- A 758, han aumentado los casos del temido CoVid-19 en...- sonaba la voz de la periodista en la televisión de la cafetería, cuando sonó mi móvil. Me tensé un poco al leer "Papá", pero respondí en pocos segundos.
- ¿Sí?
- ¿Dónde estás, Amanda?- preguntó con seriedad.
- Pues en casa, papi. ¿Dónde más?- respondí mientras le hacía señas a Melissa para que no hiciese ruido. Gracias a Dios, la cafetería clandestina que habíamos encontrado estaba vacía.
- ¿Y te volviste invisible, o qué? - preguntó con sarcasmo- Porque yo no te veo.
Me paralicé.
- Pero, ¿no habías ido al supermercado, papi?- dije mientras nos levantábamos de nuestros asientos y nos íbamos de allí.
- Lo tuvieron que cerrar, surgió un brote en un trabajador. No me cambies de tema, señorita. Dime dónde estás- exigió.
- Voy en camino, papá- dije, y le colgué, con el corazón en la garganta- ¡Demonios!- dije, comencé a caminar.
A los segundos, Melissa resopló, soltando todo el aire de sus pulmones.
- ¿Crees que tu papá te mate?
- Matarme, no. Pero algo cercano- hice una mueca al pensar en lo que se venía.
Minutos después, llegamos frente a su casa. Nos hubiésemos encontrado allí, si no fuese porque su hermanito es un soplón, y le hubiese contado todo a papá. Aunque él ya lo sabía.
Después de dejarla, caminé hacia mi casa con las manos en los bolsillos y mirando a mi alrededor. Afortunadamente, vivíamos en una zona no demasiado concurrida, así que los coches policiales no solían patrullar por aquí.
El clima había estado pésimo esos días. Nublado, y frío; se podía comparar con las penas y tristezas que vivía el mundo en estos momentos.
Abrí con precaución la puerta de casa, y no tardé mucho en oír pasos apresurados que venían hacia mí.
Mi padre se plantó frente a mí, con las manos en las caderas y el ceño fruncido. Ahora, que iba sin mascarilla, podía reconocer toda su expresión, y no me gustó para nada.
Lo miré asustada, y él me examinó con esos ojos café oscuro que tiene.
- Ve a bañarte inmediatamente. Quiero que te quites todos esos gérmenes que traes, y luego tendremos una conversación en mi oficina- me ordenó apuntándome con su dedo- Ah, y no toques nada- finalizó, mientras tomaba las toallas desinfectantes y las pasaba por el picaporte.
Tragué saliva, y obedecí, intentando tocar sólo lo necesario.
Después de darme una ducha de agua caliente, me puse un vestido, pero cambié de opinión al instante. Si iba con vestido, era mas probable que... bueno, no me favorecía. Así que terminé poniéndome unos vaqueros.
Apenada, caminé lentamente hacia la oficina. Al entrar, me senté frente a su escritorio.
- Ahora, ¿piensas decirme dónde estabas?- puso toda su atención en mí.
-Papi... sólo fui a tomar un café con Melissa- al instante, me sentí estúpida por haberle dicho. Pero si le mentía, me iba peor.
- Bien, creo que no necesitas que te diga porqué lo que hiciste está mal, ¿no?
Bajé la cabeza.
- Sólo quería verla. Llevamos muchos días sin salir y me duele la cabeza por el encierro- me excusé.
- ¡Pero qué bonito! O sea que mientras yo me aflijo y expongo, yendo a comprar al supermercado, la muñeca sale a tomarse un café porque le dolía la cabeza. Pues lo siento, tu excusa no me vale, Amanda. Así que ven aquí ahora mismo- dijo señalando su regazo, después de alejar su silla del escritorio.
Me levanté con las lágrimas acumuladas en los ojos, y al llegar a él, me tumbó sobre su regazo.
- Papi...
- Te lo has ganado, no voy a permitir que nos arriesgues de esa manera.
Comenzó a calentar mi trasero y no pude evitar llorar y pedir perdón como una chiquilla, aunque tuviese ya diecisiete años. Azotaba con más fuerza mientras me regañaba y me decía lo irresponsable que era, y tenía razón.
Tras unos minutos, me levantó de sus piernas.
- Desnuda tu trasero, y apoya los codos sobre el escritorio- dijo mientras sacaba del cajón la regla de madera.
- No, papá- pedí, a lo que me dio una mala mirada.
Avergonzada, bajé mis pantalones, seguidos de la ropa interior, y tomé la posición que había pedido.
- Te daré quince, Amanda- dijo, y soltó el primero.
- ¡Auch!- grité.
Quisiera decir que los aguanté estoicamente, pero la verdad es que lloré como una bebé, de dolor, vergüenza y arrepentimiento.
Cuando terminó, me abrazó y me dijo lo mucho que me quería.
- Lo siento papi, sólo quería salir un rato.
Me dio una sonrisa comprensiva.
- Seguro que ya se te quitaron las ganas.
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OneShots (spanking/DDLG/ABDL/etc)
RandomRecopilación de relatos cortos. Contendrá castigo corporal de connotación s3xual y no s3xual. Lenguaje soez, escenas subidas de tono y contenido no apto para menores de edad pueden aparecer. Lea bajo su propio criterio y si los temas no son compati...