Capítulo III

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     A la mañana siguiente, Jackson se despertó en su habitación con un terrible dolor de cabeza. Los rayos del sol que se colaban por la ventana, iluminaban la estancia lo suficiente como para dejarle ver el desastre del día anterior. Maldiciendo por la jaqueca, se levantó de la cama con intenciones de dirigirse hacia el baño pero se percató del bulto con forma femenina en su cama. Confundido, alzó la sábana y una melena de cabello castaño lo saludó y avistó la cara soñolienta de su dueña.

     —¿Qué hora es? —preguntó Catherine con un bostezo.

     —Son las 7:00am, ¿Qué haces aquí? McCarthy.

     —¿No te acuerdas? —le pregunto con fingida decepción—. Anoche me llamaste y pediste que viniera, decías que era algo urgente. Y yo, como la preocupada chica que soy, vine corriendo para acá, pero debí imaginar que solo querías esto —señaló con la mirada su cuerpo cubierto por las sábanas— llegue y en cuanto me viste uff, me dejaste sin palabras,  debo admitir que fue algo...

     —Lamento lo ocurrido —el detective carraspeo sin saber qué más decir para que no siguiera y la escuchó reír

     —No te preocupes —se levantó de y dejó caer por “accidente” la sábana que la cubría. Luego caminó hacia una esquina en donde se encontraba su ropa tirada y se agachó lentamente a recogerla— ¿Disfrutas de la vista? 

     Jackson no dijo nada y apartó la mirada. Una sonrisa maliciosa se formó en los labios de Catherine y cuando terminó de vestirse, recogió su bolso y se despidió de Jackson con un beso en los labios.

     Cuando ella salió de la habitación Jackson por fin pudo respirar con tranquilidad y avanzó hacia el baño para asearse. Cuando estuvo listo, buscó en su clóset una caja de zapatos y sacó de ella un revólver. Al salir de su casa recordó que ya no tenía auto y caminó hasta la estación del metro más cercana y se montó en el que lo dejará más cerca del hospital. Al llegar a la parada, una llamada entrante hizo vibrar su celular y él al ver de quién era contestó de mala gana.

     —¿Qué quieres?

     —Solo te llamo porque no quiero que te agarren desprevenido, asuntos internos quiere hablar contigo.

     —¿Y qué quieren las serpientes de mi ahora? —salió de la estación del metro y se subió a un taxi.

     —Sabes bien el por qué, no te desaparezcas.

     —No lo haré —colgó y se recostó del asiento—. Lléveme al Robinson Memorial.

     Llegando al hospital, le pagó al chófer al apearse del vehículo y caminó hacia la entrada en donde lo estaba esperando un muchacho de no más de veinte años con la capucha subida.

     —¿Qué carajos haces aquí? —preguntó Jackson al reconocerlo y tomándolo por el brazo se lo llevó a un lugar con menos gente.

     —Vine a advertirte —replicó el muchacho al momento de quitar el agarre de su brazo— escuche rumores, es de lo único que se habla en las calles, tu compañero no está a salvo aquí.

     —¿Qué quieres decir con eso? 

     —Tienes que sacar a Martín del hospital antes de que sea tarde —miró por sobre su hombro como si temiera que alguien lo estuviera vigilando— ustedes dos no son muy queridos...

     —Me tiene sin cuidado lo que tengas que decirme —lo empujó contra  la pared—, si quieren hacerle daño a mi compañero que vengan, aquí los esperaré.

     —Solo cumplo con advertirte —se rascó la cabeza— ¿tienes algo que darme? Me parece que esta información vale.

     —Solo si yo soy quien la busca —río—, tú fuiste el que se acercó a mí.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora