CAPÍTULO 2

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Realmente sí que es cierto es de que cuanto más mayor te haces más rápido pasa el tiempo. Y aún así todavía sigo topándome con minutos eternos que no acaban nunca, con clases que no soporto y personas que preferiría evitar. Lucho contra mi mente a diario en un pulso que se debate entre seguir la corriente o salir del río. A veces ni tan solo sé dónde voy solo que no me puedo permitir detenerme.

Este último mes ha sido una locura, se podría decir que cogí esto de la universidad con muchas ganas y me apunté a todo lo que me proponían. He aprendido mucho pero he dejado de lado el escucharme a mí. Me da la sensación de que paso por todo lo que hago muy por encima, que no profundizo en nada y que hago las cosas porque no queda más remedio. No es la sensación que esperaba obtener de todo esto, desde luego.

Mi mente me juega malas pasadas, desconecta en momentos cruciales: en medio de una clase densísima, a mitad de una conversación o cuando estoy a punto de terminar la redacción de mañana. Ya ni tan solo disfruto de las lecturas.

La carrera, por ser de letras, ofrece muchas cosas muy bonitas y entre ellas, desde luego, se encuentran los libros maravillosos que descubro, pero, de poco sirven si no encuentro nunca el tiempo para saborearlos. Por suerte y pese a la falta de tiempo, a los ensayos no he faltado. Tal y como había previsto, he encontrado en ellos mi refugio. Cuando escribir y leer (que antes eran mi bunker) se vuelven la fuente principal de mi estrés, contar historias y escucharlas requiere algo mucho más físico. Eso es,ahora para mí, el teatro.

Aún no han asignado papeles. "Estamos en periodo de formación" — dicen. El grupo quedó más reducido, creo que somos como diez o doce y parece que nos entendemos bien. El otro día hicimos un ejercicio de escucha de grupo. Nos pusimos en círculo, de pie pero dándonos la espalda.

El ejercicio consistía en que debíamos ir diciendo números, contando en orden hasta el diez, escuchándonos para que cada vez fuese uno sin cortarnos, uno por uno. Al principio solo conseguíamos llegar hasta tres o así porque en el cuatro ya nos chafábamos y hablaban al menos dos al mismo tiempo. Pero hubo un momento después de unas risas nerviosas, estallamos todos sin saber nadie porque, se hizo el silencio tras el alboroto y alguien, creo que fue el chico mayor, empezó a contar de nuevo: "Uno", luego alguien siguió "dos"... La tensión era palpable pero nadie se movía.

Las sensaciones del momento son algo que no sé explicar, como un tipo de conexión que no había sentido nunca, como si a todos nos fuese la vida en ello. Después seguimos: tres...cuatro... cinco y hasta quince que se hizo el silencio. Finalmente, Eva y yo dijimos dieciséis a la vez. Nos volvimos todos para mirarnos, con cara de sorpresa y nos felicitamos con la mirada entre risas y aplausos.

Cuando terminamos y después de varios ejercicios más, el director, Javi, un hombre joven y enérgico, se acercó a nosotros antes de salir y nos felicitó por ese ejercicio en concreto diciendo que prometíamos mucho como grupo y que estaba convencido de que el proyecto saldría genial.

Yo, después de 4 o 5 ensayos, por fin empecé a sentirme parte de aquello. Realmente hasta entonces mis sospechashabían quedado confirmadas, prácticamente todos conocían a alguien o se habían apuntado con alguien. Pero pese a mis temores eso no hizo que me sintiese peor.

Después del productivo ensayo, Eva propuso ir a tomar algo al bar de la esquina. Ella lleva ya varios años en esto y por lo visto ese es el lugar de reunión porexcelencia al que se va siempre después de teatro.

Fuimos casi todos pues un par de compañeros tenían prisa, ya empiezan los parciales por lo visto. Yo, en cambio, quizás porque al ser de primero no nos metían tanta caña aún podía permitirme una hora después del ensayo, simplemente significaba que necesitaría productividad extra al día siguiente para terminar los trabajos.

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⏰ Last updated: Apr 17, 2020 ⏰

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OLIVIAWhere stories live. Discover now