Otra vez ese sueño… ¿Quién sueña con un gángster y unos tipos que hablan en tu cabeza?. Ok. Tengo trastorno de identidad disociativa (mejor conocido como TID), pero mis personalidades no tienen nombre ni tampoco están todo el tiempo hablando conmigo y tomando el control de mi cuerpo para “luchar” o algo así. Es más, ni siquiera hablan y yo no peleo. Ni tampoco mis personalidades. Digamos que tengo bastante controlado mi psiquis en una sola por los medicamentos, pero tengo que cambiar las drogas que estoy consumiendo ahora que me recetó el psiquiatra, y porque últimamente me están carcomiendo los sueños. Y eso, me da un fuerte dolor de cabeza al día siguiente. Como ahora.
Me levanté de la cama y utilicé mis nudillos para limpiarme las lagañas de mis ojos. Todo en mi habitación estaba en su lugar. Bueno… Se podría decir que sí. Algunas cosas están apiladas de forma irregular donde es mi mesa de luz al lado de mi cama, pero no ocupan mucho espacio, ya que la mayoría de mis cómics o libros que leí están puestos en la repisa de arriba de mi cama. Definitivamente, el colchón no está en su mejor momento, debería decirle a mi mamá que lo cambie. Y las frazadas también. Su color azul marino se perdió con los lavados hasta volverse casi un turquesa.
Las paredes, como siempre, forradas con papel tapiz de color azul cielo con algunas nubecitas. Sí. Tengo 18 años, voy a la universidad y, aún así, tengo la habitación como la tendría un niño de 8 años. Mi techo es de color blanco y tengo pintados algunos graffitis con letras japonesas como “amor-odio”, “ira-felicidad”, todas dibujadas con mi pincel que tengo delante de mí al lado de mi puerta también de color blanco. Junto con mi lienzo que mi tío Charlie me regaló para mí décimo cumpleaños. El piso de mi casa también debo de limpiarlo, ya que la madera tiene que lustrarse. La ventana de mi cuarto, con sus cortinas con dragones tribales, haciendo un claro contraste de rebeldía con mi pieza infantil, tiene el marco un tanto sucio también. A pesar de todo, mis pósters de algunos videojuegos y de mis artistas de música y pintura favoritos, están intactos. Nada de polvo visible en estos últimos.
De todas formas, no me mal entiendan. Me gusta mi cuarto. Pero no puedo evitar pensar que sentiría una chica cuando entre a mi habitación. Quizás piense que tengo un complejo de Peter Pan o algo así, y no, ya estoy grandecito para esas cosas.
Siempre he tenido miedo por el qué dirán de mis acciones, además de lo que pienso o lo que digo. No quiero que piensen de forma negativa de mí en ningún aspecto. Soy muy sensible con eso… Me cuesta horrores hacer nuevos amigos, aunque no soy muy introvertido que digamos. Suelo hablar con muchas personas tanto en persona, como por internet, pero jamás les hablo de mí, ya que mi vida no es muy interesante que digamos. Es como la de cualquier chico de clase media latino viviendo en New York, que desearía tener algo más interesante que hacer que simplemente cumplir horarios de universidad y estar de vez en cuando con sus amigos contados con los dedos de la mano, para luego tener un futuro como el de mi papá.
Mis padres sí son más interesantes. Ambos son químicos. Mi padre trabaja para el gobierno como investigador de crímenes, y mi madre es química de una empresa multinacional que distribuye medicamentos de todo tipo. Son buenas personas, aunque muy duros conmigo y mi hermana mayor. Nos exigen día a día en las tareas del hogar y en nuestros estudios de la universidad. Obviamente, se conocieron en el trabajo. Mi padre es argentino y mi madre de México. Y, prácticamente, fue el destino que se conocieran. Ambos quieren salvar al mundo a su manera, mi padre resolviendo crímenes y mi madre ayudando a la gente que necesite algún medicamento para algún mal que le aflige. Hasta donde yo sé, es lo que me contaron que hacen. Tampoco entiendo mucho de esas cosas. Solo en la universidad a la que iré, entenderé mejor de esto, ya que soy un pelmazo para entender de cosas químicas complejas. Solo me sé lo básico por la secundaria.
Desde que tengo 7 años, vivo acá, en Manhattan. Amo esta lugar. Lo que no amo, es tener responsabilidades de un adulto. Ya de por sí, mi vida es aburrida, no quiero hacerla más aburrida.
Me levanté de la cama y fui al baño que está cerca de las escaleras frente a la habitación de mi hermana. El baño es rústico. Paredes de color coral, una persiana horrible blanca con unas estrellas de mar en ciertos lugares, un lavamanos, retrete y espejos un tanto desgastados porque la señora que limpia la casa, Maggie, está visitando a su familia porque su madre está con problemas de salud. Raras veces veo a la mucama, ya que no estoy por la mañana en mi casa y no vuelvo hasta la noche. Así que no la conozco mucho.
Me bañé, me cepillé los dientes, me lavé la cara y cuando me ví frente al espejo, no podía creerlo. Además de que mi barba estaba creciendo más que de costumbre, que era al ritmo de como 3 milímetros al año y ahora se quintuplicó por mi mentón, maxilar y bigote; había un corte en mi pómulo derecho, cerca de mi ojo. No tengo idea de dónde salió esa herida. Quizás me la hice mientras dormí.
-¿Te vas a quedar viendo lo guapo que eres o algo así?- mi hermana me estaba sonriendo de forma burlona. Solté un bufido para no reírme. Siempre me hace reír a carcajadas con sus chistes y tonterías.
Mi hermana es tan inteligente como bella y graciosa. Su nombre es Lisa. Es un poco más baja que yo, a pesar de tener 7 años más que yo, tiene la piel bronceada como si fuera todos los días a la playa, cuando en la ciudad no los hay. Su cabello es castaño y lacio, decolorado de rubio en algunas mechas. Es muy parecida a mi mamá en lo físico, ya que tiene los ojos verdes de mi madre y el mismo color del cabello, aunque ella es tan blanca como yo. Su sonrisa es de un blanco perlado por la operación dental que le pagó mi papá. Además de habérselo ganado trabajando en una cafetería que quedaba cerca de casa. Ella, al igual que mis padres, es un modelo a seguir. Va a la universidad y dentro de poco será abogada. Solo tiene que hacer una tesis para tener su título y con eso, cumplir su sueño de tener su propia casa para vivir con su actual novio. Nunca recuerdo su nombre, era Juan, Hann, algo así. Esto es lo malo de conocer más de un idioma en la familia. Se me confunden los nombres entre el español y el inglés.
-No usé la pasta dental que te gusta para que no me regañes-. Fui saliendo del baño hasta que Lisa me tomó de la cara. Me miró con extrañez y preocupación.
-¿Cómo te hiciste este corte?-. Preguntó ahora con un tono más serio.
-Creo que me lo hice dormido o algo-. Intenté quitarme su mano pero me la agarró.
-¡No mientas!- gritó entre dientes. Miró hacia las escaleras para corroborar que no estuviera nadie, -¿Estuviste peleando con esos tipos otra vez?-. Me dijo por lo bajo.
-No me peleo con ellos hace semanas-. Dije. En efecto, siempre hay un par de bullys que te molestan todos los días, sobre todo cuando al año siguiente no van a estar ahí para molestarte. Por suerte, pueden dejarme en paz de vez en cuando, puedo negociar con ellos haciendo sus tareas. Son flojos, pero pagan bien por un par de ejercicios de matemáticas y biología.
-Bien- mi hermana sonrió. -¿Estás listo para tu última semana en la escuela?- dijo mientras me hacía cosquillas. Me da cierto repelús que me hagan cosquillas, pero solo existen un par de personas que dejo que me las hagan, una de ellas es mi hermana.
-¡Que no tengo 13 años Lisa!-. Trataba de no reírme pero soy muy sensible en ese aspecto y no puedo contenerme, además de que no puedo no sonreír con esa energía positiva que siempre irradia mi hermana mayor.
-Alistate… Tienes cinco minutos para ponerte el uniforme y desayunar. Yo tomaré un baño y te quiero ver abajo cuando termine. ¿Entendido?- lo decía todo en un tono militar con los brazos detrás de la espalda.
-Sí, capitana. A sus órdenes-. Mientras saludaba con la diana característica del ejército y me marchaba como un soldado hacia sus filas.
-Ey…- volteé la cabeza al escuchar que me llamaba Lisa cuando estaba cerca de la cama- ¿Tomaste las pastillas?-.
-No, necesito cambiarlas las que me recomendó el psiquiatra. Creo que necesito algo menos fuerte-. Dije mientras tomaba mi ropa para cambiarme.
-Bien, dile a papá que te haga una nueva cita con él-. Y entró a bañarse con una toalla debajo del brazo derecho que supongo que sacó de su cuarto.
-Okey-. Me puse a vestirme con la remera y los pantalones del colegio. La remera era una chomba de un color blanco con el escudo del establecimiento de un color rojo y los pantalones de un color beige junto con un cinturón negro. Como odio vestirme con el uniforme por la calle, llevo una sudadera gris y unas zapatillas Nike blancas para ir con lo que me gusta: de perfil bajo y con el estilo urbano siempre.
De pronto, ví algo raro mientras estaba con la cámara del celular observando si mi cabello castaño tomaba el perfil que me gusta, ladeado hacia la izquierda. Detrás de la mesilla de luz, había una bolsa de nylon pequeña con unas manchas rojas. No tenía idea qué eran esas manchas, ni siquiera sabía que hacía una bolsa ahí. ¿Cuándo la había puesto? Tengo que ver si tiene algo raro dentro.
Había un traje negro con una antifaz del mismo color con manchas rojas, creo que eran sangre. Revolví un poco más abajo, encontré tres estrellas ninja, bastones de defensa personal, una pistola de aire comprimido, un teaser y una navaja mariposa con sangre. Sangre. ¿Esto es mío? ¿Qué carajos? ¿Llamo a la policía o qué? ¿Me creerán si les digo que alguien dejó esto en mi cuarto para inculparme?
Escuchaba las voces en mi cabeza: <<”fue una buena matanza”>>. Me tropecé y dejé caer la bolsa al suelo mientras caían mis pastillas, tomé una y me la tragué sin pensar mientras lo mezclaba con mi saliva para que se diluyera un poco. Cuando pasó por fuera de mi garganta, respiraba rápido porque sentía el cuerpo pesado y mi presión subía cada vez más, en mis oídos solo escuchaba un pitido, mis manos temblaban y mi corazón palpitaba tan fuerte que sentía que me saldría de las costillas.
Yo me fui a dormir temprano anoche después de hacer mis tareas y las de los demás que debía entregar hoy. No recuerdo haber salido. ¡Y mucho menos haber matado a alguien! Tranquilo. Respira hondo Christian. No fue nada. Solo un juego de tu cabeza. Relájate.
-¿Chris?-. Era mi hermana, me volteé a verla- ¿Todo bien?-. Me limpié el sudor de mi frente.
-Sí… Solo… Me caí…- balbuceaba con mi respiración acelerada mientras trataba de ocultar la bolsa con el cuerpo y colocaba todas las pastillas que se me cayeron del pote.
-Bueno, apúrate o tomo yo el postre de la heladera…- dijo mientras entonaba cada palabra e ingresaba a su cuarto.
-Ok… Ey…- la imité de la misma forma que hablaba.
Suspiré. Tomé mi baúl de los recuerdos donde tengo algunas fotos y recuerdos de la infancia que supe quedarmelos como mi GameBoy Color por ejemplo, guardé la bolsa con la ropa y las armas, y coloqué rápido mis pastillas sobre la mesa de luz para incorporarme e ir lo más rápido posible hacia las escaleras. Miré un segundo más mi cama donde guardé la caja y me dije que era imposible que eso fuera mío. Nunca me peleé con alguien… No hasta matarlo al menos. Salí de allí y fui directo al comedor.
El living de mi casa, que se ve más como un monoambiente, es más interesante que los cuartos de arriba porque mis padres confesaron hace unos meses, días después de mi cumpleaños, que la idea era tener una casa de un piso solamente para ellos y mi hermana. Para su bendición o desgracia, nací yo y tuvieron que hacer otra planta para la casa, mientras la habitación de mi hermana se convirtió en el cuarto de invitados. Nadie lo usa de todas formas.
La sala principal tiene lindos detalles blancos. La puerta principal está separada por unas escalinatas que quedan a la izquierda de la escalera principal con algunas plantas pequeñas alrededor, pero lo suficientemente alejadas para no golpear la puerta ni tropezarte con ellas. Hay cactus, helechos, tomillos y otras macetas con plantas que ni idea qué son. La puerta es blanca también como casi todo allí pero su picaporte es dorado oscuro, con paneles de vidrio translúcido, seis en total. Hay una cocina con todos los muebles necesarios, un horno, vajilla, lavaplatos, despensas y la heladera, que por cierto, era lo único gris de la cocina. Había una mesa fija grande donde colocábamos la tostadora, cafetera y demás.
La sala tenía un gran mesa redonda blanca donde compartíamos el desayuno, almuerzo y cena. Enfrente de eso, estaba la sala de estar con el televisor plasma de 42” y mi consola de juegos, junto con el sofá gris con espacio para los cuatro que somos en la casa y una mesa de vidrio donde siempre mis padres dejan revistas de algunos químicos famosos, a veces, estaban ellos dos en las portadas. Al lado de la puerta, está una estantería con libros de todos los tipos, desde libros de medicina, hasta libros de fantasía que leía mi papá cuando quería dormir; debajo de la misma, había unas puertas de madera con algunos juegos guardados y libros de la carrera de Lisa que ya terminó de leer pero los guarda por nostalgia. Había una sola ventana que daba al patio de enfrente bastante largo y con cortinas de lino. Después de todo eso, había un pasillo con cuatro habitaciones: el salón de trabajo de papá, el de mamá, la habitación de huéspedes y otro baño.
Mi papá ya estaba en la mesa del comedor, estaba leyendo el New York Times, y mamá estaba haciendo su café. Llegué y me senté en la mesa para desayunar. Había tostadas con pan lactal, mermeladas de frutilla y moras, cuatro tazas de café, una botella de leche y cereal con frutas artificiales. Mis favoritos. Lo miré a mi papá para decirle un simple “hola” a él y a mi mamá.
-¿Así saludas a tu padre?- dijo sin sacar la mirada del periódico- Ven y dale un abrazo a tu viejo.
Antes de que le diera una tajada a las tostadas que había ya hechas en la mesa y tomara el café, me levanté de la silla y fui a saludarlo con un abrazo para luego volver a la silla. Él es así de cariñoso. Es un tipo de cuarenta y tantos años, pero pareciera que tiene treinta recién cumplidos. Tiene cabello castaño, como el mío, y un color de ojos avellana, como yo, tes bronceada…, eso ya no tanto como yo, soy más bien algo bronceado, pero odio las playas y el sol que puede quemar la piel, y él, para ser un científico, tiene buen físico por entrenar en el gimnasio que va por las tardes y haber hecho artes marciales. Él me entrenó también para despejarme un poco del estrés de mi condición psicológica, que haga ejercicio, y un poco para que me guste el mundo del cual él siempre disfrutó cuando era jóven.
-¿Qué tal tu última semana de clases? ¿Hiciste tus tareas?- dijo mi padre.
-Sí, “fafá”- dije mientras masticaba una tostada con mermelada. Tragué.- tengo que terminar de hacer unas cosas de matemáticas, tendré que usar tu computadora otra vez para hacer los ejercicios que me quedan.
-Bien- mi papá tomó su café.- puedes usarla hasta que yo vuelva por la noche.
-Gracias pa- acto seguido. Seguí comiendo mi tostada y terminando mi café con leche.
Mi hermana bajó de la escalera y saludó a mi mamá con un beso en la mejilla y un hola energético, luego comenzaron a tomar una conversación que no oí. Estaba concentrado en las noticias de la tele. Estaban justo haciendo una nota, la reportera encargada estaba hablando con un testigo de los hechos ocurridos ayer.
[-Estamos en la mansión donde ocurrieron los hechos y estamos con un testigo clave que vió lo que pasó. Dígame, ¿Dónde usted vió que el asesino de esos secuestradores?]
[-Bueno, yo al trabajar en frente de la mansión puedo ver todos los días qué ocurre aquí. Siempre ví fiestas de todo tipo, con un montón de gente. Como todos eran jóvenes, no creí que ellos eran una banda de secuestradores encargados de prostituir a jovencitas.]
-Papá- le dije con la mirada todavía puesta en el televisor.
-Hm…-. Dijo mientras todavía estaba tomando su café y me miraba de reojo por el papel.
-Sube el volumen de la tele-. Mi papá tomó el control remoto que estaba la mesa y giró su cuerpo para hacer lo que le pedí.
[… Solo pude ver dos chicos saliendo de la mansión. Una chica que al parecer es la que estaba por ser secuestrada por esta red de trata y me parece que un chico o chica, no pude divisar bien su sexo porque iba completamente de negro y con una aparente bufanda roja. Luego de eso, ambos salieron para lados distintos. La chica por la calle y el sujeto por el otro lado hasta un callejón.]
¿Una bufanda roja? ¿Cómo la de mi mamá? Imposible. Mi mamá tenía guardada una bufanda del mismo color en su cuarto. ¿La robaron? O quizás… ¿Fui yo? No. No creo.
<<El que hizo eso fuiste tú…>>. Escuché una voz entre chillona y rasposa, como la de un payaso asesino de las películas de terror.
Me asusté tanto que me moví un poco de la silla y casi me atraganto con mi tostada a medio camino de comer. Mi papá se percató de mi susto. Solo miró extrañado y siguió leyendo su dichoso periódico.
Respiré un poco para calmarme y cerré los ojos. Estas cosas están en mi mente, definitivamente, necesito cambiar mis pastillas. Necesito algo más fuerte. Sí. Las que tomo me dan jaquecas, pero rezo en sentido figurado para encontrar unas más fuertes y sin efectos secundarios.
<<¿Qué tienes en contra de Dios? No sabes si él puede ayudarte en esto.>> Otra voz sonó en mi cabeza. Esta vez era más gruesa y cálida. Como si de verdad se apiadara de mí en cada una de sus palabras.
Abrí de repente los ojos y empujé la silla hacia atrás. Mi papá quitó la mirada del periódico y frunció el ceño.
-¿Qué te pasa hijo?- me miró de arriba a abajo sin entender qué me ocurría. Yo tampoco sabía qué me ocurría.
-Es que…, quiero ir al baño-. Dije mientras acamodaba la silla en su lugar.
-Bueno Chris, pero luego tengo que entrar a orinar yo también-.
-Okey. Ya vuelvo-. Y me dispuse a caminar por el pasillo.
-No te olvides tirar la cadena- me advirtió mi mamá.
Cuando llegué al baño, encendí la canilla y tomé algo de agua con las manos para pasarla sobre mi cara. Suspiré. Cerré el grifo para no desperdiciar agua y me miré al espejo. No entendía qué me pasaba. Fue raro. ¿Mis personalidades hablan en mi cabeza ahora? No sabía que ese era otro síntoma de la personalidad disociativa. O quizás tengo esquizofrenia. ¿Otro trastorno más? No por favor. Sequé mi cara con la toalla de mano que estaba cerca y miré a mi alrededor. Este baño me gusta más que el otro. Es un espacio como de 8X8, mientras que el de arriba es de 4X2. El techo es blanco y los pisos de mármol; tiene una bañera, retrete y bidet pulcros que pareciera que te dolerán los ojos de tanto que brilla y, el lavamanos y espejos, no se quedan atrás. Están los cepillos de dientes de todos, aunque mi hermana y yo usamos los de arriba para mayor comodidad. En fin, es bonito, pero no vale la pena explayarse en eso.
Dirijí mi mirada a la puerta de roble del baño para ver la puerta de mis padres de la misma madera. Era blanca, y estaba entreabierta… Quizás… Pueda sacarme mis dudas.
Caminé sigilosamente hasta la puerta de la habitación y la abrí lo más lento posible para no hacer ruido. Una vez abierto, fui directo a ver el mueble que hacía de librero y ropero de mis padres. Ellos tienen guardados libros de ciencias y tanta ropa que es un crimen no maravillarse con ello, aunque, raras veces se visten más allá de camisas y ambos cuando salen o en casa. Son muy sencillos en tema vestimenta. En las cuatro cajas del mueble blanco hay una en el costado derecho que sé que mi mamá guarda con la bufanda que estaba buscando. Nunca la usa, no le gusta para nada porque dice que le hace ver como una anciana. Y siempre quiere verse jóven más de lo que ya se ve a veces. Me senté en la cama de dos plazas con frazadas moradas, el color favorito de mi mamá. También tenía tapizados negros en las paredes, y un color negro en el techo y en el piso de felpa, el color favorito de mi papá. Ambos tenían dos veladores con unas mesillas de luz blanca. Prendí el velador más cercana y abrí la caja… No estaba la condenada bufanda.
Mi presión se aumentó y mis pulsaciones también. Mis oídos iban tapándose y mi corazón se aceleraba a un ritmo que creí que iba a explotar. Okey. Basta. Seguro la guardó en otro lado. O la tiró. Y ese loco de las noticias la tomó de un basurero y la combinó con un traje negro que dejó en mi casa para inculparme a mí… Sí, la policía se lo creería Chris… Debe haber una explicación para esto. Guardé la caja en su lugar, apagué las luces y salí lo más discreto posible.
Volví al salón principal. Todos seguían en sus lugares, así que fui a la mesa y tomé mi café y comí lo que quedaba de mi tostada. Mi padre me miró sorprendido.
-Despacio hijo. ¿Tienes que ir a algún lado?-.
Terminé de tragar todo y respondí: -tengo que verme con Erik… Olvidé que tenemos un proyecto que hacer.
-Okey, pero tampoco aceleres a tu estómago, ¿sí?
-Está bien papá-.
Subí lo más rápido que pude las escaleras y empecé a meter las cosas importantes en mi mochila. Estaba todo lo que necesitaba, cartuchera con lápices y bolígrafos, carpeta, libros, mi celular y mis audífonos. Listo. Me estaba yendo hasta que mis propias manos me detuvieron en el marco de la puerta. No me podía safar de ellas y me obligaron a girar mi cuerpo para ir hacia la bolsa que estaba debajo de mi cama. Tomé la bolsa y la guardé en un compartimento que ni yo sabía que tenía en mi ropero. No sin antes, poner el bastón de defensa personal en mi mochila. Cuando recuperé el control quedé estufectato... Mis ojos se movían y mente también
Okey… ¿Y eso qué fue? Ya me estoy dando miedo. Coloqué bien las correas de la mochila y coloqué la capucha cuando bajaba por las escaleras. Saludé a mis padres y me detuvo con un llamado mi madre.
-¿Te vas sin saludar a tu madre?
Puse los ojos en blanco y sonreí para darle un abrazo y un beso en la mejilla a mi madre. Choqué los puños con mi hermana y mi papá para luego salir tomar el picaporte de la puerta y salir de una vez.
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Espíritu Guardián (Sugoshin)
Action"Un chico llamado Christian Alba de 18 años con Trastorno de Identidad Disociativa (TID) vive de lo más normal. Hasta que su vida se trastorna por el hallazgo de unas misteriosas armas y un traje que no sabe de dónde salió. Pronto, a través de algun...