週末の二人Shuumatsu no futari(Fin de semana para dos)

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        El primero en despertar fue el peliazul. Después de llegar a casa del pelirrojo la noche anterior, lo único que habían alcanzado a hacer fue ducharse y cayeron rendidos: la entrenadora no tuvo piedad de ellos. El corazón de Kuroko se aceleró un poco al ver el rostro relajado de Kagami. Por fin después de algunas semanas de estarlo planeando, pasarían todo el fin de semana juntos. El peliazul no pudo resistirse y comenzó a acariciar el cabello rojo.

        —Mmm, cinco minutos más. —dijo el más alto entre dormido y despierto.

        Dicho comentario hizo sonreír a Kuroko. Con cuidado se bajó de la cama y se dirigió al baño. Se lavaría los dientes y después despertaría al pelirrojo.

        Shin-Kiba, estación Shin-Kiba.

        —Kagami-Kun, tenemos que bajar aquí —ambos chicos bajaron en dicha estación. El plan era el siguiente: pasar un día en la playa.

        —Kurokoo, muero de hambre.

        —Sí, ya casi llegamos al Maji Burger que está en esta zona.

        —¿Por qué no desayunamos en casa?

        —Kagami-kun, recuerda que vamos a aprovechar el día lo más que se pueda. Además en este Maji tienen una hamburguesa que en otros no, ¿recuerdas?

        —¡Cierto! Hay que apresurarnos.

        Después de desayunar, se dirigieron a la playa. El día les favorecía pues el sol brillaba y sólo había una que otra nube. Tenían que aprovechar estas fechas, ya que se acercaba el otoño. Después de buscar por un rato, decidieron instalarse bajo unas palmas. Dejaron sus pertenencias en el lugar mencionado y se quitaron las playeras, para dirigirse al mar.

        El agua estaba a la temperatura perfecta. Una sensación de frescura se sintió en el cuerpo de ambos.

        —¿Una carrera Kuroko? —propuso el pelirrojo, alistándose para nadar.

        —De aquí hasta donde está aquella palma.

        —Muy bien.

        Ambos chicos iniciaron la carrera, la velocidad a la que avanzaban los mantenía en empate. Al llegar a la palmera indicada, se percataron que llegaron al mismo tiempo.

        —Wow, has mejorado mucho Kuroko. Pero no creo que me ganes de regreso.

        —Ya lo veremos Kagami-kun.

        —¡Uno, dos, tres! —los chicos iniciaron la carrera de regreso.

        Al finalizar la carrera, el último en llegar fue el peliazul.

        —Ja, ja. Aún necesitas practicar Kuroko... ¿Kuroko? —Kagami observó al rededor tratando de ubicar a su amigo. —No me digan que... —se sumergió, abriendo los ojos bajo el agua, aunque esto le provocara ardor.

        —Kagami-kun... —Escuchó que le hablaron por atrás.

        —¡Ah! Kuroko, no hagas eso... ¿estás bien? —El más alto se acercó al peliazul, acariciando sus mejillas.

        —Estoy bien.

        —No me preocupes así...

        Después de estar un buen tiempo flotando y nadando de vez en cuando, el hambre los obligó a salir. Además probablemente ya estaban más que requemados.

        —Kagami-kun, vamos a comer. ¿Pasamos al super para cocinar en casa?

        —Está bien. Te sorprenderé.

        —No puedo esperar Kagami-kun.

        De regreso al depa del pelirrojo, pasaron al supermercado y compraron todo lo necesario para preparar en casa.

        —Son dos mil setecientos yenes, por favor.

        —Nos toca de mil trescientos cincuenta yenes, ¿cierto Kagami-kun? —dijo el peliazul entregándole lo acordado al pelirrojo.

        En cuanto llegaron al departamento y dejaron las cosas en la cocina, Kagami abrazó a Kuroko por detrás y le besó el cuello.

        —Mmm, moría por hacer eso.

        El peliazul se dio la vuelta para poder besar al pelirrojo.

        Comenzaron un beso que se tornó cada vez más intenso. El pelirrojo acarició la espalda de Kuroko, detuvo sus manos en la cintura y la presionó mientras saboreaba los labios del más bajito. El peliazul comenzó a subir la playera de Kagami, misma que no tardó en caer al piso. Entre besos y prendas que iban cayendo, se dirigieron al baño.

        El pelirrojo acomodó a Kuroko sobre el lavabo que se encontraba junto a la tina de baño. Dirigió su boca a la clavícula del peliazul y la besó y lamió, mientras con las manos acarició las piernas, y pegó sus cuerpos, haciendo que sus miembros se rozaran.

      Una serie de gemidos se comenzaron a escuchar del peliazul, cuando el pelirrojo se arrodilló y comenzó a hacerle un oral. Además las manos de Kagami acariciaban los pezones de Kuroko.

        —Kagami-kun, umm, se siente... muy... bien...

        Antes que Kuroko pudiera eyacular, Kagami lo tomó de la cintura y lo arrodilló, dejando el redondo trasero frente a su cara. El pelirrojo no lo dudó ni un momento y se acercó al esfínter de Kuroko, besando y metiendo la lengua, buscando lubricar esta parte.

        —¡Ah, ah Kagami... kun!

        Después de un rato de estimularlo, Kagami puso su pene en la entrada del peliazul y comenzó a entrar lento.

        —Mmm. Así Kagami...

        —Kuroko... es tan delicioso... 

        Cuando el pelirrojo se adentró por completo, empezó el movimiento de vaivén. Haciendo que el más bajito se agarrara fuerte de la orilla de la tina de baño. Las grandes manos de Kagami rodearon la cadera de Kuroko, al mismo tiempo que aumentaba de intensidad las estocadas.

        —Umm, Kuroko, te quiero.

        —Ah, mmm, yo, también, Ka-ga-mi-kun.

        Después de un rato de permanecer en esa posición, Kagami se detuvo y ambos se pusieron de pie. De esta manera alzó una de las piernas de Kuroko, y lo penetró de lado. El peli-azul se apoyó en la pared, y se afianzó de Kagami con la pierna que le quedó al aire. 

        —¡Ah! —gimió el más bajito cuando Kagami entró.

        —Mmm, Kuroko, me encanta.

        —Mmm, sí, me gusta mucho.

        —Kuroko, me voy a venir. Mmm.

        —Está bien Kagami, umm, juntos...

        Con un gemido al unísono, ambos eyacularon. Kagami se agachó para besar a Kuroko. No pasó mucho tiempo para que controlaran sus respiraciones, e iniciaran su ritual de baño.

        Ya bañados y relajados, Kuroko optó por encender el televisor, en lo que el pelirrojo preparaba la comida. Entre tanto comieron unos snacks que habían comprado en el supermercado.

        El joven peliazul no podía sentirse más feliz, había pasado un hermoso día con su novio, y en verdad agradecía el haberlo conocido y que su amor fuera mutuo (también era una bendición el que Kagami viviera solo). Una risilla pícara salió sin querer.

       —¿Qué planeas Kuroko? —preguntó Kagami mientras cortaba unos vegetales.

       —Nada Kagami-kun. 

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