Erase una vez...
Una hermosa mañana, en la que un pequeño niño miraba sin parpadear una delgada nube.
Sentado en una silla le contaba feliz a su madre como aquella nube estaba frente a sus ojos y de la nada se había ido.
En ese mismo día, su padre le llevó un cachorro recién nacido, al que acarició y cuido mucho durante algunos días, el cual empezó a caminar por si solo y juntos pasaban horas y horas jugando, compartían risas y algunas veces hasta el almuerzo.
Al pasar los años esa hermosa amistad fue creciendo cada vez más, al punto de llegar a dormir en la misma cama, casi comer del mismo plato y llenar la casa de travesuras; eran los mejores amigos, amigos de verdad.
El chico creció, entró a la universidad y poco a poco fue pasando menos tiempo con su querido amigo, claro está, le contaba a todos sobre esa mascota excepcional que tenia.
Un día notó que algo andaba mal con su querido amigo, lo llevó al veterinario como ultima opción ya que sabia que odiaba aquel lugar; para su mala suerte le dieron la noticia que era algo normal cuando un perro estaba en sus últimos días.
Descuidó un poco sus estudios para pasar más tiempo con su mejor amigo, le leía historias, recordaba momentos juntos, comían galletas y compartían la siesta.
Lastimosamente llegó el día menos deseado, aquel chico lloró como nunca había llorado y se sintió completamente solo.
Su inolvidable amigo, había cerrado sus ojos para volver a ser nube por siempre y cuidar a su dueño, en todo momento.
Y VOY POR UN CAMINITO Y VOY POR OTRO, Y SI ESTE CUENTO LES GUSTÓ MAÑANA LES CUENTO OTRO.