Prólogo

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… Mierda… Sin salida…
- ¡Levanta las manos donde pueda verlas!-.  El mercenario llegó hasta mi posición.
- Mierda…- maldije por lo bajo. He de considerar que tiene un buen cardio el hijo de su buena madre. Levanté las manos lentamente, y solo podía esperar que este tipo me de una bala entre ceja y ceja.
Encerrado en esta caja de cuatro paredes de hormigón con una pintura malgastada de color verde manzana, con un par de tuberías en el techo que se veían junto con la pintura blanca y con su revoque caído por la erosión del tiempo, con un pizarrón prácticamente intacto, con las sillas apiladas a un costado del lugar. Y, sin ventanas. Ahí se va mi única salida.
Creí que desviándome del largo pasillo que corrí después de ese tiro, encontraría una sala donde pueda haber una ventana del segundo piso de esta escuela abandonada.
-Así está bien...-dijo mientras jadeaba.- Buen chico…- Apuntó su revolver calibre 32. en posición de sentadilla. Supongo que eso es lo que los gángsters italianos hacen cuando cargan con un arma que parece más pesada que sus enquencles cuerpos. El tipo, además de delgado, era alto como yo, con pelo en forma de afro con rulos y de color negro, su tes era de un color como el café con leche con las mismas cantidades de ambos y una cicatriz en la mejilla izquierda.
-No te cansas de insistir para conseguir algo, no?-. Dije mientras bajaba poco a poco los codos para que no se me cansaran los hombros.
El tipo apuntó de vuelta hacia mí con más ímpetu y tirando hacia atrás el martillo de su Magnum. - ¡Que levantes las manos he dicho!-. Gritó, y las alcé.
- ¿Qué harás ahora?-. Dimitrov estaba comunicándose dentro de mi cabeza otra vez. De este idiota, fue la brillante idea de usar algo tan poco convencional y ruidoso para matar a alguien. A él le gusta ser extravagante con estas cosas. Ve en la muerte, arte.
- No sé imbécil… ¿Esperas a que saque de la galera un vino tinto y tome una copa con él?-. Me dirijí mentalmente hacia Dimitrov. Es complicado concentrarse para hablar con las voces de tu cabeza mientras me apunta un mafioso.
- Creo que deberías actuar más inteligente y plantarle cara mientras confíe en que estás en las cuerdas. Tienes que acercarte poco a poco, y cuando menos lo espere, ¡Clutch!... Le tomamos del cuello y le aplicamos una llave para que puedas salir de este embrollo que nos metimos-. Dijo Michael. Siempre él pensando en no matar. No me mal entiendan. Yo también desearía no matar a nadie, pero acorralado, sin armas y con un tipo amenazándome con meterme un balazo que me lleve al otro mundo, no creo que esté en posición para hacer algo… Benevolente, si lo podríamos llamar así.
-¿Nos? La idea fue de Dimitrov, no mía. Debieron hacer caso y dejábamos en las manos de Kim-. Me da coraje decir “te lo dije a alguien” incluso si ese “alguien” viene de mi cabeza y comparte cerebro conmigo. Me confunde, siento que me hablo a mí mismo aunque no soy yo, sino más bien un… ¿Súper Yo? ¿Un ello? Ni siquiera recuerdo cómo se decía en las clases de psicología. Me pregunto si podré volver a la universidad ahora. Primer año: primera vez que tengo la muerte de frente.
No sabía qué hacer… ¿Lucho contra él? ¿Me resigno y me entrego para que me sus amigos mafiosos me hagan sus típicas torturas con un balde? ¿Qué debo hacer?... Se me acaban las opciones.
[- Recuerda que todavía tenemos esa granada de humo casera Chris-.] Dijo Kim con su lenguaje de señas… (Luego les responderé cómo hago para “escuchar” un lenguaje para sordos en mi mente).
El italo-americano no dejaba de apuntarme y exhalar entrecortadamente. Se nota que lo cansé.
Kim tiene razón. La única salvación que tengo es que confíe en esa bomba de humo que hice con un poco de pólvora, bicarbonato de sodio, harina y azúcar que ví por internet y espero haber seguido bien los pasos, porque, como no me salga soy hombre muerto.
