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Los ojos de ambas estaban fijos en la otra, como si toda la atracción del universo estuviera presente en ellas dos, únicamente en aquellas dos mujeres que no se encontraban en la situación más favorable pero que sus corazones estaban tan fervientes de emociones que era imposible evitarlo.

―Lamento que me conozcas de esta manera― habló bajo Helena dejando que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas sucias y heridas. Valeria estaba de igual manera, pero sin dejar más tiempo desato las manos y pies de la pelinegra, con las manos temblorosas ante su nueva experiencia.

―Vamos cariño, ayúdame a sacarte de aquí.

Y así como pudo, Valeria cargo medio cuerpo de Helena por sobre el suyo, salieron de allí con dificultad siendo observadas por Zeus que seguramente quería ayudar también, el camino se hizo un poco pesado ya que no era muy bueno el suelo y Helena parecía estar casi desmayada al caminar. Valeria pudo divisar lo que era su casa, con ligero asombro al ver lo grande siguió dando su gran esfuerzo, necesitaba buscar ayuda para su pelinegra, ayuda urgente. A lo lejos observo el cuerpo de una mujer mayor, quiso llamarla por ayuda pero por su mente en un instante creyó que podía ser su madre, ahora sabía que todas las personas que conocía no podría reconocerlas a menos que digan una palabra, con la voz podría saber quiénes eran.

La mujer mayor volteo y su cara de temor la sorprendió al ver a la escena de aquellas dos mujeres y donde una parecía estar casi inconsciente, salió corriendo como sus piernas ancianas le permitieron acercarse.

―Dios mío, Valeria... Helena... Por dios― hablo nerviosa y desesperada la mujer ya junto con ellas ayudando a su nieta. ― ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estabas Helena?

―Nana― susurro Valeria conociendo el rostro de la mujer que tanto la había ayudado y querido durante sus años de oscuridad.

―Vamos mi niña, hay que entrar a la casa y llamar a urgencia. Helena se ve mal― hablo con miedo la mujer, ni cuenta se había dado que su nieta la había estado mirando.

Entraron a la casa, dejando a Helena en el sillón de la sala. Amanda fue nerviosa a llamar mientras la ojigris se quedaba observando a su socia que estaba pálida, con el rostro golpeado, con sangre seca alrededor de sus labios. ¿Qué atrocidades le habían hecho?, ella no se lo merecía, nada de lo que estaba pasando lo merecía. Acariciaba con delicadeza el maltratado rostro de Helena, la detallaba con cuidado, parecía tan frágil en ese momento.

Amanda llego anunciando que la ambulancia y la policía venían en camino, tuvo que explicar la situación y con solo decir el nombre de Helena Jones ya sabían de qué se trataba. La pelinegra yacía con los ojos cerrados y la respiración lenta, parecía dormida pero dentro de su cabeza hacia su mayor esfuerzo por no dejarse caer ante la debilidad que la llamaba, quería abrazar a Valeria, besarla, estaba feliz pero su cuerpo no respondía, todo le dolía como si le estuvieran aplastando continuamente...

―Entonces, Jones... No quiero hacer esto― hablaba Blake con un bate en la mano, de pronto rio sonoramente―no voy a mentir, si quiero hacerlo― golpeo con media fuerza una de las piernas de Helena causando un gemido de dolor

―No alarguemos esto Helena― apareció de nuevo la malvada mujer― solo dinos las claves y nos iremos, te dejaremos ir en una pieza.

La morena solo la miraba con rabia en sus ojos, no iba a hablar, no iba a darles el gusto.

―Has tu trabajo querido

Unos eternos minutos pasaron para la mujer en aquella silla siendo golpeada por ese objeto de manera y la rabia de los puños de Blake, todo su cuerpo había sido marcado de alguna manera. A pesar de todos aquellos golpes, de las lágrimas derramadas esa mujer no dijo una sola palabra.

En la oscuridad te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora