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Rogue siempre había sido capaz de muchas cosas. Era un hombre inteligente, tenía habilidades para la danza y, en ocasiones, disfrutaba dibujando. La sensación armoniosa cuando escuchaba la música, cuando su cuerpo se movía con el único fin de satisfacer a la melodía, eran los momentos más tranquilos que podía encontrar a lo largo de su día.
Disfrutaba de la soledad más que nada, una forma de impedir que la gente se acercara a él ante el temor de sufrir algún daño. Vivía para él, era feliz, no necesitaba nada más que aquella música danzante y su cuerpo. O eso pensó, porque entonces llegó él rompiendo todos sus esquemas. Si hubiera tenido opción en aquel momento, hubiera huido, pero no había tenido ni la menor oportunidad de hacerlo.
Compartieron sonrisas, momentos que deseaba fueran interminables y muchas veces pensó que aquel era el mejor lugar de la tierra en el que podía estar. Sus dedos rozándose, como si juntar sus manos aún fuera un paso demasiado grande, debajo de la mesa para no ser vistos por la gente. La vida brillaba para él después de casi veinte años y Rogue por fin podía sonreír para alguien más que no fuera su reflejo cuando bailaba.
Enseñó a Sting a bailar y pronto tuvo una pareja para sus danzas solitarias. Cuando se dio cuenta de que todo lo que para él había sido un santuario solitario ahora había sido invadido por aquella presencia, no se quejó, tampoco habló. Era relajante, cómodo, casi como si hubiera pertenecido toda su vida. Sting, quizá, era la pieza que a Rogue le faltaba para brillar, para sonreír y que sus ojos brillaran con la misma intensidad con lo que lo hacían los astros azules.
A esas alturas de aquella relación se preguntó cómo había estado tanto tiempo solo, encerrado en sí mismo y había logrado soportarlo. Ahora era difícil de comprender, aunque tampoco necesitaba una explicación para ello. Rogue siempre se había sentido cómodo, sabía que su zona de confort lo mantenía protegido, pero fuera, fuera se sentía vivo.
Definiéndose como el amigo especial de aquel hombre de cabellos dorados, pronto se dio cuenta que sus sentimientos eran mucho más que eso. Muchos más fuertes, cálidos y reconfortantes; un sentimiento que pensó nunca llegaría a alcanzar. De pronto, se preguntó qué era el amor. Tal vez era influencia de la película que se encontraban viendo ambos en la casa de Sting, una película cliché y romántica que habían decidido poner para pasar el rato. Ambos acurrucados en el sofá, con una sonrisa en sus rostros y, de vez en cuando, una carcajada en el aire.
Entonces, casi como si aquella película hubiera estado esperando el momento en el que él se hiciera la pregunta, a través de los altavoces se escuchó:
«Sabes que es amor cuando todo lo que deseas es estar a todas horas con la otra persona y de alguna manera sabes que la otra persona siente lo mismo que tú.»
Miró a Sting. No se molestó en disimular, mirar de reojo o fingir que se acomodaba para ello. No, simplemente lo miró, como si estuviera descubriendo un mundo en ese momento, un mundo mágico en la vida real que no había sido consciente que estaba junto a él. Sting también lo miró, al principio curioso, luego formando una sonrisa a pesar de la fija mirada sobre él, y Rogue no pudo evitar hacer lo mismo.
Como la luz del cielo durante el día, su corazón estaba pintado de azul, un amor inocente y puro emanaba únicamente hacia el ángel a su lado. Como el agua en calma, como un cielo en la mañana, con esa tranquilidad y desinterés era con lo que amaba.
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Otra historia stingue a mi cuenta, olé, porque no puede ser de otra forma.
La frase es de la película "Un paseo para recordar". Si no la han visto, ¡háganlo! No pueden seguir leyendo esta historia si no juran que la verán :(
Intentaré que esta obra sea todo fluff sin drama o por lo menos sin un drama intenso sjjsjsjs no prometo nada porque, bueno, si me conocéis sabéis que no lo puedo prometer :(
