Veintiocho

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—Está más ordenado de lo que pensé que estaría... —habló Amelia tras ya haber ingresado a través de una ventana.

—Es una casa bonita... —musitó Tom.

—Sí, a mi madre siempre le gustó adornar, sin importar en donde viviéramos. —habló ella tomando un marco de fotos—. Y también limpiaba y cocinaba, eso era lo que Adrik mandaba...

—¿Quién es? —el inglés tomó la foto.

—Svetlana Kozlova... mi abuela materna... —le explicó—. Ven, vamos a mi habitación...

Amelia caminó por un estrecho pasillo, mientras a sus espaldas la seguía Tom, observando las paredes vacías.

Al entrar a su habitación, encontraron un desastre de aquellos. Estaba lleno de botellas de vino, latas de cerveza y suciedad, ese parecía ser el nido que Adrik utilizaba para beber. Las paredes estaban sucias, sus posters de música y dibujos de la infancia estaban manchados o destruidos.

—Esto es un asco... —ella pateó una botella que rodó hacia una esquina.

La mujer se arrodilló y trató de buscar debajo de la cama.

—No está, Tom... —habló preocupada.

Sacó una bolsa de plástico, la cual tenía algunas prendas.

—Aquí hay algo de mi ropa...

Tom se arrodilló junto a ella.

—No parece estar en muy buen estado. —dijo él tomando una playera.

—No... pero no importa, ya no la quiero...

El inglés se levantó y le extendió su mano a Amelia para ayudarla.

—Creo que ya no hay nada para mí aquí... ni siquiera veo mi viejo celular o mi computadora... quizás los vendió... además, él sabía que yo tenía esa caja, debe haber sido lo primero que destruyó al yo irme de casa...

—¿Será posible que esté en otro lado? —interrogó el británico.

—No lo sé...

—Podemos buscar en otros sitios, tal vez en el ático o el sótano...

—Es una casa pequeña, Thomas. —habló la chica saliendo del cuarto—. No tiene ático ni sótano.

Tom la siguió mientras ella entraba en otra habitación.

—Esta era la habitación de mamá...

—¿No dormía junto a Adrik?

—No, no compartían habitación desde hace años...

Era un cuarto limpio y ordenado, aunque sí era bastante pequeño.

Amelia buscó debajo de la cama, pero no había nada.

Registraron las gavetas y en una de ellas Tom encontró una caja pequeña.

—Mira esto...

—¡Es esa, Tom! —vociferó emocionada.

Se sentaron sobre la cama a revisar el contenido de la caja. Había un par de medallas, también algunos diplomas, un libro de cuentos en ruso, billetes y monedas viejas, pulseras, un cascabel, entre muchas otras cosas.

Tom tomó un álbum de fotos que había allí y se puso a revisarlo, viendo varias imágenes de lindos paisajes.

—Esas son fotos de San Petersburgo... —dijo la mujer.

—Que hermoso lugar, ¿no?

—Sí... esa es la avenida Nevski... —Amelia señaló una foto—. No sé si has estado en San Petersburgo, pero es la avenida principal, tiene cuatro kilómetros de largo y es una increíble mezcla de distintos escenarios, es magnífica...

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