Valeria movía sus piernas en un vaivén, agitándolas hacia delante y atrás, recostada boca abajo en su cama.
Tenía el móvil entre sus manos y revisaba Instagram, su red social favorita del momento, mientras que sobre su escritorio, reposaba el portátil que su papi le había facilitado para poder atender a sus clases online.
Llevaba unos meses soportando el contexto de pandemia, y otros tantos viviendo con Saúl, quien le había ordenado que se mudase con él cuando comenzaron las restricciones de movilización en su ciudad.
Para Saúl, era muy importante tener un ojo puesto sobre Valeria, que cada dos por tres se metía en un lío o desatendía sus responsabilidades. Así que cuando el gobierno anunció cuarentena, no necesitó más para hacer que ella se fuese a vivir con él, sin lugar a protestas.
Valeria solía ser una chica obediente, pero tenía una dificultad enorme para concentrarse o, más bien dicho, para dejar de lado aquellas cosas que la distraían. No priorizaba ni les daba la importancia suficiente a sus responsabilidades.
Toda su vida había sido una chica con buenas calificaciones y por lo tanto, pecaba de soberbia, confiándose demasiado en sí misma.
Prueba de eso era la escena que estaba ocurriendo. Mientras la profesora daba su clase, muy importante por cierto, pues Valeria estaba en el primer año de su carrera universitaria, la chica chateaba con sus amigas y revisaba las publicaciones más recientes.
Como le molestaba el ruido, le había bajado todo el volumen a la computadora. Y como su universidad no les exigía a los alumnos tener la cámara activada, la profesora estaba siendo totalmente ignorada.
Eran las once de la mañana y era su segunda clase del día. Su papi, Saúl, la había dejado despierta y lista para su clase antes de irse a trabajar. Lamentablemente, él tenía que hacerlo, y no podía quedarse en casa.
Es por eso que cuando llegó, horas antes de lo normal debido a un posible brote en su lugar de trabajo, se extrañó al no oír nada más que risotadas en la habitación.
Valeria estaba tan ensimismada en la risa que le había producido un meme que sus amigas enviaron, que no había escuchado la puerta, los pasos, ni la llegada de su papi al apartamento.
Con el ceño fruncido por la confusión, Saúl dejó sus cosas en el salón y avanzó al baño, que quedaba de camino a la habitación, a lavarse las manos.
Valeria ni siquiera escuchó el grifo de agua corriendo. De nuevo había pecado de soberbia, confiando en que su papi no llegaría hasta horas después.
El enojo inundó el rostro y el cuerpo de Saúl, al verla en tal posición pues, aunque ya lo sospechaba, no había querido pensar mal de ella.
Carraspeó, pero tuvo que volverlo a hacer para que Valeria lo notara y se volteara, encontrándose a su papi con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Por instinto, bloqueó su celular y lo puso detrás de sí misma.
- Papi- jadeó, tanto por la sorpresa de su llegada, como por el susto del momento.
Saúl apretó la mandíbula, miró de ella al móvil, de este al portátil y viceversa. Se acercó a ella y le arrebató el teléfono de las manos.
- La huella- dijo, y lo extendió hacia ella, cuando notó que estaba bloqueado.
- No- susurró, sabiendo que se enojaría aún más si sabía que estaba viendo las redes sociales.
Saúl no estaba para juegos, así que, contra su voluntad, le agarró la mano y puso la huella de su dedo indice donde correspondía. Valeria se retorció e intentó liberarse, pero su celular ya había sido desbloqueado.
- Así que esto es lo que hace la malcriada cuando debería estar en clase.
Saúl era demasiado dominante para ella, que jamás había tenido una figura de autoridad masculina en casa. Y siempre le reclamaba su dependencia por el aparatito, pero al irse a trabajar, debía dejarle algún medio de comunicación con él. Valeria encontró su voz, aún cuando estaba casi temblando.
- Es que... esa profesora es muy aburrida- intentó justificar.
Esa contestación hizo que Saúl frunciera aún más el ceño. La tomó del brazo y la arrastró fuera de la cama, sentándose él en esta.
