaba. A medida que avanzaban había menos luces, y para cuando llegaron a la puerta de la vieja oficina se encontraban casi en total oscuridad. Jordan elevó la linterna para iluminar la puerta y a Dan se le fue el alma a los pies: estaba claramente cerrada con un candado. Y el cartel que Félix había mencionado resultó ser un anuncio que decía PROHIBIDA LA ENTRADA escrito con letras rojas y de aspecto serio. Creí que se trataba de una situación de acceso fácil —susurró Jordan. —Les juro… —¿Félix le habría mentido? ¿Con qué objeto?—. Deben haberse dado cuenta de que los estudiantes estaban entrando y la cerraron. Maldición. Lamento haberlos arrastrado hasta aquí. —Bueno, bueno; no te pongas tan triste —Jordan sacó un clip de su bolsillo y comenzó a enderezarlo. Cuando terminó, metió un extremo en el candado y comenzó a moverlo suavemente—. Solo espero que sepan que me deben mucho más que Thundercats por esto. —Muy impresionante — susurró Dan. Había visto forzar cerraduras en televisión, pero no se comparaba con la adrenalina de ver a alguien hacerlo en la vida real. —También puedo hacerlo con una horquilla —Jordan sonrió, deteniéndose un momento. —¿Pueden bajar la voz? —Abby miró por encima de su hombro. —Tu respiración se escucha más que nuestra conversación —Jordan se mordió el labio inferior con un suspiro impaciente y el candado temblando en sus manos. —Tal vez podrías apresurarte un poco más — murmuró Dan. —Lo hago tan rápido como puedo. Esto es un arte. No se puede apresurar el arte —pequeñas gotas de sudor aparecieron en su frente, humedeciéndole las puntas del flequillo—. Solo… casi… —Dan oyó un clic casi imperceptible—. ¡Te tengo! —Jordan guardó el clip en el bolsillo de su sudadera y colgó el candado abierto del aro de la puerta. Empujó, pero la puerta no se movió. —Maldición, está atascada —dijo—. Ayúdenme… Dan y Abby apoyaron sus manos sobre la pesada puerta y empujaron. Al principio parecía que esta hacía fuerza hacia afuera, pero luego comenzó a ceder. Después de un último empujón, se abrió con una sacudida. Una nube de polvo se arremolinó y salió a su encuentro como un suspiro aliviado, como si una energía contenida finalmente hubiera sido liberada. Y tan rápido como apareció, el polvo se disipó, probablemente menos denso después de la visita de Félix. —Uf, qué asco —Abby se tambaleó hacia atrás tosiendo y cubrió su boca para evitar aspirarlo. —Huele como la casa de mi abuelo —dijo Jordan con voz apagada, porque su mano también estaba cubriendo su boca. —Probablemente ya no limpian aquí —Dan entornó los ojos intentando ver en la oscuridad más allá de la puerta. Jordan movió la linterna de un lado a otro, iluminando una especie de sala de recepción amplia. —¿Cuándo creen que haya sido la última vez que alguien trabajó aquí? —¿Durante la Edad de Piedra, tal vez? —bromeó Abby. Ella y Dan encendieron las luces de sus teléfonos celulares y los tres entraron en la oscura habitación. Las luces emitían pequeños haces blancos y azules, pero no eran suficientemente brillantes como para combatir la oscuridad. Avanzaron más hacia el interior. Poco a poco fueron distinguiendo algunos detalles: a la izquierda, un mostrador bajo donde podría haber estado una secretaria; a la derecha, un banco acojinado fijado a la pared; lámparas de techo austeras, carentes desde hacía mucho tiempo de focos que funcionaran. Frente a ellos, en la pared que estaba al otro lado de la habitación, había una puerta delgada con una ventana de vidrio opaco. —Esto es una locura —susurró Jordan, acercándose más a sus amigos—. Es como si… es como si todo estuviera suspendido en el tiempo. Como si un día simplemente se hubieran marchado —pasó por delante de Abby y Dan en dirección al mostrador y se asomó para ver qué había detrás—. Teléfonos, máquinas de escribir, todo. —Deben haber cerrado repentinamente —dijo Abby. Se dirigió junto con Dan hacia la puerta de la oficina interior. La luz de la linterna brilló por encima de su hombro, permitiendo a todos ver mejor las letras que se habían despintado en el vidrio de la puerta. D CT R RA F D —¿Qué opinan? —Dan se acercó más, estudiando las letras y tratando de llenar los espacios en blanco mentalmente—. ¿Será la oficina del director? —Es lo más probable —coincidió Abby—. ¿Crees que esté abierta? —Hay una sola forma de averiguarlo… —conteniendo la respiración, Dan acercó su mano al picaporte y notó que había huellas visibles en el polvo, las cuales desaparecieron bajo su palma. Rastros de Félix, seguramente, quien debió haber entrado, ya que hasta ese momento Dan no había visto fotografías. La puerta cedió rechinando suavemente y se abrió hacia adentro sobre bisagras apretadas. —Guau —escuchó susurrar a Abby. —Lo mismo digo —murmuró Dan. Quitándose el polvo de las manos, entró primero, mientras Jordan lo empujaba un poco desde atrás. Era justo, ya que en realidad, todo este viaje hacia lo desconocido técnicamente había sido su idea. Entraron en una oficina que hubiera sido espaciosa de no ser por la gran cantidad de libreros y ficheros que la ocupaban, sin mencionar pilas y montones de papeles sueltos. Dan tropezó con una lámpara de pie caída y recuperó el equilibrio sujetándose de la esquina de un gran escritorio.
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ASYLUM
HorrorPara Dan Crawford, el programa de verano para alumnos sobresalientes es una oportunidad única. Al llegar al lugar, la residencia a la que debía ir estaba cerrada, por lo cual todos se quedan en Brookline, lo que solía ser un hospital psiquiátrico. E...