QUE ENTRE LA LUZ

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Me siento con la espalda recta frente a la ventana y me pongo los auriculares. Esta vez voy a realizar una meditación guiada para librarme de la tristeza. Ayer tuve un día bastante bajo de energía en el que me sentía fatal así que hoy quise recuperarme y comenzar el día de la mejor manera posible. La voz de esta mujer me lleva a un escáner corporal que pronto va a convertirse en mucho más.

Ya de por sí es una herramienta poderosa. Normalmente nos sentimos angustiados frente a las grandes emociones, ya que, al ser algo abstracto, sentimos que no tenemos control sobre ellas. Simplemente se apoderan de nosotros, en ocasiones ahogándonos. Pero si comenzamos a darle características específicas, como un color, una textura y una ubicación, deja de ser tan abstracto y sentimos que podemos dominarlas, lo que nos otorga una sensación de calma. Es por eso que el escaneo corporal ayuda a nuestro manejo de emociones y a liberar tensiones.

Comenzamos por la cabeza. La Voz dice que busque si en alguna parte de la cabeza encuentro tensión, miedo, tristeza, ansiedad o cualquiera de estos sentimientos que nos roban la energía. Sí, siento algo justo encima de la cabeza, incomoda muchísimo. La observo, tal como dice la Voz y tal como he hecho en otras sesiones de Mindfulness. Pero esta vez, todo fue diferente. Poco a poco ese sentimiento incómodo sobre mi cabeza comenzó a transformarse en una persona. No recuerdo haber visto su cara, pero era un hombre como cualquier otro. Tenía una remera verde y jamás levantó la mirada, se la pasó viendo el piso con la cabeza baja.

Estábamos en una gran habitación negra que en realidad no era ninguna habitación. No había paredes o ningún tipo de límites, era como la nada misma. Y este hombre ahí, en medio de la negrura. Lo observé y lo supe de inmediato: era el Miedo. Y se quedó ahí, sin mirarme, sin mostrarme la cara y sin hacer nada.

Pasamos a los hombros y la espalda. La Voz dice también busque allí y allí también encuentro. Está justo debajo del cuello, sobre el trapecio. Es una tensión rara, como si algo me pesara. No puedo explicar cómo ni por qué pero inmediatamente también se convierte en una persona. Otro hombre, con la cara flaca, barba de unos pocos días y expresión seria. Está usando un traje y aunque ahora no lo recuerdo estoy casi segura de que tenía un maletín en la mano izquierda.

Se lo ve demasiado tenso, aprieta las manos y tiene la mirada clavada en algún punto frente a él, pero al igual que el Miedo, él tampoco me mira. Era la Ansiedad. Y su apariencia y mirada al frente no es casualidad.

Resulta que me encuentro en un momento de incertidumbre sobre lo que va a pasar en el futuro. En tiempos de cuarentena somos muchos los que sentimos cierta ansiedad al respecto. Por eso no me mira y sus ojos están clavados adelante, "en el futuro". A la Ansiedad no le importo yo, le importa el momento que viene después de este y el que viene después de ese. Y viste de traje porque lo que más ansiedad me genera en este momento es el ámbito laboral. O por lo menos eso es lo que yo consigo interpretar.

Ahora vamos al pecho. A estas alturas me cuesta escuchar a la Voz, mis personajes se están llevando toda la atención. Pero todavía me está guiando y donde me hace chequear, también encuentro. Está justo en el medio del pecho y es probablemente la personificación más graciosa e inesperada pero que hace que sea una visión todavía más memorable.

¿Conocés a Max Riemelt? Porque esa sensación en el pecho se convirtió en el actor alemán. Bueno, en realidad se convirtió en uno de sus personajes: Wolfgang de Sense8. Resulta que es mi serie favorita y hace poco decidí volver a verla. Mientras lo hacía me puse a reflexionar sobre lo vacío que debía sentirse Wolfgang que, aunque otros no lo noten, es muy probable que sienta una tristeza profunda... Así es, mi cerebro convirtió a Wolfgang en la Tristeza.

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