Val, sabiendo lo que se venía, puso resistencia e hizo contrapeso para que a él se le hiciese más pesado arrastrarla.
- No, no. Papi, estoy en clase- trató de argumentar, creyendo que la pérdida de tiempo que el castigo significaba lo haría desistir. Saúl, si no hubiese sido por la seriedad del asunto, hubiese reído.
- ¿Ahora te importa la clase?- preguntó retóricamente- Yo me haré cargo de que te sientes con el culo calentito, para que te ayude a concentrarte en lo que corresponde.
A estas alturas, ella ya estaba sobre sus piernas, y Saúl se encontraba bajando su pantalón y bragas. Valeria metió las manos para evitar que esto pasara, como siempre. Y fue inútil, como siempre.
Un golpe cayó sobre sus nalgas, seguido de otro, y luego muchos más. Ella pataleaba como loca y no porque el dolor fuera insoportable, pues aún no lo era, sino porque a veces se comportaba como una niña pequeña y esta era una de esas veces. Además, le costaba aceptar sus castigos.
- Tu dependencia al móvil me tiene harto. Ni siquiera eres capaz de cumplir tus obligaciones por ponerle atención a esa cosa- la regañó, mientras azotaba la parte baja de su trasero, donde se une este y los muslos. Esa zona específica que se apoya al sentarse, pues él cumplía siempre su palabra.
Valeria sólo berreaba, pues sabía que pedirle que parara sería inútil. Cuando la castigaba, no paraba hasta que él lo consideraba suficiente, sin importar cuánto llorara o rogara.
Cuando el culo de Valeria se encontraba ya de un color rojo, caliente al tacto y ella lloraba, habiendo dejado de patalear, Saúl se estiró hasta la mesita de noche, donde reposaba el cepillo de cabello de la chica.
Sin darle tiempo a reaccionar y porque no quería que perdiera más tiempo de su clase, dejó caer cinco rápidos azotes. Sin embargo, estos fueron más fuertes que todos los demás e hicieron que Valeria gritara y su pataleo se reavivara brevemente.
Tomándola del brazo, la levantó y como a toda una niña pequeña, le subió las ropas, mientras ella lloraba. Val siseó cuando la tela entró en contacto con su piel, y luego se dejó abrazar por su papi quien, por más que le molestara la situación, sabía que el cuidado después del castigo era muy importante.
- Lo siento- dijo, esta vez de verdad, pues las mil veces que lo dijo durante el castigo sólo fueron el reflejo de su desesperación y deseo de terminar su dolor.
- Lo sé, ya pasó- Saúl se separó de ella y dejó besos sobre su rostro, finalizando con uno en la punta de la nariz, que la hizo sonreír levemente- Ahora siéntate y pon atención de verdad, mientras yo preparo el almuerzo.
Valeria asintió y vio a su papi salir de su habitación. Saúl se retiró, con la convicción de que ella no volvería a hacer algo así.
Val se acercó al escritorio e hizo una mueca cuando se sentó. Subió el volumen del portátil y sus ojos se abrieron extremadamente, en sorpresa absoluta.
La cámara y micrófono habían estado activados. Quizás por accidente, o quizás no.
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Holaa!! He aquí, yo otra vez.
¿Qué opinan de este tipo de narración? ¿Prefieren el narrador de 1ra persona?
Como habrán podido notar, he cambiado el nombre de esta historia (ex- disciplina en casa) por OneShots. No sé qué tan seguido actualizaré, pero de repente me vienen a la cabeza las ganas de escribir y la idea de un pequeño relato al mismo tiempo.
No todos estos OneShots serán en contexto de la pandemia. El primero es así porque pues era para un concurso con ese tema y el segundo sólo se me ha ocurrido.
Recuerden dejar su estrellita y pueden comentar ideas que quisieran ver, quizás escriba algunas.
Cariños, StarMe1214. XXX
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OneShots (spanking/DDLG/ABDL/etc)
RandomRecopilación de relatos cortos. Contendrá castigo corporal de connotación s3xual y no s3xual. Lenguaje soez, escenas subidas de tono y contenido no apto para menores de edad pueden aparecer. Lea bajo su propio criterio y si los temas no son compati...