PROLOGO: UN OSCURO DESTINO

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Alicia agarraba firmemente el peluche que su padre le dio alguna vez con tanto amor antes de encerrarla en el ático. 

Alguna vez, en algún momento, había sido una chica común y corriente, con una vida monótona y con unos amigos aún más monótonos. Su cabello brillaba bajo la luz del sol que se coló alguna vez por entre las hojas de un árbol que probablemente ya no tenía vida. Su madre le había enseñado a reír en la oscuridad, a ver lo mejor de todas las situaciones, pero desde aquella noche no pudo sonreír. No hasta ese día.

La vida era cruel. El mundo está lleno de horrores, y el trabajo de los humanos era combatir a los demonios y avanzar, pero simplemente a veces no podías hacer nada.

Giró sobre sus talones, admirando la podrida habitación por décima vez ese día, tal y como lo había hecho unos cinco años. Una bandeja con platos vacíos se encontraba cerca de un lienzo sin terminar, el cual retrataba a una bonita chica rubia con un vestido de mariposas de varios colores, aunque su rostro feliz faltaba, ya que la pintura no había sido suficiente. Se miró al espejo -que era más cruel que cualquier otra cosa- y tomó una hebra de sus cabellos negros entre los dedos, acomodándola tras su oreja.

Habían muchos más espejos a su alrededor -cubriendo las paredes, el techo e incluso había trozos de estos en el suelo- que mostraban su locura. Una sonrisa se dibujó en sus labios.

–Has tardado, conejo –le dijo al pequeño animal que miraba su reloj de bolsillo mientras reventaba sus patas contra el suelo de emoción.

–Lo lamento, señorita Alicia –guardó el artefacto en su bolsillo y se acercó rápidamente–. Su carruaje está listo, por favor sígame.

Se dio media vuelta y se puso a un lado de un gran espejo redondo rodeado de lagartijas, gusanos y mariposas de plata. Una pata blanca hizo un gesto hacia este y después una risa atontada, llena de locura, se escapó de los labios y sus ojos encendidos se abrieron de la emoción.

–Gracias, mi querido conejo –caminó hasta su reflejo, que pronto se transformó en un cielo donde un oscuro ruiseñor gigante reposaba tranquilamente entre las nebulosas nubes. Una jaula gigante, cual parte inferior había sido cubierta con cojines y flores, reposaba sobre el lomo con la puerta abierta. Traspasó el espejo y pronto se acomodó con tranquilidad.

–Espero que le guste, mi futura reina –susurró conejo mientras metía una pata por el cristal, que ahora parecía gelatina–. Todos merecen una calma antes de la tormenta.

Saltó dentro y tomó las riendas hechas con cuero firme y suave. Las agitó con fuerza y emprendieron vuelo al país de las maravillas, a la tierra en donde la revolución más sangrienta daría lugar. La gran tumba de los rebeldes. 

Alicia en el mundo de las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora