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Tomo una gran bocanada de aire y apago las velas que se encuentran sobre el pastel delante de mí. Sonrío ampliamente y me acomodo en la banqueta de la cocina que me encuentro sentada. Mi madre se acerca a abrazarme de forma cariñosa y apoyo mi cabeza en su pecho, contenta.

— Ya eres todo una señorita — dice ella luego de fruncir los labios. Su melena rubia cae sobre mis ojos y me río mientras la aparto.

— Ya, ya — logro pronunciar antes de que me de un golpe suave en la espalda por no permitir un abrazo más largo.

Me acerco al pastel y con mi dedo tomo un poco del merengue decorativo rosado, llevándomelo a la boca. Dulce.

La puerta principal se escucha cerrarse y mi hermano mayor, Ian, pone cara de asco mientras entra a la cocina. No puedo evitar sonreírle. Su cabello color marrón se encuentra mojado y brillos de agua irradian de su campera de cuero ante la luz. Levanto la mirada hacia la ventana y veo que está lloviendo.

— El año que viene procuremos no comprar una torta tan aniñada, por favor — dice él en acompañamiento de un bufido, comentario que me hace asentir con la cabeza. Me limpio la boca con la mano y lo reprimo con un golpe cuando quiere robar un poco de mi merengue.

— Tiene razón, aunque el rosado me guste, deberíamos celebrar con algo más sobrio, algo más acorde a mi edad.

Mi madre ríe y toma el pastel con sus manos llevándolo a otro lado de la cocina para comenzar a cortarlo. Me levanto de mi silla y mi hermano se acerca a mí, pasando su brazo por encima de mis hombros.

— No queda muy bien que los demás me vean comiendo un pastel rosado. ¿No lo crees mujer?

El comentario de mi hermano me provoca risa y mi madre se da vuelta para fulminarlo con la mirada. Ante esto, Ian se encoje de hombros en modo de provocación y me suelto de su agarre para darle un empujón en el estómago.

— No sé a quién le dices ¨mujer¨ pero yo soy tu madre y a mi me hablas con respeto — lo provoca ella con tono desafiante mientras lo apunta con el cuchillo que ocupa.

Mi hermano me mira divertido y mi madre gira el cuchillo con un solo movimiento de mano, indicándole que es una advertencia.

— ¿Realmente me desafiarás con un cuchillo?

Mis ojos van de mi madre a Ian y viceversa. Siempre discuten de esta manera por cosas tontas.

Hoy es mi cumpleaños número dieciocho, por lo que me convierto en una persona mayor de edad ante los ojos de la ley. Por supuesto, no ante los ojos de mi madre, y mucho menos a los de mi padre. Al pensar en él, hago una mueca mientras apoyo mis brazos en la mesada de la cocina. Claramente, mi familia está muy lejos de ser una familia convencional. Mi casa se encuentra veinticuatro siete custodiada por guardias pertenecientes a nuestra zona de la ciudad y digo nuestra porque es de patrimonio familiar, tal como lo dice y lo explica mi padre todo el tiempo.

¨Responsabilidad emitida desde mi abuelo hasta los hijos de sus hijos y así proseguirá, hasta que la muerte nos fusione¨ decía el, ya convirtiéndose en una frase que entre mis hermanos y yo utilizábamos en forma de burla, aunque solo haya durado mientras éramos niños.

Las cosas ahora en día ya no eran las mismas que antes. Mi hermano mayor, Pol, comenzó a entrenarse para trabajar con mi padre desde los quince años, provocando que pierda mucho de su adolescencia en clases de boxeo y tiro al blanco. A veces me sentía mal por mis hermanos, que, al ser hombres, mi padre siempre consideró indiscutible que sentaran cabeza en diferentes posiciones de la familia desde temprana edad.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2020 ⏰

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