Contando de nuevo

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AVISO

Esta es una continuación de Cero y la tercera parte de 1+1=3, dos one shots que podéis encontrar en mi perfil. Así que os recomiendo que, antes de leer este, vayáis leer las dos partes anteriores.

✿✿✿

Seungcheol caminaba despacio, dejándose llevar por la fresca brisa primaveral de principios de mayo. Los primeros rayos de sol de la mañana se dejaban entrever por las copas de los árboles y las flores, que asomaban con gracia, daban toques alegres de color a la hierba, que era tan verde que parecía sacada de un cuadro. Aquel paisaje, junto al alegre canto de los pájaros, creaban un ambiente de lo más agradable, a pesar de ser un lugar al que cualquiera desearía no tener que ir jamás.

Desde que Hye murió siete meses atrás, no se había atrevido a visitar su tumba después del entierro. Sólo de pensar que su pequeña, en vez de estar dando saltos y correteando feliz a su alrededor, se encontraba ahí abajo, sola, a varios metros bajo tierra, hacía que todo su cuerpo se estremeciese. Pero aquel era un día especial, ya que su princesa, como él solía llamarla, debería cumplir dos años.

Un nudo se formó en su garganta y tuvo que detenerse en mitad del sendero, al pie de la colina, para intentar retener las lágrimas que empezaban a amenazar con mojar sus mejillas. Se había prometido que no iba a llorar. No aquel día. No quería que su pequeña lo viese llorar.

Una vez que consiguió recomponerse, continuó su camino colina arriba. Pocos metros más adelante, la pequeña lápida que señalaba la tumba de Hye entró en su campo de visión y, a su vez, lo hizo la persona que se encontraba sentado justo delante.

Seungcheol se detuvo de nuevo cuando reconoció aquella figura. Estaba mucho más delgado que la última vez que lo vio, hacía ya casi cuatro meses, pero estaba seguro de que era él.

—Hola —dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca para poder ser oído.

Jihoon reconoció la voz en seguida y volvió la cara, apresurándose a secarse las mejillas empapadas con el dorso de la mano.

—Hola. —La voz de Jihoon salió ronca y débil.

Seungcheol se acercó a la lápida, dejando apoyado contra esta un conejito de peluche, y se dejó caer sobre la hierba, quedando sentado junto a Jihoon.

Ambos permanecieron en un silencio que sólo se veía perturbado de vez en cuando por los débiles hipidos de Jihoon, quien había vuelto a dejar que las lágrimas saliesen libremente.

Seungcheol, que hasta ahora había permanecido con la mirada perdida en la lápida frente a él, miró de reojo a Jihoon, sintiendo cómo su corazón se apretaba. No sabía cuánto tiempo llevaría allí cuando él llegó, pero a juzgar por sus ojos hinchados y su rostro enrojecido por el llanto, estaba seguro de que mucho.

—No esperaba encontrarte aquí —dijo, atreviéndose finalmente a romper aquel silencio.

Jihoon no supo qué contestar, así que se limitó a hacer un gesto similar a un asentimiento con la cabeza. La verdad, es que él tampoco esperaba verse a sí mismo allí. Hasta ese día, apenas había tenido fuerzas para salir de casa. Primero, del apartamento que compartía con Seungcheol y, después, de la casa de sus padres, donde había vuelto pocos meses después de la muerte de su hija. Pero aquella mañana, cuando se despertó, algo en su interior le dijo que debía ir a aquel lugar.

Por primera vez desde que estaban allí, Jihoon se permitió mirar hacia Seungcheol. Este tenía la vista hacia el frente mientras se abrazaba las piernas contra el torso, pero no miraba nada. Se notaba que sus pensamientos se encontraban en otra parte, muy lejos de allí.

Contando de nuevo -JiCheol-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora