Agosto de San Valentín

234 24 2
                                    

Febrero de 1972

Ese día, como todos los días que acudía a ese lugar, lo recibía el tamborileo de la banda militar practicando a lo lejos. Sus pies hacían rechinar la grava al avanzar y esquivaban los guijarros que muchas veces antes lo habían hecho tropezar. Sus manos aferraban la correa de su bolso. Su cabeza se inclinaba en forma de saludo a algunos militares que le reconocían ya. Su cabellera castaña se mecía con la brisa primaveral. Su mente pensaba en encontrarse con él. Su corazón bombeaba con fuerza...

Le agradaba ir hasta allí cada semana. Los muchachos eran agradables y necesitaban a alguien que les hablara del mundo exterior, así como también necesitaban de un dispuesto corazón como el suyo para acoger las congojas que a algunos les causaba el encierro, mientras él hacía su trabajo con sus expertas manos, tardándose un poco más a propósito para dejarlos libre de la rutina un momento más. Pero a él le agradaba aún más ir hasta allí cada semana por otra razón.

Llegó al salón en el cual llevaba a cabo su trabajo los cinco días hábiles de la semana desde temprano en la mañana hasta que comenzaba a caer el sol. Al entrar encendió las luces y abrió las persianas, recordándose a su vez que ese día, Sungmin, su colega, no vendría hasta la hora del almuerzo.

Tras dejar sus pertenencias en una pequeña salita destinada precisamente para eso, comenzó a limpiar y acomodar el lugar antes de dejar abiertas las puertas. Barrió el polvo y restos de cabellos que quedaban por ahí, a veces imposibles de eliminar totalmente. Dejó brillantes los espejos y ordenó las sillas frente a éstos. También dejó a mano los implementos que utilizaría y cuando estuvo todo impecable, se sentó en una de las butacas a esperar que alguien entrara en la peluquería oficial del regimiento.

Era precisamente los miércoles como aquél, en el que un joven entre muchos otros jóvenes soldados, acudía a recortarse el cabello. Pero a este joven peluquero, no le parecía que aquel soldado era como los muchos otros. Todo lo contrario a decir verdad. La razón por la cual creía esto, no era porque lo considerase un hombre con demasiados atributos. Él era de sobremanera delgado para su gusto, de piel blanca como nieve, de oscuro cabello rapado como los demás, de ojos marrones bastante comunes, de orejas un tanto grandes en contraste con su menuda cabeza, de mandíbula cuadrada demasiado angulosa. ¿Qué tenía de especial entonces este soldado? Quizás era su andar grácil que desde el primer día que lo vio pudo notar, o quizás era su sonrisa de niño que mostraba dientes y encías al mismo tiempo... o quizás era la manera en que veía brillar sus ojos cuando se miraban a través del espejo.

El día transcurrió lento en esa larga espera que producía que inconscientemente el peluquero girara el rostro cuando la puerta se abría, pero ésta solo dejaba ver a algún otro hombre con cara de niño. Pero no a aquél. Y entonces volvía nuevamente la vista al soldado que tenía sentado en la silla para seguir con su tarea.

El sonido monótono de la máquina con la cual cortaba esos rebeldes cabellos que luchaban por crecer, fue lo que llenó su mente toda el día. Ni siquiera las conversaciones o la música de fondo lograban animarlo. El cielo comenzaba a teñirse de anaranjado y las nubes que se veían desde la vitrina, reflejaban la luz del sol que moría atrás de los tejados.

La puerta se abrió y como todas las veces anteriores, el peluquero giró su cabeza para ver quién era. Pero esta vez no lo invadió la decepción, sino la ilusión, porque allí estaba de pie en el umbral de la puerta, aquel joven que de especial tenía nada y mucho a la vez. Y sí, era en momentos como esos, en los cuales se recordaba que sin importar nada, el joven soldado era hermoso a sus ojos.

Se saludaron con una tímida sonrisa dibujada en los labios, en los labios de ambos, e hicieron una pequeña venia. El peluquero realizaba ese saludo con todos los que acudían allí... ¿Por qué le parecía tan significativo ahora?

One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora