Capítulo 1

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El sol brillaba en lo alto del bosque. Un gatito entre las hojas del suelo se revolvía juguetonamente. Él no era sólo un gatito, era un gatito salvaje. Se sentía listo para cualquier cosa, él solo podría cazar un gran venado y subir el árbol más grande.

Un ligero ruido alertó a sus orejas que se movían de un lado a otro para detectar el proveniente lugar del movimiento. Por su lado derecho, unos dientes molían el pasto. ¡Conejo!

Lentamente, caminó sobre sus almohadillas, sin un ruido, se fue acercando a su presa hasta verlo: un gordo conejo gris al que se le notaba lo bien que vivía su vida de roedor. Con el pecho al suelo, vigilaba al conejo tragón.

Una hoja seca crujió al pisar, el conejo paró de mascar y olfateó moviendo las orejas. ¡Demonios! Era ahora o nunca.

Se lanzó por su presa, pero el pequeño roedor había huido de dos grandes saltos.

Sus hermanos, que jugaban cercas de ahí, no dudaron en pasar a su forma humana sin importarles la desnudes para mofarse a libertad de su pequeño error de cálculo, y recalcarle lo inútil que era.

Un día... algún día... les demostraría ser mejor que ellos.

Key era el menor de tres camadas, con cuatro hermanas y dos hermanos mayores que él, estaba acostumbrado a ser el centro de las burlas de sus dos hermanos, por lo que prefería estar con sus hermanas.

El ego de su gato estaba herido. Con las orejitas gachas y la cola entre las patas, decidió regresar a su casa; siempre que algo pasaba, corría con alguna de las hermanas dispuesta a consolarle.

Caminaba en su forma felina por el laberinto que era su desgastada aldea. Piedras comprimidas unas sobre otras formaban las paredes, con puertas y ventanas de madera. Una burda y pobre imagen de lo que antes era. Antes —contaba su madre—, las casas eran bellas, nuevas, sin la pintura cayéndose ni hierva trepando entre las piedras.

— ¡Gatito! ¿¡Que harás en la luna roja!? —gritó un muchacho sentado en una mesa junto a sus amigos.

Key lo miró, podría ser de la edad de sus hermanas mayores. Tembló por dentro. Últimamente, los demás parecían no tener nada mejor que hacer que preguntar por su agenda para la luna roja.

Como el gran gato salvaje que era, mostró los dientes en un gruñido de advertencia; quebraría la garganta del que se atreviera a acercarse.

No faltaba mucho para su primer celo, pero lejos de emocionarle, le aterraba. No dejaría que ningún gato intentara algo con él.

Era normal para los cacharros emocionarse por su primera luna roja, por poder ser adulto y hacer cualquier cosa. ¡Ilusos!

Key era antes como ellos, pensaba que al llegar su primer celo, su vida cambiaria mil veces para mejor, pero su burbuja de arcoíris reventó muchas lunas antes, luego de que el gatito aventurero pudiera andar por ahí a su cuenta.

Llegó a casa, entró por un pequeño hueco en la parte baja de la puerta. El gatito moteado, al igual que un jaguar en miniatura, anduvo hasta el cuarto de la mayor de sus hermanas. Por suerte la puerta estaba abierta.

Su hermana cepillaba su cabello rubio sentada frente al tocador.

Key se metió directo bajo las cobijas de la cama y tomó su cuerpo de hombre.

— ¿Pasó algo? —la gata se sentó junto a él en la cama y le rascó los cabellos de la cabeza.

—Victoria, no quiero que la luna roja llegue —admitió con miedo—. No quiero que me pase lo mismo que a esa chica.

Mordida de Lobo *JongKey*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora