Aceptación

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Así es, como anteriormente pudieron leer, el sentiemineto  que provocó tomó completo control de mi ser. La adoré, hasta punto que fuí víctima de una fascinación inexplicable.

Era increíble, fueron segundos solamente, segundos que me perdí en su eternidad, ¿como pudo abismarme en el tiempo?, mientras en mi mente tatuaba cada parte de su preciosa e implacable existencia.

Intrigado me puse de pie, decidí ir de caza. Al verle cerca me escondí, sigilosamente le observé cual leon su cena.

Mi bestia interior tenía hambre, mas que nunca antes, de un momento a otro me convirtió de un indefenso minino a un asesino obstinado y agresivo, un fiera con una presa en particular.

Tras mi asecho, decidí atacar, mas no pude, en un parpadeo volteó su mirada hacia mi. Ella dislumbraba. Sus ojos con el sol posado en su majestuoso rostro reflejaban esas ágatas marrones que me perforaban el alma. Sus destellos vi convertirse en flechas, felchas que claramente veía llegar a mi corazón.

Su piel tersa, sin mancha alguna.

Sus perlas chispeaban de su candente rosa sonrisa, incrustadas en el crater de dos labios escalavizadores que  me mantuvieron cautivo, hasta el día de ahora.

Brillos de ágata jugueteban con su piel tersa y esplendorosos hombros, sensualmente descubiertos a mi mente.

Erguía su cabeza como cobra hacia mi, su cabello revoloteaba como hilos de bronce, en todo momento denotaba una delicadeza infinita.

Era bella, blanca como la aurora, y su luz semejante a la de un ser divino daba claridad a mi feroz oscuridad.

El valor de este garañon pura sangre se redujo a escoria y ni un solo relincho. Pronto se daría cuenta que no era tan indomable como parecía.

Paralizado yo en su eternidad, volteó. Seguí mi camino anonadado. Completamente estupefacto, fascinado por haber presenciado como el tiempo paraba, la gravedad disminuía segundo a segundo, la presion en mi cuerpo aumentaba el doble, manantiales de lava ardiente corrían por mis venas sin darme cuenta en que momento levitaba gracias su magnificencia.

Me pregunté: ¿Sera ella un ángel y solo yo que lo noto?, o ¿Será ella un demonio que se apodera de mi?. No supe responderme y hasta la fecha dudo. Lo que si aseguro es que, viniera del cielo o el infierno, procedía de otro sitio.

Acepte mi perdición en amor, me entregué por completo, me incliné y adoré aquella suntuosidad que emanaba esta criatura.

A su merced, esa es mi aceptación.

Improviso sentirWhere stories live. Discover now