-Creo que sería un error dejarte con vida, jóven.- Y tiene razón este tipo. Había estado a punto de salirme con la mía de no ser porque otra vez, Michael no me permitió apuntar bien, a pesar de que pedí que tomara el control Dimitrov para ésta misión. Pero bueno… No todo puede salir como uno quiere.
- ¿No crees que podríamos llegar a un acuerdo? -Dije mientras daba un paso hacia él. Acto seguido, disparó justo al frente de mi dedo gordo. Retrocedí al instante. Entendí la advertencia.
- ¿Después de que le dejaste una bala en el cuello a mi jefe?- Dijo, luego hizo unos chasquidos rápidos con su lengua en el paladar mientras meneaba su cabeza con negación. -Hoy… La suerte no te sonríe… Sugoshin…- Dijo mientras sonreía con desdén.
No pude evitar asombrarme. ¿Los Coglione ya sabían de mis hazañas?... Que halago.
Mostré una pequeña mueca de felicidad. -No sabía que era tan famoso-. Dije con ironía. – Investigaron bien sobre noso… Digo… Sobre mí-. Carajo. Casi la cago.
El gángster me miró dubitativo, pero ignoró mi error fijando su atención en su arma. - ¿Cuántos disparos crees que soportarás?-. Este va en serio… O me mata ya o lo hará torturándome. Estoy seguro.
Incliné mi cabeza hacia adelante con una pequeña sonrisa. -Creo que el debe de preguntarse eso, eres tú…
El viejo hizo una mueca de desprecio y ahora fijó su atención en mí. A ver… No era un viejo, debería tener diez años más que yo a lo sumo, pero es divertido burlarse de alguien mientras no te escucha. ¿No lo creen así? Mejor reír, que llorar por un inepto como yo que no tuvo mejor idea que meter sus narices en donde no debía.
-Antes de matarte-. Dijo mientras inclinaba rápidamente la cabeza hacia un lado. - ¿Dónde están el chico con la capucha y la niña esa?
Ni loco diría donde están Erik y Nikky ni aunque lo supiese, pero era mejor mantener la calma e inventar algo para distraerlo y acercarme hacia él para dejarle el control a Michael.
-Les dije que nos veríamos en la planta industrial de al lado-. Dije mientras acomodaba con mi cabeza el pelo. Me pregunto si esta será la última vez que podré cortarlo. Aunque, estoy seguro de que si vivo o no, no lo haría, me da flojera cortarlo. Está bien así.
- Bien… Luego iremos con mis muchachos a buscarlos a tus amigos, pero primero, tengo unos asuntos pendientes contigo muchacho…- Ok. Disparará en cualquier momento. Si no lo distraigo, no podré lanzar la bomba de humo y seré ejecutado… ¿Cómo se sentirá la muerte? Me pregunto mientras todos en mi cabeza están dando alarmas de que no quiero saber qué se siente morir.
- Antes de que dispares- empecé a hablar para que tenga tiempo para ejecutar el plan de escape-, quiero saber: ¿Cómo se llama mi ejecutor?
El mafioso solo río entre dientes. -Mi nombre es Tommy-.
Ah… Como el del juego…
Esbocé una sonrisa. - ¿No crees que es un nombre un tanto infantil para un hombre supuestamente rudo?-. Dije en tono burlón. Cualquier distracción sirve en este momento.
Tommy hechó una carcajada que aumentó aún más mi tensión. -Los nombres no hacen a los hombres muchacho… Cree cuando te digo que cuando escuchan mi nombre, lo único que hacen todos los que conocen a nuestra organización, es huir como ratas que son y alcanzar inútilmente a cubrirse de mis disparos con este bebé-. Acarició su Magnum mientras yo esperaba distraerlo aún más para que se fijara en su arma y así distraerlo.
- Creo que es una bonita arma-.
- Así es…- dijo el protagonista del juego, digo, el mafioso este mientras miraba a su arma ya como alguien que mira algo con deseo que como un simple objeto que admira.
