Prefacio

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C A R R I E

El tener esquizofrenia jamás me había favorecido del todo, claro que mis ataques de locura me ayudaban a salirme de alguna clase aburrida o bien, patética, pero... Iba mas allá de eso.

Yo jamas seria identificada como "Carrie Dankworth" jamás me acercaría a alguien sin hacerles temblar, nunca tendría un jodido amigo que no perdiera la cordura cuando yo lo hacía... Pero sobre todo y por cierto, lo mas doloroso, jamas seria amada... Por nadie, ni siquiera por mis padres los cuales se desesperan cuando me ven llegar.

Estaría por siempre condenada a saborear mi soledad.

Todo esto lo asumí cuando apenas tenia doce años, osea que asimile mi triste realidad hace seis largos años.

Años los cuales me hubiesen sido imposibles pasar sin la ayuda del alcohol, las fiestas, y, como no, mi fiel amigo. Aquel que jamas me fallaba... Ese estúpido cilindro el cual me hacia olvidar todo y relajarme por aunque sea unos minutos. Un aplauso para mis cigarrillos damas y caballeros.

Les tenía un especial cariño a esas mierdas, tal vez por que eran como yo, pequeños y mal juzgados. Todos sabían que si le dabas una mínima calada quedarías enganchado en aquel vicio que te llevaría a tu muerte... Todos lo cuestionan pero en el momento de probarlos todos le idolatran.

Pues bien... Con esto quiero decir que nadie conoce una mierda y todos juzgan. ¿Que podemos hacerle? Nosotros construimos esta sociedad.

Ya que saben un poco de mi deberían también saber que en estos momentos me encuentro encerrada entre estas cuatro grises paredes en las cuales varios científicos o doctores

... O lo que sean, evalúan mis reacciones ante diversas situaciones. Estudio el cual esta siendo un verdadero fracaso.

No puedo hacer más que permanecer tranquila, resistirme o luchar no me ha servido hasta ahora.

"¡Esquizofrenica del demonio!" grita de repente uno de los hombres que, hasta hace unos segundos, se encontraba observándome en silencio

"Estoy hasta la coronilla contigo y tus mierdas" continúa y contengo el impulso de romper el cristal y extrangularlo "Es la decimotercera vez que vengo y tu no demuestras ni una puta emoción" estaba abusando de mi paciencia.

De repente, la puerta que nos separaba, se abrio a su paso, el se acerco, me tomo de la barbilla y susurro:

"Si colaboras puede que te de alguna recompensa, maldita perra" esa fue la gota que colmó el vaso, sin darle tiempo para correr, me levanto y le tomo del cuello intentando estrangularlo. Sus labios morados y sus ojos rojos prácticamente saliéndose de su cara me provocaban un placer absoluto, de verdad estaba disfrutando al máximo aquel momento, y lo hubiera seguido haciendo de no ser por los guardias que intervinieron en ese momento.

"Cedenla" fue la última palabra que escuche, mi tímpanos ya no funcionaban y el sentido de la visión, como todos los demás, ya eran inexistentes.

dust. © l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora