La primera vez que se tomaron las manos no fue en un paraje singular, no fue frente a maestros y aprendices sedientos de rumores y mucho menos un campo de flores como muchos cuentos infantiles dictaban. Fue en una de esas batallas desleales de las cuales no se habla, las que no son reconocidas más que como trabajos de rutina y pulcras barbaridades.
Anakin y Obi Wan se encontraban allí, juntos uno al lado del otro respirando con jadeos entrecortados, con sus frentes sudorosas y su cabello pegándose a las mismas ante un mar llano de desolación y gritos conjugados; de armas y luces que casi parecían cegar la vista de todos pues por enésima vez no peleaban entre naves y un millar de estrellas, si no que en el febril suelo de Geonosis.
La boca de ambos tenía un sabor pudoroso a sangre; metálico y con ciertos rastros de polvo debido a que habían estado horas infernales peleando contra la manía de droides encomendados por los separatistas, Conde Dooku en este caso quien se encargaba de ver todo con cierta dicha desde una de las naves más lejanas de aquel entorno. Sin embargo, Anakin gritaba con desmero intentado levantarse de las rocas y bastidores de tierra que amenazaban con estropear su traje Jedi, por otro lado la expresión del petito responsable era de completo horror.
Kenobi siempre fue lisonjero, su paciencia ante los peores escenarios era algo que destacaba por sobretodo el consejo, incluso ante los más excéntricos maestros. Fue por ello que en cuanto Skywalker dirigió la mirada al único ser que le importaba que siguiera vivo y con el que compartía una de las conexiones más importantes de la fuerza, sintió también el verdadero terror.
- ¡Maestro!- Gritó, una última vez observando con detenimiento como Obi Wan apretaba aquel sable de luz, paralizado llevando una mano para cubrir su boca, ¡Y es que era una verdadera agonía! Ver esas miradas de atochamiento y pugna por lo ancho, la inoperancia recorriendo los rostros de aquellos soldados vestidos de blanco con franjas doradas, rojas e incluso algunos azules llamados por simpleza clones.
- ¡Maestro, reaccione!.- Anakin se acercó, como pudo impidiendo el campo de visión del mayor, sujetándolo por los hombros frente a frente con ese rostro molesto y desobediente, digno de un padawan frustrado.
- ¿Qué acaso no lo ves, Anakin?, ¡No hay nada que podamos hacer!.- las heridas que reposaban en el pedagogo eran delirantes, algunas lloraban sangre mientras que otras simplemente se abstenían, pero el dolor en la fuerza era compartida al ver a la antología de maestros que ayudaron en la batalla ahora yacer muertos en el exterminio.
- ¡Yo sé que podemos!, ¡Podemos derrotarlos!.- Respondió, con esa seguridad ecúmene digna de Skywalker, que aunque ahora no acontecía con el mejor de las sonrisas, siempre se daba a notar.
Obi Wan lo miró, con tanto desconsorte como siempre, negando en parte la petición de ir a luchar a su joven padawan pero por otro lado sabía que de todos modos lo haría, lo conocía hace años, prácticamente fue su compañero de vida, aun sí ahora ambos tenían sentimientos encontrados el uno por el otro.
- Ten fe en mí.- Una de las manos del joven se dirigió en dicho momento al rostro de su maestro, tocando la mejilla circundante, juntando miradas, juntando emociones pero por sobretodo, el amor que tanto les había costado entender.
Quizás, no fue el mejor de los momentos para comprenderlo, pero ambos sintieron la conexión; el como sus corazones bailaban golpeando fuertemente en un grito merolico, para sellarse en un fugaz roce de labios que jamás en su vida olvidarían, pues aquella sería una promesa de su propenso amor.
- Puedes confiar en mi.- fue lo dicho por Skywalker en cuanto se separaron, como sí el tiempo se hubiera detenido; como sí aquella eternidad fuera para ellos dos nada más, sin importar que alguien les viera; sin pensar en consecuencias, solo en lo mucho que ambos se necesitaban.
Anakin estiró su mano, aquella que era de carne y hueso y no como la otra que consideraba ciertamente falsa, sellando aquel pacto de palabras entrelazando sus dedos en sintonía con los de su maestro, volviendo a ver ese rostro de siempre, tan fuerte, tan decidido, el rostro de su Obi Wan kenobi.
Nadie pensaría, que al final de tantas batallas dadas y compartidas; tantos besos fecundos y con una historia escrita en cada uno, Anakin se guiaría por el odio, el temor y la oscuridad. Pero para Obi Wan él siempre sería su muchacho y por mucho su más grande amor, conservando el recuerdo de su tacto por toda la galaxia.
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🔥𝘑𝘶𝘴𝘵 𝘰𝘶𝘳 𝘩𝘢𝘯𝘥𝘴| 𝐎𝐛𝐢𝐤𝐢𝐧 𝐎𝐧𝐞 𝐬𝐡𝐨𝐭.🔥
RandomAnakin y Obi Wan siempre tuvieron una conexión más allá que la que el consejo podía entender, pero en particular ellos siempre la ignoraron hasta que en una batalla, un sutil roce de labios y el hecho de tomar sus manos hizo que sus mentes se ilumin...