- Pero el arma que usé para herir a tu jefe fue mucho mejor-. He de admitir que no soy un aficionado de las armas como Dimitrov. Es algo característico de él como hijo de un zar y militar ruso que es (o fue… Todavía eso no tengo claro) conoce una amplia variedad de armas. Es él quien me recomendó que robe esa arma del depósito de la policía (esa es otra historia que también debo contar más adelante. Todo a su tiempo).
Tommy me miró con desprecio – debes tener muchos huevos para decir algo como eso, imbécil.-
-Prefiero que me llames muchacho, gracias.- dije por lo bajo.
-¡Silencio! ¡Basta de charla!... Y que empiece el coro… ¿Dónde están los mocosos esos de tus amigos?
Si hay algo que me da por mis partes nobles es que un adulto, con cara de haber participado a una pelea por cada día de su vida desde que dejó el biberón, diga a mis amigos “mocosos”. Solo yo puedo decirles así… O algo peor. El chiste es que yo nada más puedo decirles algo por el estilo aunque yo tenga aproximadamente la misma edad que ellos.
-¡No sé!.- grité mientras hacía una muestra de desprecio hacia él.
-¡Si que sabes!-. Me respondió alzándome aún más la voz que antes- sé que tus amigos están por algún lado. Y cuando los encuentre… Acabaré primero con la chica, y después con su novio.
-Es su hermano, idiota- dije con gran odio en mi voz.
-¡Da igual! ¿Me vas a decir dónde están o se las pregunto a tu cadáver?- Ahora, su expresión era muy tensa y apretaba aún más la culata del arma. En cualquier momento, apretaba del gatillo. Piensa algo. Piensen algo chicos. ¿Cómo lo distraemos?
Justo cuando menos lo esperé, ocurrió el milagro que necesitaba
-¡Tommy!- llamó con un grito un compañero del gángster, ya que iban vestidos de la misma forma. Con sacos de gabardina, corbatas de color a juego y camisas blancas que están algo amarillentas por su propio sudor.
-¿Qué quieres Vinnie?- dijo en tono de desprecio mientras volteaba su cabeza atrás donde estaba su compañero. -¿No ves que estoy haciendo algo importante?-.
-Es que… Los niños esos están matando a nuestros compañeros,- dijo Vinnie desesperado a Tommy- mataron a los hermanos Bianucci y a Nico.
Tommy me miró, antes de volver hacia su compañero. -Prepara las armas del arsenal y llama a los demás en la ciudad… Hoy damos caza a todos estos héroes de pacotilla.
Mi sangre estaba hirviendo. Acercaba mi mano al bolsillo de mi pantalón que estaba sobre mi muslo derecho para tomar la bomba. Mi mano temblaba. Podría parecer un problema que ahora tenga que encargarme de dos tipos, pero se nota que este Vinnie es un pelmazo. Era calvo, llegaba hasta mi hombro y, a diferencia de mi nuevo amigo Tommy, era obeso como una bola de billar y su piel era blanca como un lienzo.
Ésta es mi oportunidad. Tomé la granada de humo con éxito. La lancé directo a la cara de Tommy y lo aturdía igual que a Vinnie mientras las partículas de la harina y pólvora salían con fuerza hacia arriba. Michael tomó el control de mi cuerpo en un segundo. La adrenalina me ayudaba a pensar para concentrarme y dejar que él haga su trabajo. Fui directo a golpear en el rostro del primero para luego tomar del cuello del segundo en una llave de lucha libre para lanzar su rostro contra el suelo. ¡Eureka! Les dí su merecido a ambos. Ahora sí me puedo… Escuché el traqueteo del martillo del revólver en mi espalda.
Me giré para ver qué pasó. Tommy estaba con cara de pocos amigos con el ojo derecho algo hinchado del gancho derecho que el dí. Tomó el arma que se le cayó a un lado. Tenía un golpe a un lado de cabeza
-Hasta aquí llegaste niño- me apuntó a la cabeza y jaló del gatillo. Todo fue negro desde ahí.

Espíritu Guardián (Sugoshin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora